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Camino de Santiago
chile
8 août 2008

Zárate saluda desde la limusina

El loco Zárate era pequeño y escuchimizado, pelirrojo y con una cara cortada con serrucho. El color de su pelo era sospechoso. Hoy todo el mundo se tiñe el pelo pero, en esos años y en ese sitio por donde él aparecía de tarde en tarde, que un hombre se tiñese el pelo era la prueba concluyente de su insania mental.

Zárate iba vestido con traje arrugado y calzaba unos zapatos de otro tiempo. El lugar de sus apariciones era la Facultad de derecho de la Universidad de Chile, situada al borde del río Mapocho y al pie del cerro San Cristóbal, en un punto estratégico de la ciudad de Santiago, allí donde comienza, hacia el poniente, el centro administrativo, y donde terminan, desde el levante, los barrios de los ricos.

Se decía que provenía de una familia de notables, que vivía solo con su madre, que había sido un estudiante estupendo hasta que algo o alguien le había sorbido el seso. Unos atribuían su chaladura al exceso de estudio y otros al exceso de pajas. Como fuese, Zárate se había quedado detenido en una suerte de limbo y convertido en un estudiante eterno, en un ajado impúber.

Aparecía, digo, de tarde en tarde en la facultad y en cuanto llegaba se formaba un corro en torno a él para oír y celebrar alguna de sus desfachateces y comentarla más tarde entre risotadas. La primera vez que me acerqué yo también, me abrió su billetera para enseñarme una foto. Se trataba de un recorte de un envase de refrescos de donde había tomado el retrato de una joven artista. Me dijo, entonces, lleno de orgullo: ‘Es mi novia’.

Si bien sus apariciones eran intermitentes, no se perdía los grandes acontecimientos. En cuanto había una ceremonia que congregaba a un número significativo de notables, allí aparecía Zárate con su cara de pájaro y su terno gastado, y se colaba en las primeras filas para codearse con los mandamases.

En bodas y funerales hacía su agosto. Era muy fotogénico y conseguía aparecer en las fotos protocolares muy bien acompañado. Las carcajadas eran mayúsculas cuando descubríamos, en las páginas de la sección Vida social del diario, las fotos del funeral de una figura de la derecha más carca y a Zárate llevando el ataúd entre sus acongojados hijos y nietos. O en la boda de un prohombre de la progresía. A Zárate no lo detenían las barreras sociales ni las ideológicas. Si había ceremonial, él se frotaba las antenas y caía en picado a libar de esas mieles. La facultad era paso obligado hacia el camposanto, por lo que una mañana estábamos apostados en la acera esperando el paso del cortejo que llevaría al cementerio al presidente del Senado recientemente fallecido. Desde la tercera limusina, detrás del auto de la viuda y el del Presidente de la república, Zárate nos hacía un gesto de reconocimiento.

En esas situaciones protocolares los locos pueden hacer de las suyas en cuanto manejen un poco los códigos al uso. Los genuinos protagonistas de esos rituales podrán dudar de la calidad del personaje pero prefieren guardarse la duda para ellos y no enzarzarse en un ridículo incidente con un dudoso personaje que los cubriría de bochorno. Zárate aprovechaba esos intersticios y se movía como pez en el agua por esas peceras.
 
La metáfora amniótica permite tal vez entender ahora quién era el loco Zárate. Un espermio escapado del útero encolumnado de esa facultad, esa cueva donde se criaban los alevines de la patria. Un espermio que movía el rabo con mayor soltura que los tiburones.

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3 août 2008

La despedida de solteros

En la cama, de Matías Bize, muestra el encuentro de Bruno y Daniela en la habitación de un motel de Santiago de Chile. Tras el primer polvo, Bruno quiere preguntar '¿quién eres tú?' y la que formula es la pregunta chilena por antonomasia: ¿cuál es tu apellido? A la hora de responder, lo que aparece es el lenguaje de los jóvenes adultos hoy en Chile, cuyas 'etiquetas' serían 'amigos', 'familia', 'trabajo', 'crisis de angustia', 'calorías'. La infancia, la protección y el abandono, el divorcio, el deterioro de los padres. Se trata de niños crecidos, a quienes mueve la gana y el miedo de abrir la concha de la infancia y dejar entrar precisamente a un desconocido. Y el miedo y la gana de que ese desconocido se convierta demasiado pronto en un ser previsible. Bruno y Daniela tienen la edad exacta para dar un paso adelante en sus vidas. Dentro de una semana, ella se casará con su novio de toda la vida, con el que ha roto y recomenzado muchas veces y, por romper, él ya le ha roto a ella alguna costilla. Bruno, por su parte, se irá a hacer un doctorado (¡a Bélgica!). Se trata de una doble despedida de soltero. ¡Buena suerte para ambos!

23 février 2008

¿Quién? ...El puquén

Puqu_nfotodelaFuente

El puquén está a unos doscientos kilómetros al norte de Santiago, a unos cien de Valparaíso. Islotes y peñascos se suceden a lo largo de la accidentada costa y por ellos trepan los lobos de mar. Esperan la ola, la buena ola que los deposite entre las rocas. Y otro tanto hacen para echarse al mar. Cuando salen del agua están oscuros. Al cabo de una media hora al sol se han secado y se ponen rubios. A lo lejos, parecen limacos reptando por una piedra de jardín. Pero son lobos oceánicos y abren el hocico para vocear y dejar su grito retumbando entre los farallones. Desde el lado marino vuelan pelícanos, gaviotas y patos cormoranes. Desde el lado terrestre incursionan jotes, carroñeros de menor monta que los cóndores, con la cabeza colorada, la cresta insignificante y el renegrido plumaje. Los cochayuyos parecen melenas de sirena. Por un forado natural entre las rocas sube la ola con mucho ruido y espumarajos. Es el puquén. Durante la marea alta, un pavo puede perder unas cuantas plumas.

19 janvier 2008

En viaje a Natalia

Este sábado entro por un extremo del túnel y, si todo va bien, mañana domingo salgo por el otro y pongo pie en Natalia, que fue mi tierra y tal vez aún lo sea.

Durante las próximas semanas espero colgar aquí los textos que vaya publicando el diario. De no ser así, y de querer leerlos, los pueden encontrar en la sección Opinión de La Nación de los días jueves, o en la última pàgina, si compran el diario en el quiosco.

Gracias por la asiduidad, un abrazo.

Avi_n

13 novembre 2007

Corazón contento

Hace un tiempo me pidieron que escribiera un texto sobre la comida chilena para un librito que se publica cada otoño en Bélgica y cuya venta sirve para financiar proyectos de desarrollo. Empecé describiendo el aperitivo y ya no paré hasta los postres. Está en francés, y es la única gracia que tiene.

Limones

Pintura de Claudio Urzúa

Un repas chilien se doit de commencer par un apéritif. Le repas est un rite de convivialité, l'apéritif en est l'introït : on y mange et on y boit comme on y cause, de manière discontinue, à l'instar de ce picadillo —ces petits morceaux de toutes sortes de nourritures : de grosses olives noires d'Azapa, du quesillo, du petit fromage frais, des sopaipillas, ces beignets de potiron que l'on peut tremper dans le pebre, sauce piquante aux oignons, piments et tomates— et à l’image de la jarre de borgoña, avec des dés de pêche ou de chérimoya noyés dans du vin jeune.

C'est en mangeant que les convives voient la faim venir. Et si par malheur le repas devait être interrompu (un tremblement de terre, un coup d'État, on ne sait jamais) au moins on ne se quitterait pas à jeun.

L’apéritif pourrait se prolonger indéfiniment, mais il faut passer à table. La table est installée à l'ombre du parrón, la vigne disposée en gloriette derrière la maison. Le menu est chilien à souhait : empanadas (pas besoin de traduire), pastel de choclo (tarte au maïs) avec salade chilienne (oignons-tomates), et comme dessert mote con huesillos (pêches au blé).

Les empanadas sont devenues emblématiques de la cuisine chilienne. Faciles à transporter, à chauffer et à consommer, à elles seules elles représentent un repas complet : de la viande, des œufs, des oignons, des olives, des raisins secs, le tout enveloppé de pâte croustillante.

Lorsque le paysan s'en va pour une longue journée de labeur, c'est une empanada qu'il amène, un solide empanada qui peut même contenir un gros morceau de poulet, l'os compris. Sur la frange côtière, l'empanada est garnie de fruits de mer. Sur les zincs des bistrots, elle se mange petite, fourrée de fromage, frite. Quoi qu'il en soit, elle est belle à voir et bonne à sentir. On la coupera en deux pour la tempérer et pour mieux la tenir en main. Encore un atout : elle ne salit pas les couverts.

Le plat de résistance, le pastel de choclo, est composé de trois couches successives disposées dans un plat en terre cuite : un pino de viande hachée avec oignons, olives, œufs cuits et raisins secs (tout comme la garniture des empanadas), puis des morceaux de poulet et ensuite une bonne couche de pâte de maïs tendre. Certains goinfres ne s'en contenteront pas et saupoudreront une couche supplémentaire de sucre. C'est la couche de trop, diront d’autres, d'autant plus qu'il y a la salade chilienne en accompagnement et même des piments verts dénoyautés pour pimenter l'humeur. La salade chilienne est aussi simple qu'elle est bonne : des ronds de tomates mélangés à des ronds d'oignons, parfumés au basilic et à l'origan.

Jadis, personne ne mangeait du maïs en hiver à part la volaille. Le choclo ne pouvait être consommé qu'en été puisque ce mot quechua désigne le maïs tendre. A présent, les conserves et autres surgelés permettent d'en prendre à toutes les saisons. Au Chili, on en fait une grande consommation.

Le vin chilien est là pour égayer ce repas. C'est bien connu, au XIX siècle des cépages français se sont bien implantés dans les vallées centrales du Chili, entre cordillère et océan, au point qu'on a même dû les faire revenir dans l'Hexagone pour remplacer ceux qu'une épidémie de phylloxéra avait décimés. Un cabernet sauvignon de Santa Ana de Talagante accompagne au mieux les empanadas et la tarte de maïs, un chardonnay de Rancagua fait des merveilles à l'heure du dessert.

Celui-ci est des plus simples. Mote con huesillos : pêches desséchées (le toit de la maison était l'endroit idéal pour les dessécher en été) bouillies avec des grains de blé. Ce mets est aussi difficile à décrire qu'il est bon à combattre la soif, la suffocation voire la déprime.

Une tasse de thé, pour finir, une tisane peut-être. Des herbes du bord de l'eau, bonnes pour le cœur et les boyaux, de la menthe, du pazote, de la verveine. Des herbes de la cordillère, bonnes pour désencombrer le foie, du boldo, du bailahuén… Ou même una agüita perra, une humble tasse d'eau bouillie, rien de mieux si elle est bien servie. Allez, c'était bon, guatita llena, corazón contento : c'est bien pour que le cœur soit content que l'on remplit le ventre.

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25 juillet 2007

Camino de Santiago

Hoy es 25 de julio, Santiago.

Hace mil años la gente peregrinaba hacia el este, hacia Jerusalén y los santos lugares. Los peregrinos seguían la estela abierta por los cruzados. Esos cruzados eran gente de armas tomar. El primero de ellos, Godofredo de Bouillon, nació a dos leguas de aquí, de donde escribo. Una legua es el camino que se anda en una hora, 5,5 km más o menos, según el estado de la cojera.

Los godos, que le disputaban por esos entonces la península ibérica a los sarracenos, tuvieron la idea de de crear un lugar de peregrinación al extremo occidente del continente y equilibrar el mundo de entonces. Así fue como se inventaron una mistificación tremenda. Contaron que los despojos de Santiago Apóstol habían derivado en una barca desde Jerusalén hasta Galicia. Y levantaron una catedral en honor a tal prodigio. La piedra nace del relato. Y al revés.

Así se fue haciendo el Camino y las catedrales que lo jalonan. A muchas de ellas he llegado caminando (después de bajarme del auto). A algunas de ellas, a Vézelay, hecha de pura luz, volvería a diario si pudiera.

A Santiago se puede partir de cualquier punto de Europa, tirando al oeste, siguiendo el Compostela, el campo de estrellas, la Vía láctea. Todos los caminos llevan.

En Bélgica basta con echarse a andar para encontrar el Camino que lleva a Santiago. Algunos trechos están marcados por la concha, otros por dos líneas pintadas de amarillo y azul, a cada legua. El placer es doble caminando por una calzada romana, empedrada, hundida entre los campos, rodeado por una tierra plana y redonda como tonsura de monje, bajo un cielo pintado por los primitivos flamencos (atención a la tautología). Se ve que la tierra se ha ido llenando de polvo de estrellas porque todo lo antiguo ha ido quedando sepultado.

Dónde termina el Camino de Santiago. Parece una pregunta del tipo de la del caballo blanco de Napoleón. Pero hay muchos peregrinos que llegan a Santiago y continúan caminando hasta el Finisterre, donde cuelgan los zapatos.

Una vez creíamos estar en Querétaro, en el centro de México. Casi sin querer llegamos a una hacienda donde los tunos cantaban a Santiago. Venían de Santiago de Chile, del Estero, de Compostela, de Cuba, no sé de dónde más. Así fue como supimos que estábamos en Santiago de Querétaro.

No sé si voy o vuelvo de Santiago, escribió Gonzalo Millán. La única etapa del Camino que hemos hecho propiamente a pie mi hijo y yo fue en el sentido contrario, treinta kilómetros entre Dinant y Namur, siguiendo el Mosa. Se hace en un rato, silbando. Pero duelen los pies. Desde hace años arrastro una cojera de la que intento curarme con medicina para caballos. Cuando veo estrellas, literalmente, cierro los ojos, me veo caminando hacia Santiago y el camino se me hace menos largo.

Camino de Santiago. No soy santiaguino, soy sanvicentano, y los provincianos, como dijo Parra, nunca terminamos de llegar a Santiago. Siempre estamos a medio camino. Viví veinte años en Santiago y desde hace otros veinte vivo lejos de Santiago. Cuando escribí una columna para un diario de Santiago de Chile la llamé Camino de Santiago porque escribirla me acercaba a Santiago, me ponía en camino. Además, soy gallego de ultramar y Santiago siempre ha estado ahí, esperando. El Camino también, a campo traviesa, siguiendo las estrellas.

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24 mai 2007

Votar en Venecia

Pasear en góndola o en 'vaporetto' por la laguna de Venecia o por la laguna de Aculeo no debería privar a nadie de ningún derecho, ni menos del derecho a voto

Gondola

Por enésima vez en los últimos 36 años un proyecto de ley que buscaba devolver el derecho a voto a los chilenos que viven en el exterior ha sido rechazado en el Parlamento. Veintitrés votos en contra y veinte abstenciones han podido más que los 63 votos de apoyo al proyecto. La iniciativa se quedó, así, seis votos por debajo de la mayoría cualificada requerida, no para aprobarlo sino para pasar al siguiente trámite de discusión.

Habituados a los sucesivos rechazos, esta vez los chilenos en el extranjero, algo menos de un millón según el último conteo, tenían la esperanza puesta en la aprobación de la reforma y en poder contribuir por fin a elegir a los gobernantes. Dos elementos nuevos alimentaban esa esperanza. La mayoría cualificada había sido rebajada y, sobre todo, el propio candidato presidencial Sebastián Piñera había comprometido el apoyo de Renovación Nacional a la iniciativa en sendas reuniones con chilenos, en Estocolmo y Madrid, durante la campaña presidencial de 2005.

A la hora de votar, sin embargo, otro gallo cantó en Valparaíso. « Es ilógico que quien pasea en góndola por Venecia decida quién gobernará », argumentó el presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín, para justificar el rechazo de los parlamentarios de su partido. Por si no se nota, la metáfora náutica de Larraín apunta al fondo del asunto.

El argumento de Larraín es impresentable. Desde luego, pasear en góndola o en vaporetto por el Canal grande y la laguna de Venecia, o por la laguna de Aculeo y el Canal San Carlos de Santiago, no debería privar a nadie de ningún derecho, ni menos del derecho a voto.

Aun así, podría ser útil conocer qué porcentaje de chilenos en el exterior ha estado alguna vez en Venecia paseando en góndola y comparar ese porcentaje con el número de amigos y asociados de Larraín que se han dado ese gusto. Los países con mayor concentración de chilenos en el exterior son Argentina, Estados Unidos, Canadá, Australia y Suecia. En todos ellos, las góndolas venecianas son tan remotas como los barcos de totora del lago Titicaca. El argumento de Larraín es, como se diría en Venecia, proprio babbèo.

Sebastián Piñera concentró en las formas sus objeciones al proyecto. Vaya formas: « ¿Cómo se va a acreditar la característica de ciudadano chileno de las personas que se quieran inscribir, cómo se va a acreditar que son mayores de 18 años cuando no tienen carné de identidad? ¿Con el carné de chofer, con una declaración, mostrando la barba los hombres o mostrando otras cosas las mujeres? ».

El razonamiento de Piñera carece por completo de vuelo y de altura, un colmo viniendo de un magnate aeronáutico. Cualquier persona que haya hecho un trámite en una oficina del registro civil en Chile, o en una oficina consular en el extranjero, habrá podido comprobar que éstas disponen de información completa y actualizada. Nadie necesita bajarse los pantalones para obtener un certificado de nacimiento o un pasaporte, como supone o quisiera Piñera. ¿Por qué tendría que ser otro el caso, tratándose de emitir el sufragio?

Aparte, claro está, de los apabullantes resultados que obtuvieron a la sombra de Pinochet en consultas y plebiscitos entre 1978 y 1981, la última victoria electoral de Renovación Nacional remonta a cincuenta años atrás, cuando las micros se llamaban góndolas y los predecesores de Larraín y Piñera se llamaban conservadores y liberales y apoyaban a Alessandri Rodríguez. Los tropiezos del Transantiago les harán sentir que la victoria está cerca y que aquéllos que están lejos, impedidos de ejercer sus derechos, son parte del enemigo al que hay que batir. Tardan en entender que se puede ganar una elección contra la gente (todo se puede), pero cuesta.

No sé cuán lejano estará el día en que los chilenos del extranjero puedan votar. Espero, sí, que cuando ese día llegue voten masivamente. Y que los chilenos de Venecia, no son muchos pero alguno hay, también vayan a votar. En góndola, por supuesto.

logocl  24 de mayo de 2007 PDF

PS: Sobre este mismo asunto, hay varios comentarios repartidos por aquí, por ahí y por allá. También he escrito antes tres columnas, 1, 2 y 3. No es que esté obsesionado con el voto, es que me encanta votar. Incluso ya he sido candidato. Lo más duro de la campaña fue intentar convencer a mi señora de que votara por mí. No la convencí. Peor aún, levantó su propia candidatura.

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