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Camino de Santiago
11 avril 2012

El tiro errado

El escopetazo en el pie del niño Froilán nos recordó otras lejanas detonaciones.

Habíamos montado la carpa a campo traviesa. Al anochecer cenamos y luego nos tumbamos en los asientos extraidos de la citroneta a mirar la luna mientras nos acabábamos el vino. La luna había salido por la cordillera e iría, andando la noche, a ponerse en el mar. El vino era regional, del valle del Maule, y lo habíamos comprado en un almacén del vecino pueblo de Putú.

En cuanto nos fuimos a dormir, comenzaron las deflagraciones. Serán cazadores, nos dijimos, esperando que se mantuvieran a distancia y nos dejaran dormir.

Pero nos despertaron. Sería la medianoche pasada. Acezaban pidiendo ayuda. Con frases entrecortadas relataron el accidente, el disparo fallido, el cazador moribundo. Había que llevarlo al hospital, suplicaban. Nos costó dar con el lugar, a pesar de la luz de la luna. Junto al cuerpo tendido había un niño llorando, el niño que había errado los tiros. El cazador estaba muerto en el suelo y el niño estaba muerto de miedo.

No se levanta un cadáver hasta que no dé la orden el Juez. Fuimos todos al pueblo a despertar a los carabineros. El niño de los disparos tendría unos trece años y el muerto era su tío, un hombre joven. El niño vivía en la ciudad, estaba pasando las vacaciones en la casa de sus abuelos. La escopeta era de su padre, el niño la había tomado sin su permiso y había convencido a su tío y a otros dos para salir esa noche a cazar conejos.

Los conejos, justamente, nunca habíamos visto tantos ni tan alborotados como cuando volvíamos del retén policial hasta la carpa. Parecía que celebraban el fin de la cacería, todos corriendo al borde del camino. Nos venció el cansancio al alba y a la mañana siguiente volvimos al pueblo para unirnos al tristísimo velorio. Antes de despedirnos, contribuimos a la colecta para pagar el ataúd que el carpintero había fiado.

R

Óleo de Sandra Yagi

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Commentaires
J
Así es, S. En sí mismas, las cosas parecen insignficantes. Pero puestas unas con otras se cargan de sentido y no hay quien pueda con ellas.
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S
Plas, plas, plas. <br /> <br /> <br /> <br /> Hay un momento en que empiezan a torcerse las cosas y nada será como fue.
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J
Títulos alternativos: Ay, tío abuelo. La mala puntería. Pies en polvorosa. La bala loca.
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