Una sala llena de Tintines
Spielberg secuestra a Tintín, como Zeus secuestró a Ganimedes. A cacharrazos.
El padre de la criatura no se opone porque está muerto y su albacea no se opone porque es un vivo. Con todo, me temo que de estar vivo el padre de la criatura tampoco se hubiese opuesto. Como tampoco está claro que el padre de Ganimedes se opusiese a Zeus. Spielberg y Zeus son relativamente irresistibles. Salvo para mi tío Pepe, que no había visto ninguna del maestro de Ohio (del Oyó, como dicen los franceses), hasta anoche tarde.
Tintín, el filme de Spielberg, le hizo reír, y la idea de envolver a los seres en movimiento es llamativa. Las narices de los personajes salen favorecidas con el resultado, las de Tintín, de Haddock y de la Castafiore. No todas, no las de Milú, ni las de Hernández y Fernández.
Pero lo marearon los cacharrazos, me cuenta, el océano y el desierto, la inmensidad que no se está nunca quieta. Le hizo gracia, en cambio, le tomó cariño al viejo carterista, se identificaría con él. De joven, mi tío se parecía a Tintín pero ahora se parece a Haddock.
Otra curiosidad pero no mucho, la sala estaba llena de Tintines.