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Camino de Santiago
18 janvier 2007

Pectinuculus Chavesis

Hugo Chávez llamó “pendejo” (del latín pectinuculus) al secretario general de la OEA, José Miguel Insulza (también le llamó “insulso”), por osar criticar el acoso gubernamental que sufre una parte de la prensa venezolana. Insulza había pedido el pasado 5 de enero al gobierno de Caracas que revisase su decisión de no renovar, “por golpista”, la concesión a Radio Caracas Televisión, porque la medida aparecía “como una forma de censura contra la libertad de expresión” y como “una advertencia a los demás medios de comunicación, llevándolos a limitar su acción, a riesgo de correr la misma suerte”.

En su acepción caribeña, “pendejo” es una apelación injuriosa que significa cobarde. En la acepción en boga en el Cono Sur, en cambio, “pendejo” significa niño pequeño o adolescente. El apócope “pende” o “pendex” se usa incluso entre nosotros de manera cariñosa. De más está decir que Chávez usó el calificativo en su acepción tropical, como arma arrojadiza.

No me mueve a escándalo que el mandamás venezolano piense en voz alta, que se exprese en los proscenios con un lenguaje de andar por casa, ni tampoco que se deshaga de los modos untuosos de la diplomacia. Una chuscada bien puesta, si cabe, puede ser bienvenida, sobre todo en las esferas del poder donde se practica a menudo un lenguaje impostado, que los franceses llaman langue de bois, hecho a medida para no arriesgar deslices y acertar con lo que se supone que cabe decir.

Al otro extremo, el lenguaje atarantado que se ha ido imponiendo, que usa y abusa de los calificativos, hace que éstos dejen de significar lo que significan. No comparto, así, las críticas que vienen a decir que Chávez ha errado por no guardar las formas. Las chanzas e incluso los improperios están para ser usados si el lance lo merece. Tuvo razón Allende en llamar “rastrero” a Mendoza en su impecable última alocución improvisada por la Radio Magallanes la mañana del 11 de septiembre del 73.

Lo que ocurre con el exabrupto de Chávez es que queriendo anular el razonamiento de su contrincante no hace otra cosa que confirmarlo. Si a quien reclama, desde una posición de interlocución legítima, libertad para la prensa, el Jefe de Estado le devuelve una andanada de simplezas intentando acallarlo de mala manera, qué oirán los periodistas convocados a las dependencias gubernamentales caraqueñas.

chavez_parrot

Dejando los insultos de lado, el fondo del asunto es éste. En Venezuela, el Gobierno dispone de un arsenal legislativo que incita a la prensa a autocensurarse. Se trata por lo tanto de un arsenal represivo, ya que su simple existencia es suficiente para crear un clima de autocensura en los medios de comunicación, según Reporteros sin Frontera.

Los sucesivos gobiernos de Chávez han tenido una relación conflictiva con la prensa. Según el Código Penal venezolano, reformado por Chávez, el periodista que “atente contra la reputación de un funcionario gubernamental” arriesga condenas de hasta tres años de prisión. En marzo de 2006, la periodista Ibeyise Pacheco fue condenada a nueve meses de detención por haber difamado a un coronel de Ejército.

La renta petrolera permite a Chávez ganar las elecciones por mayoría absoluta, beneficiándose de una presencia masiva en los medios y saturando las calles con su imaginería populista, comicios en los que, sin embargo, vota menos de la mitad del censo electoral. El gasto público permite consolidar la deriva autoritaria del régimen. “Incluso las leyes del mercado son determinadas por la Presidencia de la república”, ironiza Argenis Martínez, del diario caraqueño El Nacional.

Lo cierto es que razones no faltan para que los periodistas hagan su trabajo y, por lo tanto, al hacerlo, arriesguen ser acusados de difamación en contra de los funcionarios, en un país que Transparency International sitúa en la cima de la clasificación continental de la corrupción, sólo superado por Haití. Apenas 15% de los contratos públicos son registrados oficialmente y 95% de éstos se hacen sin llamado previo a concurso. Los eufemismos “sobreprecio”, por coima, y “evaporación”, por desvío de fondos, forman parte del lenguaje cotidiano en Venezuela. Según el ex vicepresidente del chavismo, José Vicente Rangel, “la corrupción remonta a Cristóbal Colón”. La culpa sería, como se ve, de los conquistadores. Cualquier día Chávez los trata a todos de pendejos.

La Nación de Santiago de Chile, 18 de enero de 2007 PDF


PS: "Pocas ganas tenemos de elegir entre la izquierda payasa y la izquierda liberal, siendo benevolentes y suponiendo que sean izquierdas", dice Malatesta en un comentario en este blog. No creo que hacerle feos a Bush (únicamente con el hemisferio izquierdo de la careta) sea condición suficiente para llevar adelante una política progresista. Por otra parte, criticar el populismo grotesco del ex coronel golpista no significa apoyar al imperialismo norteamericano, ni siquiera a la oposición venezolana que, lamentablemente, tiene el tejado de vidrio en pésimo estado.

Quien despliegue el PDF podrá leer la columna contigua, Prudentes, audaces y desatinados, de Alejandro Kirk, que también se refiere al intercambio Insulza-Chávez. Me alegra no coincidir con Kirk y caber ambos en una misma página. Además, así la ilustración sirve el doble. Eso se llama pluralismo y economía. O, como dijo Jorge, matar dos loros de un tiro.

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Commentaires
J
"Chávez es una antigualla. Una burka es una antigualla que no deja de parecer una novedad, ¿no?".<br /> <br /> Caetano Veloso en O Globo<br /> http://www.pps.org.br/2005/index.asp?opcao=noticia_abrir&id=37743&portal=
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J
La guerra de insultos, según Jorge Edwards:<br /> http://www.elpais.com/articuloCompleto/opinion/guerra/insultos/elpepiopi/20070120elpepiopi_6/Tes
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