Sexo, dinero y calcetines rotos
El mundo puede ser un lugar muy injusto. Piénsese en el pobre Paul Wolfowitz. Por fidelidad con su amigo, George Bush, Wolfowitz aceptó hacerse cargo de la presidencia del Banco Mundial, pega durísima allí donde las haya. Como la prioridad del Banco Mundial es combatir la pobreza, la primera medida de Wolfowitz, apenas entró en funciones, fue poner a su novia al abrigo de la pobreza, asignándole un sueldo de 200 mil dólares al año. Y como los lectores tenemos dificultades para representarnos tal cantidad de dinero, en este punto las agencias de noticias nos ayudan agregando que ese monto supera al salario anual de la secretaria de Estado norteamericano Condolezza Rice.
Desde que se puso a la cabeza del Banco Mundial, otra prioridad de Wolfowitz ha sido la buena gobernanza. No basta con que los países pobres sean bien gobernados. Si quieren recibir fondos del Banco Mundial, éstos deben beneficiarse además de una buena gobernanza. “Gobierno” y “gobernanza” quieren decir más o menos lo mismo, pero “gobernanza”, en el vocabulario del Banco Mundial, introduce un matiz según el cual resulta impresentable meter mano en las arcas fiscales o subirle el sueldo a la novia. Lo de la gobernanza vale principalmente para los gobiernos africanos (nadie reclama buena gobernanza a los escandinavos, basta con que tengan un gobierno decente), y Wolfowitz se encarga personalmente de reclamarla.
Para hacerlo, Wolfowitz no ha dudado en rodearse de fieles seguidores, además de su novia, a los que no ha tenido que ir a buscar muy lejos, puesto que el Pentágono y la Casa Blanca quedan en el mismo barrio. Neoconservadores, miembros del Opus Dei y otros cremosos de la crema del conservadurismo privatizador mundializado han llegado con Wolfowitz a la cumbre del Banco Mundial a imponer sus maneras. Para hacerse sitio en esas altas esferas, en apenas dos años han puesto en la puerta a siete vicepresidentes del Banco.
Y no se crea que el Banco Mundial está inmovilizado a causa del affaire Wolfowitz y del sueldo de su novia. La prensa titula que un reciente informe del Banco Mundial apunta que el número global de pobres cayó en 21 % entre 1990 y 2004. Atención al adjetivo “global”. Que el número de ex pobres sea un número “global” hace del monto un asunto redondo. En tanto que casi mil millones de personas sigan instaladas en la pobreza extrema, malviviendo con menos de un dólar diario, que más de 10 millones de niños menores de cinco años mueran cada año a causa de enfermedades que se pueden prevenir, que en África negra la esperanza de vida haya caído desde los 49 a los 47 años desde 1990, son sólo la otra cara de la misma noticia.
Por su parte, los palestinos afirman que el Banco Mundial financia la construcción del muro de ocho metros que los separa de Israel. Pese a que, en 2004, la Corte Internacional de Justicia ordenó echar abajo el muro y compensar a las comunidades afectadas, la construcción de la pared continúa aceleradamente. En Uzbekistán, los fondos del Banco Mundial no tardaron en ser desbloqueados apenas el gobierno uzbeco aceptó la instalación de tropas norteamericanas en su territorio.
La asociación de empleados y el consejo de administración del Banco Mundial piden la cabeza de Wolfowitz. Pero ésta no caerá mientras la sostenga George Bush, para quien Wolfowitz concibió la teoría de la guerra preventiva, de tan exitosa aplicación en Irak. Y mientras se mantenga el acuerdo que pone a un norteamericano a la cabeza del Banco Mundial y a un europeo a la del Fondo Monetario Internacional, Paul Wolfowitz, el mismo que se presentó en una mezquita turca con los calcetines agujereados y el pantalón manchado, el mismo que aparece en Fahrenheit 9/11, de Michael Moore, peinándose « con escupito », seguirá plantando cara a las injusticias del mundo. Pobre banquero rico.
19 de abril de 2007 PDF
PS: Un par de comentarios por aquí. Y más información por allá.