El barco
Foto de Martí Villardefrancos
La foto de estos niños emigrantes que perdieron el barco en el puerto de La Coruña, en 1960, me recuerda al obelisco de la plaza pueblo belga que se llama del Perro del equipaje. En los años de la hambruna por la peste de la patata marcharon muchos lugareños a Winsconsin. A uno de ellos, a la hora de embarcar se le escapó el perro y corrió a buscarlo. Lo encontró, pero entretanto el barco había zarpado llevándose su equipaje. El barco naufragó en la travesía, el lugareño volvió a su pueblo, de donde nunca más volvió a salir, y el obelisco está ahí para recordar la historia.
Esas historias se perpetúan porque a todos nos gusta confirmar el adagio ese que dice que no hay mal que por bien no venga, aunque sepamos que no siempre es así. Estos niños probablemente embarcaron en el navío siguiente y su vida transcurrirá como si hubiesen embarcado ese mismo día de la fotografía. Aunque la lleven en la cartera, y a veces la miren cuando nadie los ve.