Au Roy d'Espagne
Sobre las diez y cuarto de la noche, Caetano Veloso se despidió del público que seguía el concierto de ayer en la Ancienne Belgique de Bruselas. Y reapareció unos instantes después para avisar: España, uno a cero.
El público estalló en vivas y se echó a bailar con los bises finales del recital, tras casi dos horas de música a manos de la Banda Cê, un trío de músicos jóvenes, sobrios y exactos, que se sitúan en la también exacta intersección entre la música popular brasilera, el rock y la música experimental, en medio de una puesta en escena simple y ligera: un parapente delante del telón de fondo, por donde desfilan las imágenes de la bahía de Guanabara, de un suelo de adoquines mojado por la lluvia, de La Habana vieja.
Y al centro, Caetano Veloso, en lo sumo de su arte: la voz y el gesto, la intención. A los 68 años se puede estar en lo sumo del arte escénico, alabado sea Saturno.
Aparte de anunciarnos la victoria española, habló poco Caetano anoche. Sólo tras la cuarta canción saludó, en francés, presentó a los músicos (Pedro Sá, Ricardo Dias Gomes y Marcelo Callado), contó el origen de su canción Maria Bethania, en los años de exilio en Londres, y dedicó la siguiente, Irene, a Augusto Boal. Bastaba la sucesión de canciones de su último disco, Zii e Zie (Tíos y tías), cuya gestación pudimos seguir los velosistas en esta Obra em progresso, y la inserción bien pensada de unas cuantas viejas piezas.
A la salida, tras explicarles a un grupo de bruselenses, a su demanda, qué quiere decir neginha, la neginha de Eu sou neginha, cuya interpretación constituyó, por cierto, lo mejor del concierto, nos fuimos a celebrar la victoria contra el tiempo y los alemanes au Roy d'Espagne, en la Plaza mayor de Bruselas. No es poco ganarles al tiempo y a los alemanes una noche de verano.