La clase
Tenemos el entame del año cinéfilo. Hemos visto dos Palmas de oro que le faltaban a mi palmarés, La Clase y Cuatro meses, tres semanas y dos días. Con Cuatro meses... me dormí en seguida como un bendito. Ya he contado aquí que la tristeza me da sueño. Cuando desperté, Ceausescu todavía estaba allí.
De La Clase retuve que tal vez no sea una buena idea encerrar a un grupo de muchachos con un adulto durante cincuenta minutos, varias veces al día y todos los días del año escolar. La película es como una versión francesa de Elephant, por eso de que en los colegios franceses todavía no se dan tiros. El profesor de La Clase intenta trasmitir lenguaje a los muchachos, que lo necesitan, de acuerdo. A su corta edad, con todo, éstos ya manejan como maestros el lenguaje de los hechos. Saben bien qué es ser traidor, colaborador, entrometido. Y en ese terreno, con ese lenguaje, le propinan al profesor una vana lección.
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Me he quedado pensando en lo que dice Montano. Ser amable es una exigencia. Como decía Flores, 'llaman la descortesía necedad en los iguales, pues es entre desiguales linaje de tiranía'. También será posible ser mínimamente irónico, siendo la ironía un convite a un diálogo fundado en el placer y no sólo en la utilidad, que también. Una forma de consideración por el prójimo como por sí mismo.
Debería ser posible equilibrar proximidad y distancia, quiero decir. A mí, como a Salman Rushdie, me gusta trabajar solo en una habitación. Suponiendo, eso sí, que hay quién sabrá asomarse en el momento oportuno. Oportunidad que juzgaremos entrambos, usted primero. No sigo, que me duermo.