El terremoto (6)
por Adolfo Estrella
Un terremoto es algo serio. Se remecen los cimientos, los físicos y los existenciales. A algunos de los habitantes de este planeta la vida se les terremotea más que a otros, dependiendo de la placa tectónica sobre la cual han nacido. Nacer sobre un terreno movedizo probablemente forja el carácter pero no quita el miedo. Nadie le pierde el miedo a un terremoto, aunque su biografía pueda ser ordenada por hitos telúricos. Nacer o vivir sobre un territorio que se mueve aumenta las probabilidades de pasarlo mal en la vida. Pero, como siempre, lo pasan peor los que lo pasan mal habitualmente, con o sin terremotos. Curioso. Chile no es Haití, pero los pobres de Chile lo están pasando peor que los que no son pobres en Chile. La placa tectónica es democrática pero la distribución de la riqueza no lo es y eso tiene que ver bastante con que se te caiga o no la casa encima. La geología es ciega pero las clases sociales no lo son: distribuyen muy bien los privilegios. Y los ladrillos.
Con este terremoto termina el sueño de un país común. Hay muchos países dentro de Chile. Veinte años de Concertación no fueron capaces de construir un país integrado socialmente y justo desde el punto de vista de la distribución de la riqueza. Por el contrario, han aumentado las diferencias y eso es grave para un proyecto político que se decía democrático e integrador. Las débiles mejoras en este aspecto se deben a políticas asistenciales y no de redistribución.
Chile es un país de excluidos, hasta ahora débilmente integrado mediante los créditos al consumo, las promesas de futuros esplendores a través de la mentirosa teoría del chorreo, and last but not least, por la Teletón. Y cuando el suelo se remueve se hacen más visibles los excluidos que, hasta ahora, los que estaban en la zona VIP de la sociedad, no querían ver. Pero el miedo a los excluidos ha estado existido siempre. La imagen de vecinos, después del terremoto, cuidando a sus condominios con escopetas es la prolongación de la imagen de los mismos condominios, antes del terremoto, vigilados por guardias privados, miserablemente pagados, dicho sea de paso. El miedo al otro fue exacerbado durante la dictadura y prolongado durante la dinastía concertacionista, no ha nacido ahora.
Lo que está pasando, más que una crisis de país es una crisis de legitimidad del Estado chileno. Con alta probabilidad Piñera logrará reconstruir la economía, aumentando el PIB mediante la actividad de las obras públicas. Muchos se enriquecerán pero, como con las políticas de sus antecesores, el crecimiento económico no significará gran cosa para las mayorías excluidas. Espero que esta crisis estimule la aparición de nuevos actores políticos, con proyectos de cambio diferentes a los de un llamado centro izquierda, somnoliento y carente de iniciativas.
Foto de Fernando Vergara