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Camino de Santiago
7 décembre 2022

Voy y vuelvo

Diario de Chile

LA FAUNA

Paso el mes de noviembre en Santiago de Chile y unos días de ese mes en una bahía frente a cuya caleta está la Isla de los Locos. En la isla aún quedan unos pocos locos, algún lobo de mar, uno que otro chungungo y unos cuantos pingüinos de Humboldt. Cuando los pescadores arrojan los restos del pescado faenado desde el muelle, los pelícanos y las gaviotas se dan un festín hasta que asoma el lobo y se acaba la diversión. Los chungungos, los mamíferos marinos más pequeños, son escurridizos y ni por ésas se asoman pero a mí me basta con saber que existen. Lo mismo con las bandurrias y los pilpilenes que anidan en esas dunas. Pondría unas fotos con huellas de pilpilenes en la arena pero tampoco quiero exagerar con el jainismo. 

Ese verso de JT: Aún quedan en el barro pequeñas huellas del queltehue que murió esta mañana.

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LA FLORA

Era la primavera en noviembre y será el verano ahora. Maravilla de ceibos, jacarandas y gravilleas en flor. El ánimo se abre, se florea, se perfuma. Reabro y releo libros que leía cuando cabrito buscando los árboles y su relación con el ánimo. En El Lobo estepario, HH se emociona cuando mira la araucaria tan bien cuidada junto a la puerta de la que imagina ser la casa que podría acogerlo. Al otro extremo, Sartre resiente ante la raíz sobresaliente de un castaño la famosa náusea.

Merino me muestra el ombú que asoma por el muro de la Quinta Montolín, ahora un liceo municipal, donde en los años treinta vivía Edwards Bello.

Releo también Negra espalda del tiempo, en cuyas páginas Marías confiesa que no hay ni una sola hoja de árbol en sus novelas. Impresiona releerlo porque, ahora lo veo, es el libro que Marías escribió para que los lectores lo releyéramos cuando él muriera.

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 LAS HISTORIAS

En el avión de ida estoy viendo Drive my car cuando asoma el azafato con el desayuno y me pregunta si quiero una omelette o algo que no entiendo. Le pido que repita lo que no entiendo y de nuevo no lo entiendo y así hasta que me sugiere que me quite los audífonos.

En el vuelo de regreso veo Un mundo para Julius, basada en la novela de Brice Echenique, que hace un cameo como invitado a su fiesta de cumpleaños cuando niño, no está mal como morisqueta al tiempo perdido. Un Upstairs, Downstairs filmado en Lima, donde los ricos son malísimos y los pobres buenérrimos, salvo el protagonista que es rico pero comunica mejor con los pobres. Visualmente es como una película de Wes Anderson, pero sufre si la comparamos con Roma, que va de lo mismo, pero va con más punch.

Veo también otra cinta argentina, Sublime, sobre una banda de rockeros adolescentes, un ejercicio à la Rohmer en tono menor sobre el bello despuntar del vello y de los sentimientos contenidos de un Principito de Saint-Ex, de un Paul McCartney aterrizado en una ciudad costera. Una variación sobre ese tema tan bonito de Chico, En la flor de la edad: Carlos amaba a Dora que amaba a Rita que amaba a Dito que amaba a Rita que amaba a Dito que amaba a Rita que amaba a toda la bandita...

En Santiago, la Flo está produciendo una película en la que el protagonista es un profesor de yoga argentino que llega a Santiago y se cae en un hoyo. Me imagino perfectamente el hoyo.

También en el avión de ida leo este librito. Cuando me lo regaló Montano me dijo que los mejores textos eran el primero y el último. El primero es de Azúa sobre Deshonra. Y sí, nada que objetar. Un detalle, sin embargo: porque Coetzee describe a la Soraya de la novela como honey-brown, Azúa entiende que es una persona de color. Pero la miel no es oscura, objeta, ni siquiera la miel de brezo. Por mi parte, no he probado todavía todas las mieles africanas pero las que sí he probado son morenas, morenazas incluso.

Torné escribe una carta que su alter ego dirige a Claudio López, editor de La Edad de hierro. Que López haya fallecido entre la escritura de la misiva y mi lectura añade extrañeza a esta carta al editor en la que se pone en duda la generosidad de la protagonista del relato de Coetzee para con un vagabundo. Tal vez Torné derribe una puerta abierta pero lo hace con gracia. Distanciarse del autor, un señor que vive lejos y tiene fama de distante, y cortacircuitarlo por la vía de dirigirse al editor es lo mejor de la fórmula.

LA GENTE

Nos tomamos unos helados de maravilla con una maravilla de persona. ¿De dónde sale tal gente?, se pregunta Caetano. Se lo pregunto a la Molly, que nos cuenta con su naturalidad desarmante y su dicción perfecta que su abuela tiene 104 años, su madre 74, ella 44 y su hija 14. Me trae de regalo el timbre que ha hecho con el Juan de Pareja de Velázquez que me pongo de sayo en Twitter. Los mejores regalos son los inmerecidos, los inesperados. El mejor regalo es el de la generosidad contagiosa. Me pregunta de dónde me viene la onda con el arte. Te lo deben de haber preguntado muchas veces, añade. Y no. Es la primera vez que alguien me lo pregunta. Respondo echando mano a una historia familiar. Cuando niño mi hermana me llevó a una exposición de pintura donde vi una imagen que me impresionó, La Sensación de transformarse, un cuadro de Dalí. Me interrumpo. Voy a tratar de ponerlo por escrito, le digo. Tengo el ojo ávido. Salgo de los museos, como salgo de algunos lugares, exhausto, siempre queriendo retener una última imagen. La sensación de transformarse por obra de la imagen, tal como la sentí cuando niño, nunca más me abandonó.

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La perseverancia con la que mi hermana mayor me ha guardado durante estos años unas camisas y la prolijidad con que mi  hermana menor las dispone, ¿cómo se llaman en alemán, en japonés, en sánscrito?

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Mi madre me cuenta que una vez que ella llevaba luto pasó un lisonjero y le dijo: Quién pudiera poner las manos donde las puso el difunto...

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En la mitad del viaje se muere la Gal Costa. Esto es un sinvivir, no quedará nadie con vida. Gal será siempre para mí la moza a la que se le rompe un cuerda de la guitarra en 1971 y dice «acontece».

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Estoy tan moreno por el sol que si le hablo a un haitiano me responde en criollo. El gran fenómeno social en Chile hoy, más que el famoso estallido, es la llegada masiva de la inmigración caribeña. La mayoría de los trabajos de primera línea —camareros, dependientes, choferes—, los ocupan venezolanos o colombianos. Tanto así que, como a mí todavía me gusta hablar con la gente, en el ecuador del viaje dejé de preguntar: ¿usted de dónde viene? y pasé a preguntar simplemente:

—¿Cumaná o Bucaramanga?

Florilegio de respuestas: ¡Pereira!, ¡Barquisimeto!, ¡Chichiriviche!

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Encuentro con unos compañeros de colegio a los que no veía desde hace años. Hablamos de esto y lo otro y pasamos revista a los ausentes. Nos despedimos prometiéndonos que nos volveremos a ver. Y de hecho después de despedirnos nos volvemos a ver en la fila para entrar al baño. El rencuentro es cómico y da para contar un chiste, el del resumen de la vida del hombre: Cuando joven va repitiendo SEX-SEX-SEX. Cuando hombre, MONEY-MONEY-MONEY. Cuando viejo, TOILET-TOILET-TOILET.

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Es el penúltimo día del mes, el 29, y Miguel nos invita a comer ñoquis y a poner unas lucas debajo del plato, siguiendo una tradición que manda comer de esa comida barata el día en que escasea la plata justamente para que no falte.

LA DESPEDIDA

Para no llorar en el aeropuerto me digo que me gustaría llevarme la imagen de la ciudad recortada contra la cordillera no en fotos ni en imágenes mentales sino en pintura. Quién pudiera...

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Para Albert

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