Otro verano
Cualquier australopiteco recién llegado sabe que el verano se termina en el hemisferio norte en el mismo momento en que despunta en el sur. El verano no alcanza para todos, o sea, como el anticiclón de las Azores, y esto vale incluso para los trópicos, donde el estado de verano perpetuo hace que el verano no sea verano.
Lo cierto es que el regreso de los veraneantes y los preparativos para la famosa rentrée, el fresco que gana las mañanas y el pardo que asoma por las hojas de las hayas, el sol que carga al este y se pone cada día más temprano no dejan lugar a dudas. Se acaba el verano. Lo digo sin asomo de tristeza. Cada vez que en medio de un anochecer mirábamos al cielo tratando de retenerlo, sabíamos que ya lo habíamos dejado ir.
Hay una película, que no he visto, que se llama Fin aout, début septembre, y contará lo que ocurre en estos días en que andamos algo sensibles por lo que el verano fue y sobre todo por lo que no fue. También hay otra película que sí vi cuando tenía 17 años, ese Verano del 42. Entonces no tenía ninguna razón para añorar un verano que no había vivido. Debería haberlo olvidado por lo tanto, y, sin embargo, lo recuerdo.
Cualquier australopiteco sabe que no hay lugar para la nostalgia ni aun durante la última tarde de domingo del verano, porque en cuanto acaba un verano despunta el siguiente. Habrá que cuidar de no resbalar en el invierno, pero, como dice Heaney, que ha muerto en estos días, este año tengo, para el hielo, el bastón de mi padre.
Oleo de Sybilla Merian