Las fieras
Terry Thompson vivía en Ohio -en el Oyó, como dicen los franceses- junto con sus fieras. Nada raro en Norteamérica, donde mi libertad es también la de mis vecinos. Hace unas semanas, su mujer lo dejó por otro y el martes Thompson decidió suicidarse. No sin antes liberar a sus regalones. Dieciocho tigres de Bengala, veinte leones, diez osos, unos cuantos lobos y un pobrecito mono.
El sheriff de la localidad se armó de rifles y de impaciencia y organizó el safari. Uno a uno fueron cayendo las fieras, unas bajo las ruedas de los coches, otras bajo las balas del sheriff. El único que se mantiene en sitio desconocido es el pobrecito mono. Alcancé a alegrarme por él hasta que oí decir que probablemente se lo comieron los leones. Escaparse y correr por las autopistas abre el apetito.
Los trinos que ha sacado el affaire corren también por las autopistas de la Red. Que si los derechos de los animales, los de los vecinos, los del sheriff. Mejor nos llevábamos con los búfalos.