El jazmín
Tiempo al tiempo. El tiempo de Ben Alí era perpetuo. Veintitrés eternos años gobernando la isla de paz y de prosperidad del Magreb y del mundo árabe, y muchos años por delante.
El tiempo de los jóvenes era instantáneo. En unos cuantos días dando caña en las calles consiguieron embarcar al sátrapa rumbo a Arabia Saudí.
Anteayer, apretado por la presión de la calle, Ben Alí, hablando por primera vez árabe tunecino por la televisión, anunció que dejaría definitivamente el poder en 2014. ¡En 2014!
Pero el tiempo de la calle ya era otro. Había entrevisto que Ben Alí tenía las horas contadas.
Anoche celebraba su caída. Estaban en flor los jazmines en Túnez y anoche olieron intensa y brevemente. Hoy ya es otro día y ya huele a chamusquina.
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Ben Alí gobernó Túnez durante 23 años. Gobernar quiere decir mandar a los opositores a la cárcel y al exilio, amordazar a la prensa, enriquecerse, él, su familia y sus próximos. Un sátrapa, en suma, consentido por las potencias extranjeras, so pretexto del combate a la inmigración clandestina y al islamismo radical, y de los prósperos negocios.
Hace un mes, a un joven vendedor ambulante la policía le arrebató la mercadería en una ciudad de provincias. El muchacho, que tenía estudios pero no trabajo, se inmoló por el fuego. Fue la chispa que abrasó las calles tunecinas. Un mes más tarde, quinientos, tal vez mil muertos más tarde, el sátrapa se dio a la fuga. Con las maletas llenas, a Arabia Saudí.
Contra todo pronóstico, no las tenía todas consigo, había perdido el apoyo de una parte del ejército, de una parte de la propia oligarquía, de los norteamericanos. Tanto así que durante los últimos días Ben Alí aparecía todas las noches en la televisión ofreciendo rebajas. En el precio del pan y del azúcar. Acceso a internet. Puestos de trabajo. Balas de goma. La última alocución la pronunció en árabe local, contra su norma de no hablar sino en árabe clásico. Ahora podrá volver a hablarlo, en Arabia Saudí. Pero no serán muchos los que le presten oídos.