Una alegría provisoria
De los muchos usos que el Mundial permite, el de mi tío es alegre y melancólico. Se trata de una melancolía artificial eso sí, tanto como de una alegría provisoria. ¿La selección española muerde el polvo en Bahia y Rio de Janeiro? El resultado le trae el recuerdo de la decepción de Viña del Mar, medio siglo atrás, en el mundial de 1962.
Entonces España perdió la serie contra Brasil y Checoslovaquia, que acabaron siendo campeón y subcampeón. Brasil defendía su primera estrella, conquistada cuatro años antes, en Suecia, y dejó en el camino también a México, Inglaterra, Chile y Checoslovaquia, con abultados marcadores. Salvo el del duelo con España, dominado por la Roja, a quien el árbitro anuló un gol perfectamente válido. La larga serie de los no-goles se abrió entonces y ya no cerró hasta el 2008, en Viena.
Viña del Mar estaba a un paso y se ha vuelto a quedar lejos. Al hombre viejo que es mi tío ver que las ciudades en que ha vivido van quedando asociadas a victorias y derrotas le despierta una breve melancolía artificial que deja paso a una alegría cada vez más provisoria.