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Camino de Santiago
12 février 2007

Cinco días en Dublín

Jueves
Hay que viajar lejos para encontrar un déjà vu... Y oler Dublín, y oler a papel en Dublín, en la sala larga del Trinity Collegue, o en la planta baja, donde se exhibe el libro de Kells, escrito y pintado por cuatro monjes del siglo octavo, de cuando los cuadros se encuadernaban y los libros se contemplaban. Y las arpas tañían (pero ésa es otra historia)... Y entre tanto libro, ordenado en rangos en la sala larga, rangos en los que no cabe la letra jota (ni la jota, ni la ka, ni la u, ni la uve doble usaban los romanos, pero sólo me apena la ausencia de la jota), mirando los libros y las largas escaleras para llegar hasta los altos estantes, y la hilera de bustos de los escritores, Irlanda tiene el porcentaje más alto de Premios Nobel por habitante... Descabezo un sueñecito delicioso, que dura apenas unos largos segundos y alcanzan para repasar las imágenes del centro de Dublín y descubrir cuánta gente hay bajo el sol y cuánto puede el sol en el ánimo de la gente... Como en el terreno de rugby y en el de críquet, en torno a los cuales los estudiantes irlandeses y los «erasmus» se abandonan al calor del astro escaso y hablan y ríen y repletan de latas de cerveza los basureros y de cerveza procesada los meaderos, como simpáticos primates sonrosados que son. Y allí donde va, la gente lleva invariablemente una mochila en la espalda o un bolso de mano. Los pocos que no llevan nada en las manos o en la espalda suelen estar locos (un poco más locos) y poner nerviosos a los que llevan mochila o bolso de mano.

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Viernes
Hay que viajar lejos y perseguir curiosidades para encontrar lo consabido. Entre las curiosidades, yogur de ruibarbo, nombres en gaélico, barítonos que ejercen en la calle. Poco más, mínimas variaciones en el gusto de los alimentos, en el sentido de la circulación, en el puente de O’Connell, más ancho que largo. Y en el teclado de los cibercafés, atendidos por inmigrantes venidos del lejanísimo oriente, qzerty por azerty. Otra historia entrevista, gente de hoy, como lo fue la de ayer, que tiene otro pasado y conoce o ignora sus clásicos, que tiene su vida, como otras tantas.

Sábado
Para no hablar de quien no vino, la gente es la misma en todas partes, anda acompañada o huye de sí misma, quiere trabajar, o dejar de trabajar, o cambiar de trabajo y de talla, y no lo logra y se empecina, tiene ganas de reír y de hablar de otra cosa pero no siempre lo consigue y puede que llore por eso o se haga la desentendida. Tanto como quien quiere pasar desapercibido y acaba creando algún vínculo. Y aquí en Dublín, cuánta gente joven disfrazada, en plan qué bien lo pasaremos esta noche, con gana de reír (y se empecina), ahora mismo están haciendo ruido en una discoteca oculta, con el ánimo arriba-abajo, como ascensor en desuso, hablando a gritos una lengua incomprensible aun para ellos.

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Domingo
Para no hablar de la manera como un germano y un eslavo despachan respectivamente la tarea de cerrar unas persianas venecianas. «Respectivamente» indica que no lo hacen igual y con desigualísimo resultado. No cabe abundar en los estereotipos. Y no se debería, pero la tentación es grande de asignar a cada persona un animal, tótem o fetiche, o como se llame, como hacen los scouts y como no hacen las religiones del verbo, un animal que se le parece o que es metáfora o metonimia de su ser. Así la oveja o la grulla. No se debe, retiro lo dicho. En Malahide, a las afueras de Dublín, sólo se ve el jardín botánico por los bordes, pero vale la pena de los pies y el castillo por dentro. Los visitantes parecen solitarios, sentimentales, y más aun en el parque, cubierto de familias que crían sus pequeños en su mejor momento, la tarde del domingo. Y unos mozos que entonan los cantos que infligían muchos años antes otros mozos embriagados acaban por alegrar y entristecer definitivamente el ánima, tanto como otros dos, uno francés, valón el otro, a quienes se oye hablar entre ellos en inglés «para mejorarlo». Al anochecer, los dublinenses cenan cazuela de cordero a la irlandesa (irish lamb stew), que está buenísima, y se preparan (o no) para levantarse al alba menos una: Early to bed, early to rise makes a man healthy, wealthy and wise, escribió Ben Franklin antes de encender la luz.

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Lunes, de alba menos una
Taxi a través de la ciudad desierta, estrés de aeropuerto congestionado, la fila corta o la fila larga, controles, quitarse zapatos y correas, los pasajeros formamos culebras adormecidas y hambrientas pero movedizas, dóciles pero decididas. Esperando subir al Air Lingus, sobre el muro de la sala de espera puede leerse a Shaw, aquél que, a falta de lectura, leía el directorio telefónico local y se quejaba de lo despoblada que era la localidad, cuando esperaba no un avión, sino un tren en la India. Y de Yeats, The lake Isle of Innisfree. En mi tierra llamaban a esta poesía lárica, del hogar perdido de la infancia o por ahí. Nada que ver con el estrés de aeropuerto. Y por eso mismo, ejercicio de traducción:

The lake Isle of Innisfree
I will arise and go now, and go to Innisfree
And a small cabin build there, of clay and wattles made
Nine been rows will I have there, a hive for the honey-bee
And live alone in the bee-loud glade.

And I shall have some peace there, for peace comes dropping slow
Dropping from the wells of the morning to where the cricket sings
There midnight’s all a glimmer, and noon a purple glow
And evening full of the linnet’s wings.

I will arise and go now, for always night and day
I hear lake water lapping with low sound by the shore
While I stand on the roadway, or on the pavement grey
I hear it in the deep heart’s core.

La isla del lago de Innisfree
Me levante y me ponga en marcha hacia Innisfree
Y una choza levante con juncos y arcilla
Nueve hileras de alubias tenga y un panal
Y viva solo arrullado por las abejas.

Y tenga algo de paz allí porque la paz viene gota a gota
Desde las brumas del alba hasta el canto del grillo
Donde la medianoche es tenue luz y el mediodía rubor
Y el atardecer desborda de alas de pájaro.

Me levante y me ponga en marcha noche y día
Escuche el agua chapotear suavemente en la orilla
Esté yo quieto en la carretera o sobre el asfalto gris
La escuche en lo recóndito del corazón.

abril de 2005

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