El efecto muñeca pepona
Buenas risas días atrás con el periodista de La Vanguardia que contaba de Houellebecq (Ulbec, para entendernos) que, durante la entrevista, se tocaba el flequillo. Lo de Ulbec es más bien una ensaimada capilar, como la de Anasagasti, lo que en Chile llaman, con guasa, un parrón.
Ignacio Vidal-Folch ve el asunto desde otro ángulo. Cuando conoció a Ulbec, éste «acababa de hacerse un desafortunado injerto de cabello y la parte alta de su espaciosa frente presentaba el efecto muñeca pepona en el que se ven los agujeritos de los implantes en el cuero cabelludo. Esos agujeritos —cuenta— me hipnotizaban como ojos de cobra, no podía apartar de ellos la vista: exactamente lo mismo pasa con sus libros, repulsivos pero irrresistibles».
También sobre cuestiones capilares, y a cuenta de lo aburridas que le resultan las peluquerías, Vidal-Folch recuerda aquella entrada del Diario de Renard: ¡Por fin soy calvo!
Carle Van Loo, Retrato de un desconocido