El pez mareado
Hugo Claus (La Pena de Bélgica) murió en 2008. Antes de su muerte, el periodista Mark Schaevers había publicado un libro de entrevistas con Claus, Groepsprotret, y de ese material extrajo luego un monólogo para el teatro, De versie Claus. De ese monólogo, ahora traducido al francés, espigo estas palabras:
¿Vino hasta aquí para saber quién es Hugo Claus? Qué pregunta. No hay una definición, tal vez una adivinanza. De mí se ha dicho que soy un gigante de Flandes. Pero esa es una raza de conejos. Y yo prefiero los hamsters. Lo que yo soy, no me interesa. Soy lo que hago. Creer ser algo es una idea que tiene apenas doscientos o trescientos años, un fenómeno de moda, como el hulla hoop.
Me hubiese gustado ser un un anónimo pintor chino de antes de Cristo. Prefiero a los pintores anónimos. Cuando miro una bella estatua ecuestre china se me llenan los ojos de lágrimas. Me hubiese gustado ser guapo, para no encontrar resistencias, para ser simplemente.
Yo no soy un pensador, nunca pienso. Sentarme a pensar me resulta imposible. Cualquier pescador, cualquier campesino es más inteligente que yo. Mi cabeza es más un basurero que un ordenador. Sólo pienso en mujeres desnudas y, ocasionalmente, en el alcalde de Amberes.
No hay palabra más fea que pureza. En ciertos casos, nunca se es lo suficientemente sucio. La vulgaridad está junto a la vitalidad y el arte. ¿Cómo se puede apreciar a Velázquez sin haber visto cine porno?
Un día, tenía nueve o diez años, fui a comulgar junto a los otros muchachos. E hice polvo la hostia entre mis dientes. Esperaba que me partiría un rayo, pero no pasó nada. Entonces supe que en el altar no había nadie. Y me sentí orgulloso.
¿Quiere saber por qué escribo? Escribo por curiosidad, por orgullo.
Escribir canaliza mi energía. Si no lo hiciera, sería una forma rara en busca de sensaciones fuertes. Cuando estoy ocioso en un país extranjero, me encuentro horrible. Termino metido en baretos de mala fama. Y no es para eso que vine al mundo.
Permeke hizo una estatua para la tumba de su amigo el pintor Gustave De Smet con unos materiales que se degradan por la acción del aire y del agua. Es perceptible cómo esa estatua se descompone, algo más lentamente que el cadáver que está debajo. Eso es el arte, un proceso de descomposición del hombre, sólo que algo más lento.
Me gusta leer lo que no entiendo, me estimula. Me encanta el Scientific American. ¿Sabe usted que está demostrado que los peces se marean? ¿Que la mayoría de los cerdos duermen sobre su flanco derecho? Yo quiero saberlo todo sobre el virus del cáncer del intestino de la mosca tse tse, y también sobre lo propiamente venenoso en la araña peluda. Y cuando me canso de leer sobre esas cosas, leo poesía.
Retrato de Siegfried Woldhek
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Sobre Claus, aquí mismo: 1, 2, 3. Y esto, que escribió un amigo de mi tío Pepe.