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Camino de Santiago
11 avril 2006

Envidia de Italia y de Perú

Como todos los ciudadanos de su país, los italianos del exterior han votado en las recientes elecciones legislativas de la península. Y lo han hecho masivamente, a la altura del desafío que se les presentaba, esto era escoger entre el continuismo berlusconiano o el cambio propuesto por la alianza progresista encabezada por Romano Prodi.

Hasta aquí, nada nuevo. Hace ya muchos años que los italianos en el extranjero y sus descendientes, numerosos en el cono sur de América, en Norteamérica y en Europa, contribuyen con su voto a definir entre las opciones electorales que se presentan al parlamento romano. Dotada de una legislación inteligente en la materia, Italia organiza el voto de sus ciudadanos avecinandados o nacidos en el extranjero, muchos de los cuales poseen dos nacionalidades, la italiana y la del país en que residen, y pueden así, como es lógico, transmitir la nacionalidad italiana a sus hijos y nietos.

La novedad en estas recientes elecciones viene dada por el hecho que, por primera vez, los tres millones y medio de italianos del exterior, divididos en cuatro circunscripciones, han podido elegir a sus propios representantes al parlamento, un total de doce diputados y seis senadores. La campaña fue intensa en las grandes ciudades de la emigración italiana, Buenos Aires, Sao Paulo y Nueva York, en América, París y Bruselas en Europa, pero también llegó hasta los más remotos rincones del planeta, allí donde hay un italiano, puesto que el electorado exterior vota por correspondencia a través de los consulados italianos repartidos por el mundo.

Frente a esta muestra de madurez cívica, a los chilenos del exterior, privados de cualquier derecho a participar en la vida política y social de su país, no les queda más remedio que mirar con ojos largos y acusar la envidia que provoca lo que, por lo demás, no es otra cosa que normalidad democrática. Y ni siquiera les cabe el consuelo de pensar que estas circunstancias son sólo posibles en la Europa rica, en el mundo desarrollado. En las elecciones presidenciales realizadas este mismo domingo 9 de abril en el vecino Perú, las comunidades de peruanos expatriados, que cuentan con medio millón de electores, mayoritariamente en España y Estados Unidos, y también en Japón y Chile, han podido ejercer con normalidad su derecho a decidir los destinos del país vecino, dejando de lado algunos problemas de organización en Madrid, donde el crecimiento de la colonia peruana ha sido explosivo.

La derecha chilena se ha empecinado, con argumentos mezquinos y descaminados, en negar su concurso a cualquier proyecto de reforma constitucional presentado desde el restablecimiento de la democracia para corregir esta injusticia histórica. Sería hora que los partidos de derecha rectificaran. Si aspiran a ganar alguna vez una elección democrática (la última vez que lo consiguieron fue hace medio siglo, en el año 1958, con Jorge Alessandri), deberían comenzar por comportarse democráticamente.

En cuanto a los partidos de la Concertación y al gobierno, lo que les corresponde hacer es insistir. Ponerle empeño, porque tampoco se puede decir que se hayan, hasta ahora, extenuado en el intento. Las condiciones están reunidas para aprobar esa reforma pendiente de la Constitución y otorgar por fin el derecho a voto, en las elecciones presidenciales y parlamentarias, a los chilenos en el extranjero.

Así las cosas, un ítalo-peruano provoca envidia por partida doble. Independientemente de los resultados de las elecciones, naturalmente.

La Nación de Santiago de Chile, 11 de abril de 2006

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