Canalblog
Editer l'article Suivre ce blog Administration + Créer mon blog
Publicité
Camino de Santiago
17 janvier 2007

24 horas en la vida de un vigilante de banco

suskind

Le Pigeon, Patrick Süskind, Fayard, 1986 (La Paloma, Seix Barral, 1999)

Fundido en su paisaje bancario, el vigilante de banco observa y es raramente observado. Como ser humano. En tanto que profesional, icono o función, le es necesario hacerse patente, con su uniforme a menudo azul, a veces gris o incluso verde o negro, y su gorra de servicio, que puede faltar o sobrar, le es necesario mostrarse para que los malhechores lo tengan en cuenta y sobre todo la buena gente pueda hacer sus trámites bancarios con la sensación de protección que su presencia otorga.

Del ser humano que hay debajo de la gorrita poco se sabe o se precisa saber, ni tampoco de los avatares de la profesión. Será ingrato estar tantas horas de pie, más o menos inmóvil, más o menos impasible, se criarán varices o escoliosis, se ganará poco cuidando el dinero de otros.

Jonathan Noël es vigilante de banco en París. Ha pasado la cincuentena y lleva una vida austera, cuyo principal horizonte es ponerse al abrigo de los imprevistos. Patrick Suskind nos presenta a grandes rasgos su pasado de niño campesino en la posguerra europea, de proletario sin prole emigrado a París, de inquilino y futuro propietario, para contarnos mejor una jornada de su vida, una jornada particular, que comienza con la grieta que se abre bajo sus pies cuando al salir de su habitación por la mañana se da de cara con la presencia de una paloma.

Haber sobrevivido cuando niño al horror de la guerra, haber hecho el servicio militar, haber estado casado y haber trabajado treinta años como vigilante de banco a entera satisfacción de sus jefes no garantiza a nadie ni tampoco a Jonathan Noël sobrevivir al horror de un encuentro con una paloma que come migas y abandona cagarrutas en el pasillo contiguo a su habitación.

Como Noël, aquel pichón envejecido busca ponerse a cubierto en ese pasillo del último piso de un caserón parisino. Como él, el pichón se ha infiltrado por un intersticio para poder comer sus migas en paz y hacer sus cacas sin que nadie lo observe. Y tal vez sea la certeza de esa similitud la que devuelve a Noël el ojo redondo, desnudo, impúdicamente vuelto hacia el exterior y monstruosamente abierto del pichón.

Nos une a los seres y a las cosas un hilo demasiado fino. Una paloma se posa y lo rompe.

Publicité
Publicité
Commentaires
Camino de Santiago
Publicité
Sobre el nombre de este blog
Derniers commentaires
Publicité