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Camino de Santiago
3 octobre 2011

El confesor

Mi tía me cuenta una historia de cuando el propietario de la hacienda donde ella vivía, Don Salvador, era poderoso y pío. En ese orden. A los oídos de Don Salvador había llegado el rumor de que uno de sus trabajadores le robaba.  Don Salvador ya no durmió tranquilo hasta dar con la manera de descubrirlo y echarlo. Por ese entonces pasaba por la hacienda la misión que recorría los campos bautizando, confesando y casando. A don Salvador se le iluminó la vela, se vistió de cura y se metió en el confesionario, donde confesó a los trabajadores y al propio ladrón contrito. La penitencia fue severa y consistió en la expulsión fulgurante del trabajador manilargo.

Andando los años Don Salvador enfermó, se sintió muy desvalido y vio en este pecado la causa de sus males, un castigo de Dios. Embarcó a Europa y en Roma pidió audiencia con el Papa, quien lo escuchó en confesión y le impuso como penitencia la exigencia de que tomara los votos de pobreza. Don Salvador repartió la hacienda entre sus hijos y cedió unos terrenos a dos congregaciones, una de curas para que construyeran una escuela para niños, y otra de monjas para que construyeran una escuela para niñas. Mi tía lo recuerda entrando y saliendo de la iglesia, apoyado en su bastón, con ropa de buena calidad pero raída.

Atención a los pecados y atención al confesor. Uno de los confesores que oficiaba tiempo atrás en el propio San Pedro, en el Vaticano, era un impostor y fue desenmascarado por la Guardia suiza. La historia de Don Salvador no parece ser tan rara. Luis Buñuel cuenta en sus memorias cuánta gracia le hacía salir a dar una vuelta en sotana por Madrid.

Bu_uel

Por lo visto, no sólo en sotana.

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Commentaires
M
You're welcome, Karl. Me viene a la memoria otra historia de confesionarios que contaba mi tìo, al que cuando niño llevaban a confesar con toda su clase una vez por semana en fila india. Esperaban turno sentados frente al confesionario, donde atendìa un cura descreìdo y desmotivado que despachaba a los pecadores con penitencias estàndares. Asì hasta que fue el turno de un niño al que llamaban El Pelao. En medio del silencio sepulcral de la iglesia se abrieron de golpe las puertas del confesionario y saliò a toda carrera el Pelao y detràs de él el cura recogièndose la sotana para no tropezar, hasta perderse las dos figuras por el fondo del panorama.
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K
Gracias por todo el "insight" en ésta historia. Gracias de verdad. Ya empecé a seguir su blog.
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M
Gracias. La escuela a la que iba mi tío se llama El Salvador, en recuerdo de Don Salvador, que donó el terreno. La lógica de un personaje como don Salvador sería esta: Les requiso a estos inquilinos una parte de su salario y luego se la devuelvo convertida en establecimientos escolares. Para que aprendan.<br /> <br /> <br /> <br /> El Estado era yo, o sea.
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K
Buenísima ésta historia.
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