Ragú de perro rubio
Diario de Uagadugú (5)
Escucho en la radio la noticia de la muerte en un incendio de una de las esposas de un joven rey aldeano. El fuego se declara en unos pastizales y se viene sobre la corte de este rey. Mientras todos intentan proteger la arboleda sagrada, la mujer, madre de tres niñas y embarazada de seis meses, queda atrapada por las llamas. Cuando el joven rey es puesto al tanto del drama intenta matarse, pero se lo impiden. Pobre rey aldeano, ya no decide ni si vive ni si muere.
Hablando de poder de decisión, ayer estuve en el despacho de la máxima autoridad del Estado en una provincia. Qué comediante, qué zalamero. Cuánto debe de detestarnos por tener que conformarse con nuestra visita, él que se sabe ministrable y se sentirá relegado en aquel agujero. Cuando entrábamos a su despacho, en fila india y saludando como escolares obedientes, corrió muro arriba una salamanquesa (otra), se metió detrás de un mapa administrativo y se puso a dar chasquidos a su curiosa manera.
Ahora es el crepúsculo, asoma la luna creciente y vuelan los murciélagos. Mis vecinas cocinan: en el patio las pobres, las pudientes en la cocina. Huele a leña y a puré de mijo.
Le pregunto a E a qué sabían las presas de perro que se almorzó ayer. Dice que a carne de caza. Que es un sabor fuerte, que no necesita salsa, sólo un poco de sal y de picante. Le pregunto si se trata de cachorros o de perros viejos, y dice que todo perro en buen estado vale para un ragú, que del perro se come todo, que no se lo desuella sino que se lo pela al fuego, porque también la piel está muy buena. Los perros africanos son de talla media y rubios. No todos los burkineses los comen, hay que descontar a los musulmanes y a algún que otro tabú, e incluso a algún renuente al plato. Me olvidé de preguntarle cómo anda el perro de precio.
También pude preguntarle si come también ratas, culebras u otros bichos por el estilo, contenidos en la rúbrica carne de caza. Lo dejé para más tarde porque se acercaba la hora de la comida. Pusieron conejo, y estaba bueno, mejor que la carne de esos pollos atletas que corren moviendo las patas como si pedalearan, y aquí llaman ciclistas.
Por cierto, si la vida de la gente es dura, hay que ver cómo es la vida de los animales. De un camión cuelgan por todo el borde exterior de la carrocería decenas de gallinas vivas, cabeza abajo. En otro camión se aprietan las vacas, y como sobran patas y cuernos, sus celadores las apisonan. Así con todo. Los animales corren libres por calles y caminos en plena divagation, provocando sustos y trastazos. Pero cuando les llega la hora, la peor es la hora previa. Suerte que tienen las salamanquesas de ser intragables.