Camelia y lúpulo
(Tres días en Inglaterra, 2)
País de bebedores de té y de cerveza, en Inglaterra todavía hay servicios públicos. No hablo sólo de buses y de trenes, de policlínicos y de oficinas de correo. Hablo de lugares donde aliviarse. La civilización es un lugar archipoblado donde se puede mear en paz, gratuitamente, sin que el aire apeste. Publica privatis petiora.
La separación entre lo público y lo privado no deja de ser problemática, sin embargo, tanto en la isla grande como en el incontinente. David Laws no nos contradirá. Un ejemplo, los ingleses llaman public schools a las carísimas y elitistas escuelas privadas. Que son, por lo demás, la vía más eficaz para convertir a los niños de su casa en hombres públicos, aparte del fútbol y el rock-and-roll.
Con todo, el país da la idea de estar en liquidación, como los servicios públicos, más o menos. No sólo por el pasado, sino por ahora mismo. Por el estado de la flota y, sobre todo, de la tropa. Pero será una impresión de fin de semana. La semana será otra cosa, laboriosa. Ahí están las familias para poner orden y los inmigrantes esperando turno.
Y la impresión de liquidación está también ahí a causa de la abundancia de tiendas de segunda mano, de antigüedades, de curiosidades, de impresos, de sellos y de postales. Lo que fue ya se vendió. Pero todavía queda. Compre uno, llévese dos.