Un restorán costumbrista
MM cuenta haber presenciado dos brevísimos episodios entrelazados, ambos protagonizados por Lira. Sería el otoño del año 1981, el último de Lira, cuando un restorán costumbrista con veleidades literarias organizó unas jornadas poéticas a las que Lira fue invitado a leer o a declamar. Antes de subir éste al escenario, su madre tuvo el cuidado de cerrarle la bragueta.
Al final del sarao, en el estacionamiento del local, el dele-dele —la versión local del gorrillas madrileño— guió hacia la salida, con señas, a MM, que conducía. Al momento de dar una propina, Lira —que tenía aspecto, maneras y lenguaje de gran señor— se adelantó a MM y desde el asiento trasero entregó al dele-dele una sola moneda de ínfima cuantía, diciéndole: «Tome, buen hombre, para que se dé un gusto».