Gretel
Una de las más irritantes y, a la vez, más inquietantes, características de la constelación de nuevos y viejos discursos racistas, xenófobos y fascistas, que cada vez encontramos con más frecuencia en nuestros entornos mediáticos y ciudadanos, es lo refractarios que son frente las argumentaciones racionales, a las evidencias científicas, a las enseñanzas de la historia que ponen en cuestión sus elementales propuestas.
Por el contrario, lo que muestran es una asombrosa capacidad para sostener y sostenerse en el más elemental sentido común, en las apariencias, en la superficie de las cosas y desde allí irradiar su perversa capacidad de producir dolor.
De poco sirve argumentar frente a sus sordos oídos, sucios de prejuicios, que la inmigración se explica históricamente y se justifica económica, cultural, demográfica y éticamente. De poco sirve mostrar que la historia de la humanidad es la historia de las migraciones.
De poco sirve mostrar a estos energúmenos, por ejemplo, que la actual inmigración a Europa es la segunda parte de la historia del colonialismo europeo, es decir, que por los mismos caminos y rutas a través de los cuales a lo largo de cinco siglos los europeos llevaron sus genes, su religión, su técnica, sus instituciones, sus elites, sus “inquisiciones”, sus cañones y sus enfermedades venéreas, transitan ahora por ellos los que quedaron excluidos de los beneficios del “progreso” desigual y vergonzante que ese viejo colonialismo y el actual neocolonialismo han llevado y llevan al resto del mundo.
De poco sirve apelar al recuerdo de las masivas emigraciones europeas a América estimuladas por las sucesivas guerras mundiales y civiles con su resultado de hambre, destrucción y muerte que la “civilizada” Europa produjo en el siglo veinte, siguiendo un guión ya conocido en su historia de masacres, expulsiones masivas, progromos, cruzadas y otras maravillas de la intolerancia.
De poco sirve mostrar que las envejecidas poblaciones europeas no se sostienen, no ya en el largo plazo sino en el breve período de una generación, sin una afluencia inmediata y literalmente masiva de inmigrantes jóvenes. De poco sirve demostrar, por ejemplo, que el crecimiento económico de países como España e Irlanda en el último quinquenio se ha producido principalmente por la incorporación de mano de obra extranjera que ha dinamizado la industria y el consumo.
De poco o casi nada sirve todo esto ya que el racismo y la xenofobia existen y se perpetúan porque tienen su origen en las profundidades animales de la especie; en los sótanos y pasillos subterráneos de la bestia humana; en sus “cavernas mentales”; en los laberintos de la pura biología, en el miedo animal al “otro”. Desde ese lugar construyen y repiten una ideología elemental, primaria, pero eficaz y con capacidad de convocar en un primer momento a unos pocos ignorantes y resentidos pero que luego muestra una gran capacidad de expansión social. Comienzan siendo unos bravucones de taberna y terminan erigidos en jefes, líderes y conductores de las llamadas “gentes decentes”.
Los fascistas que han diseñado el cartel con esta bella y temerosa Gretel, no están argumentando nada, están llamando a una acción épica para una causa innoble, nauseabunda, insolidaria y mentirosa, apelando al miedo y a la adrenalina del lobo humano. Por eso, Antonio, lo que oigo, veo y huelo detrás de esta imagen son los gruñidos, las salivas y la pestilencia de la jauría que, por enésima vez, amenaza con devorarnos.
Adolfo
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