Bocaccio también escribió como yo sobre los guanches
Gran Canaria, 7
He vuelto de Gran Canaria para poder leer sobre los guanches.
Así me he ido enterando de que cuando los peninsulares llegaron a las islas, a mediados del siglo XV, movidos por su natural espíritu paternal adoptaron a los guanches y a algunos incluso los vendieron en los mercados de esclavos de Lisboa y Valencia.
Dicho esto esquemáticamente. Porque en la realidad el asunto fue más acontecido. Para empezar, los guanches no eran todos iguales. Algunos eran de tipo cromañón, afrancesados; y otros mediterranoides, tirando a fenicios. Además, después de los guanches y antes de los peninsulares, visitaron las islas griegos, púnicos, árabes, genoveses, gascones y normandos. Para no hablar de los piratas berberiscos y otros apátridas, como el temible Pata de Palo.
Por otra parte parte, se dice que los guanches eran bereberes del Magreb. Pero bien podrían haber sido vascos extraviados, si se atiende a la toponimia canaria: Aguineguín, Arinaga, Arteara... También porque la lengua guanche es caucásica, como el vasco y el finés. Se supone que ni celtas ni romanos pudieron con los euskaldunes trepados a los montes, ni con los fineses ni los guanches, que les quedaban a trasmano.
También podrían ser catalanes, porque al menos una de las numerosas momias encontradas en las islas estaba dentro de una urna de pino, según una costumbre balear. Los campesinos canarios que encontraban estas momias guanches en las cuevas de los montes las llamaban «los enzurronados», envueltos como estaban los cadáveres en pieles de cabra. La momificación, ya se sabe, esa pueril manera de desafiar a la muerte.
Bocaccio también escribió como yo sobre los guanches, él sobre la base del relato de Niccoloso da Recco, que llegó por Arguineguín —el pueblo de David Silva— allá por 1341. Dice el poeta toscano cosas muy pastoriles sobre los guanches, como que «vivían en casitas con jardines con muchas higueras y palmeras, y berzas y otras verduras». Y que «su lenguaje es muy suave, su modo de hablar animado y precipitado como el italiano». O sea que tal vez los guanches no fuesen vascos ni catalanes sino propiamente italianos. Como Colón, que también desembarcó en Gran Canaria.
Lo cierto es que observando a los enzurronados del Museo Canario de Las Palmas, al joven príncipe Artemy, ese Garibaldi canario, y a Gara y Jonay, esos Romeo y Julieta guanches —ella de La Gomera, él de Tenerife—, cobra fuerza la hipótesis italiana. Los amantes de La Gomera se inmolaron clavándose un punzón doble en ambos corazones y fundiéndos en un abrazo. Como dos islas separadas por la mar que no pueden unirse sino por ese puente eterno.