No voto, luego opino.
Bélgica es un país pequeño pero muy poblado, complejo pero no necesariamente complicado, lleva años entenderlo y al menos un par de párrafos intentar explicarlo.
Es un país estable, a pesar o a causa de la fractura central que lo atraviesa, el escollo comunitario y lingüístico. Al norte, la comunidad flamenca, de raigambre germánica, mayoritaria. Al sur, los valones, latinos en una versión ultra septentrional. Y al centro, Bruselas, enclavada en tierra flamenca pero habitada mayoritariamente por francohablantes. Los tres grupos políticos tradicionales en ambas comunidades obedecen a los signos ideológicos clásicos, liberales, democratacristianos y socialistas, a los que se suman los ecologistas y la extrema derecha que, del lado flamenco, tiene un componente separatista y recoge un cuarto de los votos.
Con todos esos parámetros, no hay partido político que pueda pretender conquistar el poder y ejercerlo en solitario. La política y el gobierno en Bélgica se ejercen trabando acuerdos, deshaciendo y recomponiendo alianzas a intervalos más o menos regulares.
Los belgas tienen de ellos mismos una imagen teñida de surrealismo, pero son personas extraordinariamente realistas que han llevado a la práctica desde hace cincuenta años el viejo adagio parriano que dice que la izquierda y la derecha unida jamás serán vencidas. Por esa vía han construido su propia versión de la socialdemocracia europea, con prestaciones sociales de relativa calidad al alcance de la gran mayoría de ciudadanos y una reconversión en la economía de servicios, más exitosa en Flandes que en Valonia, con Bruselas valiéndose de su posición estratégica de capital europea.
De tal suerte que los principales partidos belgas, liberales, democratacristianos y socialistas, son conservadores. El partido liberal lo es por naturaleza y el partido socialista basa su estrategia en la defensa y conservación de la estructura institucional, frente a la constante puja flamenca por más competencias y frente a la puja de los liberales por mejores condiciones para los patronos e inversionistas. La democracia cristiana, rebautizada como humanista, apoya su propuesta en una operación de marketing que pretende erigirla en catalizador del desarrollo sostenible aliando liberalismo económico y protección social.
Los ecologistas, por su parte, representan una apuesta de futuro que se mantiene minoritaria y demora en calar suficientemente. Hace siete años, la llamada crisis de la dioxina puso en la mesa de los belgas la evidencia de las condiciones calamitosas de producción de la alimentación industrial y disparó el voto ecologista hasta el doble de su nivel histórico, permitiendo una alianza inédita entre socialistas, liberales y ecologistas que defenestró del poder a los democratacristianos, enquistados en él tras cincuenta años haciendo de bisagra. Los ecologistas ganaron las elecciones pero perdieron las negociaciones posteriores y su participación en el gobierno fue tan limitada en los hechos como maltratada en los medios.
Así las cosas, el probable resultado de las elecciones de hoy, 10 de junio, será una recomposición de la alianza entre democratacristianos, los únicos que aumentarán votación, y los socialistas o los liberales, en función de cuál de estos conglomerados pierda menos votos. Los sondeos indican que perderán votos los liberales en Flandes y los socialistas y liberales en Valonia. Pero como Valonia cuenta menos que Flandes, la coalición resultante será probablemente democratacristana-socialista. Los resultados, a partir de las ocho de la noche.
Imagen, por Rino Noviello, de la fiesta tradicional en torno al combate entre San Jorge y el dragón, en la ciudad de Mons.
PS a media noche: Los resultados a esta hora muestran que en Flandes gana ampliamente la democracia cristiana y pierde notoriamente el partido socialista. En Valonia y Bruselas pierde también, pero en menor medida, el partido socialista y ganan votos los ecologistas. Es probable que los partidos flamencos tradicionales se coaliguen para intentar convertir el resultado de estas elecciones en una nueva reforma del Estado que transfiera más competencias al poder regional flamenco. Los francófonos se defenderán como puedan, en esta nueva configuración poselectoral, que les es abiertamente desfavorable. Los ecologistas salen fortalecidos, más en Valonia que en Flandes, pero es improbable que consigan imponer los asuntos que privilegian en la agenda de la negociación.
Por primera vez, he seguido los resultados de una elección enteramente por internet, sin encender ni una sola vez el televisor.