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Camino de Santiago
chile
21 février 2015

Luna de miel en Entrepiernas

Sobre la toponimia chilena, tan graciosa a menudo -Sal si puedes, Peor es nada-, tan triste a veces -Isla Desolación, Golfo de Penas, Seno Última esperanza-, Nicanor Parra sentenció: «Este país debería llamarse Violeta. De lo contrario que se llame Chuchunco».

A punto estuvimos de detenernos en Chuchunco, como en Entrepiernas. Allí se me ocurrió una pregunta: ¿Habrá gente que pueda sostener que vive peor desde el regreso de la democracia? Habrá, pero no serán muchos, porque en el último cuarto de siglo, tras el paréntesis siniestro de la dictadura, resulta evidente que las condiciones de vida de la gente han mejorado. Ya sé que, simultáneamente, ha aumentado la desigualdad, y que el acceso a la salud, a la educación y al ocio de calidad siguen estando bajo mínimos para la mayoría. Aun así, la gente se comporta como si hubiese aprendido nuevos hábitos de consumo en las universidades que han florecido como añañucas después de la lluvia, privadas de calidad pero no de precio. Se queja con razón alguna gente de que las grandes empresas chilenas tienen el poder de hacer lo que quieren, más que el Estado. Y más que el Estado vecino, según se comprueba al paso por los países limítrofes.

En otro sentido, no sería mucho pedir que al desarrollo lo acompañase un subidón del nivel de la banda sonora, de la música que se impone en los lugares de esparcimiento. Que estropean el paisaje con la Sonora Culiandanga, quiero decir. Hay también otros detalles. Se construyen carreteras que no están mal, pero cuya señalización es deficiente o lamentable, según. Y, ojo, que nunca nos perdimos por esos caminos. Los conceptores dan los implícitos por sabidos, por no saber explicitarlos. Y lo cobran caro, a través de múltiples peajes, materiales y virtuales. 

Y sin embargo, se mueve. El primer año del segundo gobierno de Bachelet ha sido muy criticado, justamente, pero ha traído unas cuantas reformas de peso -tributaria, de unión civil. La educación espera turno, las reformas siempre llegan tarde cuando llegan. Todo esto, sin desestabilizar fundamentalmente la vida social. Será poco, pero «es no menor», como dicen algunos.

Eso también, por último: cuánto personaje perorando amarrado a una silla. No sé por qué no los liberan en Sal si puedes. En Entrepiernas, no, que allí quiero volver yo de luna de miel.

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14 février 2015

Un diario

En el quiosco cuelga Pulso, un diario que no conozco. Le tiendo a la quiosquera el importe, una moneda de 500 pesos.

-Al tiro se lo saco, me dice.

-¿Es el único ejemplar que tiene?

-Sí.

-O sea que sólo vende uno al día.

-No. El de ayer no lo vendí.

Lo leo de cabo a rabo. Es harto malo.

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9 février 2015

Domingo en la playa

El muchacho escribe en la arena mojada «Te amo». Podría haber escrito «Te deseo» o «Qué ganas tengo de follar» o, en buen chileno, «Una cachita, no más, es lo que pido». Pero escribe «Te amo», se arrebola, saca una foto y se sienta a esperar a que venga una ola y lo borre.

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Diario del Cono Sur, 12

26 juin 2014

Una alegría provisoria

De los muchos usos que el Mundial permite, el de mi tío es alegre y melancólico. Se trata de una melancolía artificial eso sí, tanto como de una alegría provisoria. ¿La selección española muerde el polvo en Bahia y Rio de Janeiro? El resultado le trae el recuerdo de la decepción de Viña del Mar, medio siglo atrás, en el mundial de 1962.

Entonces España perdió la serie contra Brasil y Checoslovaquia, que acabaron siendo campeón y subcampeón. Brasil defendía su primera estrella, conquistada cuatro años antes, en Suecia, y dejó en el camino también a México, Inglaterra, Chile y Checoslovaquia, con abultados marcadores. Salvo el del duelo con España, dominado por la Roja, a quien el árbitro anuló un gol perfectamente válido. La larga serie de los no-goles se abrió entonces y ya no cerró hasta el 2008, en Viena.

Viña del Mar estaba a un paso y se ha vuelto a quedar lejos. Al hombre viejo que es mi tío ver que las ciudades en que ha vivido van quedando asociadas a victorias y derrotas le despierta una breve melancolía artificial que deja paso a una alegría cada vez más provisoria.

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5 avril 2014

El 8.2

El martes 1 de abril sobre las nueve de la noche, en Iquique, en el norte de Chile, la tierra se echó a temblar. El remezón alcanzó el ribete de 8.2 grados Richter.

Un temblor de esa magnitud son palabras mayores y, sin embargo, el terremoto se saldó sólo con seis muertos, uno de ellos por aplastamiento. Los daños ocasionados por la sacudida pueden considerarse menores en relación a su intensidad (el 8.2 de Iquique se cuenta entre los mayores sacudones registrados desde que hay registros fiables), y cabe preguntarse por qué.

La región tocada por el seismo, el llamado Norte grande chileno, está poco poblada y abriga sólo a unas cuantas ciudades portuarias rodeadas por el desierto de Atacama. Las normas de construcción antisísmica en vigor en Chile son estrictas y, por lo visto, se cumplen. A los estudios de suelo se suman la exigencia de la utilización de hormigón armado y la instalación de disipadores de energía que permiten que las edificaciones se acompasen con el movimiento de la tierra. Por último, una acumulación de saber ancestral reformateado por normas de gestion actualizadas dan como resultado una cultura sísmica que hace que la población no agrave con su descontrol el desacato natural.

«Un terremoto echa abajo en un instante las más firmes ideas» escribió Darwin, a propósito del terremoto de 1835, que lo encontró en tierra chilena. No todo el mundo tiene ideas para verlas derrumbarse. Sensaciones, sí, y muchas. Y la gente no se priva de comunicarlas. A este, el temblor lo pilla en el techo, a la de más allá en el subterráneo.

O en el trono. Como a Michele Bachelet, quien despidió su gobierno anterior, en febrero de 2010, con un 8.8 y recibe su segundo mandato con un 8.2. Si la gestión del primero por parte de su gobierno fue considerada como calamitosa, en este parece estar haciéndolo mejor. Un objetivo modesto, pero considerable.

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Iquique, desde la duna

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30 décembre 2013

El pantalón de recambio

El día 6 de enero, en LA, CA, mi amigo JM exhibe dos series de fotos de los tiempos analógicos. Ilustra la invitación una de JB en Brasil, en 1981.

La imagen viene al pelo porque en esos tiempos analógicos, antes de Brasil, JB estuvo en Chile en pleno pinochetismo y, 33 años después de aquella visita, planea volver. Tendría tres cosas que contar de ese entonces, pero lo dejo en dos. En la conferencia de prensa final, a punto ya de embarcar JB rumbo a Brasil, había más hombres de gris que periodistas. Los hombres de gris fotografiaban a los periodistas y los periodistas fotografiaban a los hombres de gris. En blanco y negro, por supuesto.

En otra ocasión, JB cantaba para un grupo reducido y, por accidente, una periodista cultural volcó un vaso de vino tinto sobre los inmaculados pantalones de la estrella, que en seguida se eclipsó y reapareció un par de minutos más tarde vestida con otro pantalón blanco inmaculado. Desde entonces sé que una estrella siempre tiene un pantalón de recambio a mano.

JB

PS / Entre las fotos de JB en Brasil, ésta, en São Paulo, con la estrella, el fotógrafo, el intérprete, Eduardo Suplicy, Lula, un par de niños y una botella de Brahma. Nótese que la estrella y Lula miran al fotógrafo, en cuanto Suplicy mira intensamente a la estrella.

Publicidad / Entre las fotos expuestas, aquélla del sombrero de Jipijapa (8x10, enmarcada, US$ 250).

23 novembre 2013

Las envenenadoras camerunesas

No sé si escribir algo sobre las envenenadoras camerunesas o sobre la promoción del libro y la lectura.

Para no meterme en forros, me decanto por lo segundo. Abordaré la cosa a escala local. Echevarría decía hace días que la gente no lee ahora menos sino más, sólo que no lee libros sino guasapes. Que no lee no por el IVA sino porque está leyendo. Puede ser. Mi tío se acuerda de haber comprado en Buenos Aires en los primeros años ochenta un libro que se vendía en los quioscos de diarios impreso con una tapa diferente de su contenido. Ya eran ganas de leer. También, en los años que siguieron a la redemocratización se puso de moda en Chile leer libros palpitantes, por lo que cundían las ediciones piratas vendidas a pie de calle. También serían ganas de leer.

En el mundo rico y moderno se publica una cantidad asombrosa de libros y se venden otros tantos, y a los invendidos se los hace picado rápidamente para publicar otros nuevos. No así en el tercer mundo donde se publica poco y los libros se venden y revenden una y otra vez en las ferias persas. En todo ese vaivén, algo se leerá, porque en las letrinas que frecuentaba mi tío en su infancia solían colgar libros que tenían una doble función. Y yo lo veía cruzar la calle hasta el puesto de libros y revistas de la avenida, donde cambiaba por cuatro chauchas sus novelitas releídas de Silver Kane por otras aún por leer y llenas de promesas. Silver Kane, que se llamaba por cierto González Ledesma y era barcelonés («Nadie va a leer novelas del Oeste escritas por un tal González», le habrían dicho en la Editorial Bruguera).

A lo que voy. Un vecino de mi barrio ha fabricado una casina que tiene algo de buzón y algo más de pajarera, la ha pintado de verde e instalado en el soportal de su casa, en la que dispone unos cuantos libros para que se los lleve y los lea el distraído paseante. Cada vez que paso por delante, a diario, no puedo dejar de investigar el contenido y reprimir el impulso de llevármelos todos conmigo. A eso le llamo yo promover la lectura, y lo demás son tonterías. Aunque tal vez esté mi vecino llevando a cabo un experimento sociológico, como el de mí tío con las camisas, cuya descripción dejo para una de estas largas noches de invierno.

Lo de las envenenadoras camerunesas (les empoisoneuses camerounaises, en camerunés suena aún mejor) también queda para otro día. Digamos por ahora que cundieron tiempo atrás los matrimonios de maduros señores belgas con impetuosas  jóvenes camerunesas. Hasta ahí, viva la Pepa. El problema es que esos señores se han ido muriendo casi todos, uno tras otro. Envenenados, según parece. Los habrán matado a polvos y rematado a polvitos.

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19 novembre 2013

Una buena ocasión para ver «No»

Ayer fue día electoral en Chile, una buena ocasión para ver No.

Como se sabe, la película cuenta la campaña del plebiscito de 1988, una consulta que buscaba prolongar la dictadura de Pinochet por vías electorales.

La película está bien. Sobre todo en cuanto integra felizmente material documental de la época con la historia que cuenta, la de un publicista exitoso que se embarca en la campaña publicitaria a favor de la opción del voto No en ese plebiscito. En torno a él, varios protagonistas históricos de los hechos de 1988 se representan a sí mismos en el filme dos décadas más tarde, y sus figuras avejentadas enlazan con la época y marcan, al mismo tiempo, la distancia que media ya con ella.

El tono de las imágenes, su coloración, es la propia de la televisión de esos años, ese deslavazamiento como de polaroid. Y no sólo los colores, también el pulso de la película es el de la tele de ese entonces, la que vería Larraín cuando niño.

Y luego está la tensión argumental entre la eficacia de la comunicación publicitaria y la ineficacia del discurso ideológico, tensión que expresa otro enfrentamiento, el de una sociedad cavernaria versus una sociedad llamémosla moderna. En medio de ese tira y afloja, la circunstancia personal del publicista se juega también al sí o al no, al ser o no ser del protagonista.

Por ponerle uno, le pongo un pero y, como soy el último en ver la película no seré el primero en ponérselo: según el planteamiento inicial del filme, fue la presión internacional, encabezada por Norteamérica, la que llevó a Pinochet a convocar ese plebiscito y a correr el riesgo de perderlo, y, otra vez, fue esa misma presión internacional, y sólo ella, la que obligó a un sector del pinochetismo, representado por Matthei, a reconocer la derrota electoral en el mismo momento en que el entorno más próximo a Pinochet se disponía a negarla.

Lo que equivale a decir que los norteamericanos estuvieron detrás del golpe en el 73 y también tras la caída de Pinochet, en el 88. Lo que es innegable. La presión popular, sin embargo, que se desató de manera más o menos espontánea e inesperada a mediados de 1983, pilló desprevenido al pinochetismo y, sobre todo, le demostró que la pura represión, por violenta que fuese, no era argumento suficiente para ganar la batalla de las imágenes.

Esa batalla Pinochet la tenía perdida, pero aún hacía falta saber ganarla.

15 novembre 2013

Ampliamente, Bachelet

Elecciones presidenciales en Chile. Iba a escribir algo cuando leo este resumen en Le Monde:

«Si hay que creerle al Washington Post ni el propio Shakespeare habría imaginado una historia mejor. Dos familias amigas, separadas por el destino. Este domingo los chilenos deberán elegir entre Evelyn Matthei y Michelle Bachelet (los otros siete candidatos no tienen opciones, según los sondeos). La primera es la hija del general Fernando Matthei, uno de los pilares de la dictadura de Pinochet; la segunda, la heredera de Alberto Bachelet, un general torturado y asesinado por esa misma dictadura. Para los analistas, no caben dudas: Michelle Bachelet, presidenta entre 2006 y 2010, sucederá al millonario de centro-derecha Sebastián Piñera en La Moneda. Sólo queda por saber si lo conseguirá ya en la primera vuelta. Su programa, en todo caso, promete una orientación más cargada a la izquierda que la de su primer mandato, según el Guardian y el Wall Street Journal. Sensible al movimiento estudiantil que sacude el país, Bachelet se ha comprometido en favor de la educación gratuita -financiada por un aumento de los impuestos a las empresas- y la consolidación de la seguridad social. Intentará también cambiar la Constitución, heredada del pinochetismo. Bachelet beneficia de un alto nivel de simpatía popular, pero está por ver qué conseguirá hacer con él. Ella misma se cuida de cualquier milagrerismo, según The Economist: Se puede ser popular sin ser populista».

 Tal vez sólo quepa añadir que la propia derecha espera más o menos secretamente ser derrotada en la primera vuelta. De ser así, Bachelet conseguiría una amplia legitimidad gracias a su, digamos, 51% de los votos. De no ser así, su legitimidad sería aun mayor al resultar elegida en la segunda vuelta con una votación probablemente superior al 70%.

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25 octobre 2013

Los adultos infantilizan a los recién nacidos (actualizado)

Creía yo que en el pueblo de mi tío Pepe éramos unos originales por eso de que cuando te asomas a la calle y gritas «Josepepe» llega todo el pueblo corriendo.

Y no. Parece que en todas partes semos iguales, como muestra el mapa éste. Que tiene un interés añadido y es que ayuda a conciliar el sueño.

Source: Externe

En Chile, ahora mismo, el nombre más dado a los niños es Agustín, informa la radio Cooperativa. Cuarenta años después del golpe de Estado, el nombre del tirano reaparece en las pilas bautismales... convertido en diminutivo. No sé yo cómo interpretarlo. Pero tal vez todo esto no sea más que la espumilla de los días y el dato duro esté en la reculada de José y María, al contrario de lo que ocurre en Texas. Por lo demás, que los tres nombres más dados a los niños chilenos (Agustín, Benjamín y Martín) sean diminutivos prueba una vez más que los adultos infantilizan a los recién nacidos.

24 août 2013

Superciudadanos en góndola

En cuanto cumplían 18 años, los chilenos solían inscribirse en los registros electorales y participar activamente en los periodos de elecciones. Como se sabe, en septiembre de 1973, hace ahora cuarenta años, el ejército chileno bombardeó el palacio presidencial y destruyó esos registros.

El país recuperó la democracia en 1989 y los registros electorales fueron reconstituidos. El derecho a voto reconquistado sólo han podido ejercerlo, sin embargo, quienes viven en Chile. Los chilenos del extranjero siguen sin poder votar.

Desde entonces, todas las iniciativas legislativas tendentes a reconocer el derecho a voto de los chilenos en el exterior -un derecho que ejercen, por lo demás, no sólo los ciudadanos de las democracias con cierta raigambre, sino también ciudadanos de países con menos tradición democrática que la chilena- han sido abortadas en el Parlamento: por tratarse de una modificación constitucional, ésta exige una mayoría cualificada, de manera que la capacidad de bloqueo está al alcance de un grupo parlamentario minoritario.

Las fuerzas políticas que han bloqueado esas iniciativas lo han hecho movidas por un cálculo electoral. Como la dictadura de Pinochet supuso la salida del país de miles de chilenos, el frente de los antivoto cree que de poder votar los chilenos del extranjero lo harían como un bloque contra los pinochetistas de entonces. También en eso se equivocan. El cálculo electoral es legítimo, lo impresentable son los argumentos con que lo presentan. El presidente del partido del presidente Piñera, Carlos Larraín, resumió una vez así su postura: ¿por qué van a tener que decidir los destinos de Chile los que se pasean en góndola por Venecia?

A tal solidez argumental se suma ahora este razonamiento expuesto por John Müller en el diario El Mercurio: si los chilenos en el extranjero pudiesen votar en Chile, se convertirían en superciudadanos, puesto que muchos de ellos ya votan en los países donde residen. Si votasen también en Chile votarían dos veces, o sea. Parece un argumento con más peso que el de la góndola, pero en rigor se trata de una actualización de la teoría de la navegación veneciana.

En los hechos, la mayoría de los chilenos de fuera viven en países como Argentina, Estados Unidos, Canadá y Australia, donde las condiciones de acceso a la nacionalidad son restrictivas, por lo que la capacidad eventual de ejercer el doble derecho a voto es muy limitada. De reconocerse alguna vez el voto a los chilenos en el extranjero, quienes podrían votar dos veces son aquellos que viven en países que aceptan la existencia de la doble nacionalidad. España y alguno más.

Por otra parte, la góndola ya no es lo que era y, a causa de algún gondolero cabeza loca, votar en un consulado resulta harto más seguro que pasear en góndola.

5 août 2013

Los 33, tres años después

Los 33 (y 34)

¿Quién se acuerda hoy de los 33 mineros de la mina San José, en el norte de Chile, de sus 69 días bajo tierra, en 2010, y de su exitoso y aparatoso rescate? ¿Quién los recuerda, tres años después? ¿Ni ellos mismos? 

No seamos injustos, la Justicia los recuerda. A su manera, puesto que por estos días los Tribunales de justicia chilenos han rechazado definitivamente por improcedente la demanda que habían interpuesto los mineros reclamando una indemnización por parte de los propietarios de la mina. 

Como se recordará, los mineros quedaron atrapados tras un derrumbe que bloqueó la única entrada a la mina. Se estimó por ese entonces que haber habilitado una salida de emergencia habría costado 500 dólares a los propietarios de la mina. Pero no lo habían hecho, y el rescate acabó por costarle 30 millones de dólares al Estado chileno.

«Que esto no vuelva a ocurrir» fue la conclusión del último minero rescatado en octubre de 2010, podría recordarse también. Y nos acordaremos todos del chiste que se contaban a ellos mismos los mineros en el fondo de la mina: ¿Qué estaría haciendo yo ahora si no estuviera encerrado al fondo de esta mina?... Estaría encerrado trabajando al fondo de esta mina.

Por mi parte, y en vista de la sentencia, me acuerdo de un editorial del Wall Street Journal, según el cual fue el capitalismo el que salvó a los mineros. Salvados éstos, tres años más tarde era de justicia elemental salvar también a los propietarios de la mina. Ya está hecho. La justicia tarda pero llega.

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Foto de Carly Lyddiard

11 novembre 2012

Una historia personal del chorizo

R

Hoy es once de noviembre, San Martín. Hay quien por estas fechas se pone una amapola en la solapa y quien se pone a hablar de chorizos. Es lo que me propongo hacer aquí, sin ir más lejos, a cuento de esta frase de Mendoza que trajo Sámuel: El cosmopolitismo es proporcional a la lejanía del chorizo.

Yo nací en un pueblo en un valle central de Chile, con su plaza, su iglesia, el cine, un club social y la zapatería La Reina. Un pueblo donde los comerciantes eran todos asturianos. Bueno, todos no, también había un santanderino.

Aparte de la compra al por mayor y de la venta al detalle, la principal ocupación de esos trabajadores consistía en reproducir una Asturias en miniatura, con su bolera, su hórreo, su Santina, sus cantos de la Pastorina y de Juanín de Mieres, su sidra, su lagar y su gaita. Y su San Martín. San Martín es el nombre que se da en Asturias a los embutidos de cerdo, por mor de la fecha de la matanza, hacia el 11 de noviembre, a las puertas del invierno.

El ser humano engorda al cerdo cuando sobra la comida, en verano, y come de él durante el invierno. De manera que los astures de ese valle chileno cumplían con el ritual en condiciones locales y, en sus mesas, el puchero, la fabada y el pote llevaban San Martín casero. Mi padre se comía primero lo demás y dejaba el San Martín para el final. Yo no.

Pero si el chorizo chileno estaba bueno, no podía compararse ni material ni espiritualmente con el que llegaba de la lejana tierrina. En ese tiempo los viajes eran esporádicos y lentos, lo que disminuía el alcance material del chorizo y aumentaba su valor espiritual. El chorizo asturiano sabía a gloria. Sabía a manos de madre lejana.

A ese trasiego bendito se oponía un adversario de talla, que obedecía al mayúsculo nombre de SAG. Chile es una suerte de isla a gran escala, donde la cordillera de los Andes, el océano Pacífico, el desierto de Atacama y el Polo Sur oponen unas gigantescas barreras naturales y protegen de las variadas pestes que asuelan el ancho mundo, la mosca de la fruta, la mosca tse tse y la mosca cojonera. Y lo que el mar y la montaña dejan pasar lo atrapa el estricto Servicio Agrícola y Ganadero, ágil frente a toda clase de bacterias y bichos, incluido el chorizo. O sea que si llevas una amapola en la solapa o un chorizo en el neceser cuando bajas del avión, te los quitan. En rigor, sólo los retienen. Al revés, no hay problema. Puedes salir de Chile vestido a lo Arcimboldo, o a lo David Byrne, o tocado como una musa griega, y el SAG te azota con el látigo de la indiferencia.

Entre mis astures el deporte favorito, además de los bolos, consistía en desafiar al SAG. Cualquier estrategia era buena para pasar por la aduana chilena los chorizos que te daban en el pueblo a la hora de la despedida de Asturias. Los chorizos y el queso. El queso de los Beyos, pase. ¡Pero el Cabrales! ¡Lo que puede apestar el Cabrales tras una travesía transoceánica! Así es la distancia, sin embargo, como el viento que apaga el fuego pequeño y enciende el grande, como cantaba Modugno, que tenía el defecto de no ser asturiano.

Podría agregar un último pormenor a esta historia personal del chorizo y es que mis hermanas aseguran que, en la mesa familiar, cuando ar niño no le gustaba la cena la madre iba y le freía un chorizo. No sé yo si era para tanto. O será que las madres saben que los hijos nacen para alejarse un día del chorizo y los pertrechan para ese largo viaje.

Así fue como me alejé yo también un día. Sin acercarme, hélas, al cosmopolitismo.

11 janvier 2012

El muchacho muerto

 Diario de Chile (10 + 2)

 

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En Punta Quelén está esta roca donde alguien pintó el retrato de un muchacho y escribió un mensaje. Alguien también vino detrás y emborronó el conjunto con pintura oscura. Sólo se distingue ya el nombre de pila del muchacho, Luis, y las últimas palabras del texto, «tu muerte».

Tratándose de Chile, es imposible no pensar en una muerte violenta. Un detenido desaparecido tal vez, alguno de quien alguien trata de mantener viva su memoria y elige como memorial un lugar apartado. Y otro se opone. No pude averiguar nada porque no había nadie. Tal vez sea mejor así.

En Punta Quelén llueve a veces y a menudo hay bruma. Y ahora puede estar pegando el sol. Sobre la roca suelen parar a descansar cormoranes y bandurrias.

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8 janvier 2012

Chile y algo +

Diario de Chile (10 + 1)

ASOCIAR LOS TÉRMINOS Parra y Chile es un ejercicio probablemente ocioso. Todo lo que Parra ha escrito está asociado de antemano a Chile, al habla chilena y, por consecuencia, al espíritu de Chile, que, de existir y de estar en alguna parte, estará en la antipoesía. Incluso cuando Parra traduce poesía rusa o inglesa se está refiriendo a Chile, así se refiera al Olimpo o a los quintos infiernos.

Sin embargo, no debe de haber otro autor en Chile más cosmopolita que Parra, que ha aguzado su brújula en los cuatro puntos cardinales a la búsqueda de Lao TsE y de Cervantes, de Shakespeare, Nietzsche, el Martín Fierro y las Páginas Amarillas.

Por eso mismo precisamente, cuando Parra escribe la palabra Chile hay que prestar particularmente atención a lo que sigue. Lo hace a menudo. Memorable es el poema con ese título que cierra la Obra gruesa, uno de aquellos que varias generaciones de nativos nos sabemos de memoria.

A fines del 2o11 se publicó el segundo tomo de las Obras completas y algo +, consistente trabajo editado por Ignacio Echevarría y Niall Binns, que reúne el conjunto de la obra parriana entre 1975 y 2006. El volumen se cierra con las Obras públicas, expuestas ese último año en Santiago. Como se recordará, en ese sonado evento Parra colgó la imagen de los presidentes de la República en el propio palacio de Gobierno bajo el título de El pago de Chile.

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De los textos contenidos en Obras públicas, que son lo último publicado por el poeta de Las Cruces, reproduzco aquí aquellos en que Parra dice explícitamente Chile. Y algo +:

NADA DE QUE ADMIRARSE / Estamos en Chile / La puñalada siempre por la espalda.

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NADA DE QUE ADMIRARSE / Estamos en Chile /La ley se acata pero no se cumple.

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—MAMÁ / yo sé que usted me desprecia / —Qué tiene eso de particular / en Chile todos nos despreciamos mutuamente.

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TU NO ERES NADA / tú no eres mapuche ni español.

4 janvier 2012

El zygocactus

Diario de Chile (y 10)

Atravesar el mundo según el eje suroeste - noreste consiste en dejar atrás la luz. Una operación que cuesta un par de lagrimones en Pudahuel y un largo pasaje por el túnel estrecho del Iberia. Cuesta olvidarse de los días sin nubes de San Esteban, de la luz poniente sobre el Manquehue, de las alamedas en los valles transversales y concentrarse en los patinazos sobre el hielo, en el pago de las facturas, en los imperativos randevús. No somos para despedirnos, me dijo una vez Joaquina, y nos pasamos la vida despidiéndonos. Con todo, no se trata de quemar la nave, una felicidad belga se mantiene abierta y posible, está disponible.

Se quedan unas cuantas anotaciones en el moleskine que no alcanzo a transcribir aquí. Sobre la prensa local, sobre el humor y el habla de nanas y patronas, de emprendedores y emprendidos. Algunas irán apareciendo al ritmo de los días y otras preferiría que no. Como he contado alguna vez, tengo dos blogs: uno que no lee nadie y otro que ni siquiera escribo.

Lo cierto es que estoy desde hace cinco días en Bélgica y es hora de que cierre este Diario de Chile. Voy a lo esencial, entonces, al zygocactus. Cuando lo dejé a inicios de diciembre se disponía a florecer. Y eso hizo en la soledad del despacho. Un mes más tarde luce una tristeza como de sauce y en el piso quedan unas cuantas flores con sus pistilos cargados de polen seco, una mancha rosa pálida escapada del celo de la brigada de la limpieza.

El viaje ha servido también para saber que en la naturaleza (iba a decir en libertad) el zygocactus crece en la copa de los árboles, parasitándolos. Que lo suyo es florecer sin que lo vean.

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Pintura de Muñoz Vera en la estación La Moneda del Metro de Santiago

2 janvier 2012

El colchón

Diario de Chile (9)

La escena tiene lugar en la terraza de un restorán de moda. Aparece un muchacho, un niño casi, se sienta en un extremo de la mesa donde han terminado de cenar su padre con la novia de su padre y otra pareja. Padre e hijo no tardan en enzarzarse en una agria disputa con reproches mutuos sobre el uso y abuso de un colchón. Hay que joderse. Lo tremendo del caso es que gracias a estas redes sociales los conozco y no me sorprende el tenor de la disputa ni su objeto, el colchón.

Años ha, cuando yo vivía en Santiago, recuerdo haber defendido esta postura: el uso que se le dé al colchón es un asunto que debe tratarse abiertamente. Ahora que ese día ha llegado, que los asuntos personales se ventilan en las redes sociales y en las terrazas de los restoranes, me veo cerrando los ojos, esperando a que la escena termine y se ahorren ellos el dolor y nosotros la spanish shame.

Por suerte los camareros nos distraen. Son peruanos o chilenos pero intercalan en su habla expresiones en gabacho puesto que se trata de un restorán francés, tal como el día anterior nos habían atendido en peninsular en un restorán español. Pero la eurofilia se limita al rubro culiniario. Como decía Pamuk, ya lo he citado antes, Santiago es un suburbio norteamericano con un barrio europeo en medio. El suburbio gringo no cesa de extenderse mientras que el barrio europeo se evapora como los frescos en la Roma de Fellini. 

Al día siguiente, el chofer del taxi escucha a Los Vásquez y tamborilea sobre el volante esas canciones de protesta, ese autollamado pop cebolla, mientras echa miraditas por el retrovisor a ver qué efecto le producen al pasajero. Bajamos hacia la ciudad por Francisco Bulnes Correa, por donde se lanzan calle abajo en patines los adolescentes del pop inodoro de Dënver, y yo pienso en la paradoja que supone el hecho de que haya tenido que ser elegido un Gobierno de derecha para que los estudiantes se echaran a la calle y las canciones de protesta volviesen a sonar en las radios de los taxis.

Escribo esto en el Starbucks de Pudahuel mientras espero turno para embarcar. Antes de soltar la lágrima de la despedida voy a las casitas. La prosa de los retretes sigue siendo la misma, con alguna excepción. Un adepto del opensource ha tenido la buena idea de escribir el código del wifi del café del frente.

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Foto de Pablo Avilés

24 décembre 2011

La pascua

Diario de Chile (7)

A la Nochebuena y a la Navidad en Chile las llamamos la Pascua. Y la fiesta abarca e integra desde San Nicolás hasta los Reyes Magos. Hace calor, estamos en verano, pero la gente no renuncia a los pinos nevados, ni a los trineos, ni a los renos, ni siquiera a los frutos del acebo y al muérdago florido. La Navidad vino de Europa, la reformateó Norteamérica y esta noche la celebramos. Feliz pascua, decimos.

De la profusión de imágenes navideñas en circulación quiero decir algo sobre un par de ellas. La foto de un viejo pascuero (un San Nicolás) reducido por tres policías, tomada hace un par de días en el centro de Santiago en la que se llamó la Última manifestación del año. Tanto el pascuero como los policías se vistieron para aparecer en los diarios y lo consiguieron. 

La segunda es una caricatura sobre la escena del pesebre. Es una niña!, exclama el bueno de San José.

La idea es buena pero no nueva. Nicanor Parra ya la puso en unos versos de una serie que llamó Pichanga. No hay otro lugar en la Red donde lo encuentren. Es un regalo de pascua.

Entonces fue cuando le preguntaron / Si se acordaba de Nuestro Señor Jesucristo. / Las preguntas de ustedes respondió el Padre Eterno / Por más viejo que sea / ¿Cómo podría haberlo olvidado? / No se olvida tan fácilmente a un hijo único. / ¿Y no le hubiera gustado tener una niñita? / Y al Padre Eterno se le llenaron los ojos de lágrimas.

24 décembre 2011

El villancico

Diario de Chile (6)

El Niño mira a la Virgen
La Virgen a San José
San José que mira al Niño
Y se sonríen los tres.

22 décembre 2011

El taxista

Diario de Chile (5)

El tráfico está tan denso en Santiago que en los trayectos cortos queda tiempo para pegar la hebra con el taxista. Su abuelo desembarcó de un submarino en el puerto de Buenos Aires. Era alemán y estábamos en 1945, al fin de la Segunda Guerra. O sea.

Nuestro taxista nació en Santiago, de donde se ha movido sólo una vez para viajar a Hamburgo a conocer a su familia teutona. Luego, a través de Facebook ha ido tomando contacto con otros primos cercanos y lejanos repartidos por el mundo.

De su estadía en Alemania recuerda haber visto a mendigos y borrachines en torno a las estaciones de trenes. En contra de la idea que él se hacía de Alemania, el país perfecto. En los trenes, en cambio, la mayoría de la gente leía libros. Al revés de lo que pasa en Chile, donde borrachines hay por todos lados y lo único que lee la gente es el horóscopo.

Llego a mi destino, nos despedimos y el taxi se pierde en la densidad del tráfico. Me doy cuenta entonces de que me he dejado olvidado el bolso en el taxi. Dentro del bolso está este ordenador, el moleskine, el pasaporte. Scheiße!

No tengo su teléfono ni su matrícula. Apenas conozco su apellido, el pasado de su abuelo. Espero unos largos minutos sobre la acera. Ya no recuerdo ni siquiera el color del coche.

De pronto suena una bocina. El taxista levanta el bolso con la mano, como si se tratase de un trofeo.

Y tiene razón, es un trofeo. 

T

Óleo de Stephen Wiltshire

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