La volea de Oyarzábal
No lo mostramos a menudo pero mi tío Pepe y yo cerramos los ojos y vemos balones y medimos los espacios siderales en campos de fútbol y el tiempo cronólogico en copas del mundo. Así fue como anoche vimos que la moneda caía del lado francés.
Hubiese sido bonito que la volea de Oyarzábal venciese la mano de Llorís, me dijo enigmáticamente después, y haber vivido unas prolongaciones de infarto, con balones en el larguero y tapadas magistrales, y así hasta embocar el último penaltí.
Pero las finales hay que jugarlas para ganarlas o perderlas. En este último caso mi tío se recluye en su cueva para lamerse las heridas y no va por ahí soltando burradas como un vulgar gilipollas. La verdad de las cosas, como decía Míster Huifa, es que yo se lo agradezco.
PS/ También se agradece que al día siguiente la portada del NYT no diga ni media palabra sobre este penoso asunto.
PS 2/ Ahora bien, me responde un señor que no está hablando conmigo: decepcionarse duele más que enfadarse.