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Camino de Santiago
28 février 2013

Antonio, Antonio, los adultos son imbéciles

Vila-Matas tiene recuerdos inventados. Como todos nosotros, tal vez, sólo que él los exhibe. El autor barcelonés leyó el año 83 un librito de Tabucchi. Como no le pareció suficiente saber que en el futuro conocería a su autor, quiso también conocerlo en el pasado, por lo que se inventó este recuerdo: es el año 53, Vila Matas tiene cinco años y pasa los veranos en la casa familiar de Cadaqués. A la casa del lado ha llegado una familia italiana, los Tabucchi, y, al caer las tardes, el niño Vila-Matas sale al patio, se sube a una silla junto a la tapia y en cuanto ve aparecer al niño italiano de la casa vecina, le dice: «Antonio, Antonio, los adultos son imbéciles».

Un complemento a esa escena lo pone un joven Rodrigo Lira, quien, en agosto del 67, tiene 17 años y estudia psicología en la Universidad Católica. Como es bien sabido, por esas fechas los estudiantes se toman la casa central de la Universidad. Lira forma parte del grupo que controla el acceso al edificio, precisamente por la calle Lira y, para filtrar las entradas, impone la siguiente contraseña: «¿Cómo son los niños?», preguntan desde el interior. «Perversos y polimorfos», responde el que golpea, y el sésamo se abre.

BRC

Óleo de Benito Rebolledo

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26 février 2013

El mirlo

M

24 février 2013

El mirlo

La nieve sería muy monótona si Dios no hubiese creado las cornejas. Antes se decía esto en relación a los cuervos, pero cuervos ya no quedan. Antes, en tiempos de Jules Renard.

Cuando ya no queden cornejas (dificulto que un día no queden cornejas) habrá que decirlo en relación a los mirlos. Antes no se podía decir esto en relación a los mirlos, porque en invierno emigraban. Ahora no emigran porque apegándose a las casas consiguen algo de calor y de comida, lo suficiente como para que les salga a cuenta no hacer ese viaje tan largo que antes emprendían rumbo a Almería y más allá. Admiro al mirlo que vive en el jardín de Maeterlinck, me alegra el día verlo remover la nieve para llegar a lo que va. La nieve sería muy monótona si Dios no hubiese creado los mirlos.

C

Velázquez, San Antonio abad y San Pablo ermitaño, detalle

23 février 2013

Todo Godot

Cuenta Vila-Matas en su libro chileno que Godot era un ciclista, el último del pelotón en el Tour, al que esperaban ver pasar unos desprevenidos espectadores sin saber que ya había pasado. Lo recuerda a propósito de los espectadores de un rally en Madera que esperan el paso del último coche sin saber que ya pasó. Esta gente pava le molesta porque le recuerda el sinsentido del mundo. Y es verdad. Sin embargo, al menos en estos dos ejemplos, el sinsentido son los otros, como diría Juan Pablo. El sinsentido común lo aportan los demás, quiero decir. El sinsentido duro, en cambio, el sinsentido al cuadrado, es el que se aporta uno mismo cuando se descubre, molesto, observando a unos espectadores que esperan ver una carrera que ya pasó.

B

22 février 2013

La manifestación

En el tren, tras darle una ojeada de soslayo a una moza que a pesar del frío va desabrigada, se sienta, abre una agenda trajinada, se pone a tachar anotaciones como un poseso, y luego sigue con otros papeles, muchos papeles, siempre tachando con ahínco. Hasta que lo reconozco. Es un periodista conocido, un tachador profesional.

Al llegar a la VUB, hay un tumulto formado por sindicalistas. Hoy es día de manifestación contra las medidas de austeridad. Hacen estallar petardos frente a un grupo de inmutables policías y asustan a una joven que da media vuelta para escapar. El horóscopo decía que no me amilanara, así que la animo a que sigamos adelante. Una vez que cruzamos la cortina de humo y las detonaciones, le pregunto si sigue con vida y ella estalla en risas.

En el centro, la manifestación va por el bulevar en mi misma dirección, así que manifiesto cincuenta metros. Voy al café donde expone mi amigo. El café está lleno y los cuadros muestran el mismo lugar en el que están. Se trata de un juego de espejos. El camarero me tiende el té desde el cuadro y me lo cobra en vivo y en directo. Vuelvo a la estación haciendo un rodeo por la Maison du miel. Pruebo y compro dos potes, uno de miel de dondelion de Borgoña y otro de melata de Toscana.

De regreso, en la estación de mi pueblo, me demoro mirando los cuadros de Delvaux que cuelgan de los muros. También se trata de un juego de espejos. A pesar del frío, en los cuadros de Delvaux hay trenes, andenes, trochas ferroviarias y mozas sin abrigo.

P

Óleo de Paul Delvaux

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19 février 2013

El radioescucha

Los Caballos de Dios es un filme marroquí de Nabil Ayouch que cuenta cómo un grupo de muchachos de una barriada de Casablanca se convierten en terroristas kamikazes y desatan una matanza en el barrio cosmopolita de la ciudad, barrio que algunos de ellos ven por primera vez el día de su explosión suicida, en mayo de 2003.

El filme sigue de cerca a dos hermanos y a su familia. Un tercer hermano es sólo parte del decorado y no tiene más protagonismo que el de pasarse los días pegado a una radio portátil escuchando las noticias. En inglés, francés y árabe, precisa él. Así, cuando en su casa se viven momentos cruciales en el camino que lleva a sus hermanos al terrorismo islamista, el filoautista de la radio portátil exclama: ¡Los rusos han invadido Grozny!

Recordándolo, me digo que no la tenemos todas con nosotros los lectores de diarios. Creo que era Borges quien decía que de haber habido periódicos el día del nacimiento de Cristo no hubiesen dado esa noticia. Pero no sólo por eso lo digo, sino también porque apegarse tanto a la actualidad tal vez sea una manera como otra cualquiera de huir de la realidad.

La realidad es una sala de espera y el periódico es un caleidoscopio que alguien ha dejado a mano para que te entretengas mientras tanto. Mientras tanto.

También el estado anímico de la madre de los terroristas resulta preocupante. Qué contenta se pone viéndolos abandonar los vicios modernos y entrar en las órdenes del yihadismo. El caso de esta familia da para otra cita, ésta de Sabato: Mientras se derrumba su casa siempre habrá un hombre preocupado por el estado del mundo y mientras se derrumba el mundo siempre habrá una mujer preocupada por el estado de su casa.

18 février 2013

El pingüino que mira ponerse el sol

Los pingüinos de Xavier Gorce nacieron en la newsletter del Monde, de donde saltaron a las páginas del diario. Ahora han dado otro salto, a la imagen animada esta vez. Se trata de unos pingüinos muy franceses, muy universales. En este episodio que cuelgo se les ve muy dados a la pintura. Mi favorito es aquél que mira ponerse el sol. Cómo no compararlo con el viejo babuino que contempla el crepúsculo en el desierto de Karoo, según el libro de Marais, que cita Coetzee en Summertime, y en cuyos ojos se lee la melancolía. «Nunca más», se dice.

El pingüino de Gorce, en cambio, es muy francés, como digo, y muy moderno. De manera que en cuanto el sol se pone, él reclama: ¡Otra vez!

16 février 2013

El mono Mimín

De la galería de fotos premiadas por el World Press Photo 2013, la habitual corte de los milagros retratada con oportunidad y buen pulso, la imagen que me he quedado mirando más detenidamente ha sido la del mono Mimín.

La foto, de Ali Lufti, está tomada en la ciudad de Solo, en Java, Indonesia. El pie de foto informa escuetamente sobre la costumbre local de amaestrar monos, comprados a bajo precio en los mercados, para subirlos sobre zancos a tocar la guitarra y entretener a los conductores en los semáforos. El viejo monito del organillero, en suma, en medio de la jungla urbana.

A ese mono y a ese muñeco los miramos muchas veces detenidamente en los días de la infancia, por separado eso sí, intuyendo tal vez lo mucho que tenían en común. Mimín los junta ahora en una misma imagen que es, a un tiempo, triste como la pobreza y delicada como la niñez.

Los dedos de los pies del amo del mono, deformados por la dureza del suelo. Esa máscara de muñeco roto que se levanta en el gesto del mono que pide, encadenado a su amo, y esa cola que se escapa del disfraz en que la han embutido.

M

15 février 2013

El mechón gris

Sus días y sus horas vuelan por encima de nuestras cabezas como nubes ligeras de un día ventoso, para nunca más volver. Todo se precipita: mientras tú te rizas ese mechón, ¡mira!, se hace gris. Y cada vez que te beso la mano para decirte adiós, y cada ausencia que sigue, son preludios de esa separación eterna que pronto habremos de padecer.

La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy, de Laurence Sterne, traducción de Javier Marías.

E

Óleo de C. W. Eckersberg

12 février 2013

Entre el carnaval y la cuaresma

CC

Como en la Bruselas de antaño, la de Bruegel padre e hijo, a esta hora se disputan la calle el martes de carnaval y el miércoles de ceniza. El carnaval avanza por la izquierda, alegre y envalentonado, con la panza llena y la maneras sueltas. La cuaresma lo hace desde la derecha, con recogimiento crispado y su tono cerúleo. Entre la taberna, a siniestra, y la iglesia, a diestra, se acaba el carnaval y comienza la cuaresma. Aunque, si se fijan bien, los dos cortejos sólo se disputan el primer plano. Atrás, la vida sigue como siempre, como puede, a medio camino entre la alegría y la tristeza.

10 février 2013

La niña saudí

¿De qué puede tratar una película sobre una niña saudí? ¿De una niña que quiere ser feliz y no la dejan?

Fui a ver Wadjda casi que arrastrando los pies, de tan previsible que me la imaginaba.

Y no. O sí, pero no. Es el primer filme saudí, la primera película filmada en aquel reino inverosímil que, como dice Sotinel, produce diez millones de barriles de petróleo cada día y un filme cada cien años. Una película que no será vista en su propio país, entre otros detalles porque allí no hay salas de cine. Esa circunstancia radical abre, paradójicamente, un espacio de libertad que Wadjda aprovecha. El problema que evoca —la neurosis patógena que afecta a esa sociedad y condena a sus mujeres a la inexistencia social— es más grave incluso de lo que uno cree saber. Y, sin embargo, la existencia misma de Wadjda, esta película de Haifaa Al-Mansour, esboza una apertura concebible.

Porque, por más drástica que sea la opresión, la libertad siempre está al alcance de la mano, al menos hasta que no te la arrebaten.

Sobre Haifaa Al Mansor, la primera mujer que.
6 février 2013

El abono

Lo de ser gregario y propenso a las adicciones le viene al ser humano de muy atrás. Lo veo a diario cuando remuevo la compostera del jardín. Si entre los desechos va borra de café, las lombrices se precipitan y montan una fiesta (un malón, un brillo, una bum). Si tuviesen patas bailarían pogo. Como no tienen, se contentan con embriagarse y enredarse unas con otras como rabos de rata.

Por lo demás, me parece bien que se den ese gusto. Son leales y laboriosas y convierten los desperdicios malolientes en perfumado abono.

______

Hoy es el primer miércoles del mes y la entrada al museo es libre. Nunca me gusta tanto el museo como cuando puedo entrar sin pagar. Voy por la calle, entro a dar una vuelta, me quedo un rato mirando esto o lo otro y luego me voy. No me cuesta nada ir ni tampoco irme. Es otra forma de abono. Hoy me di cuenta de que le han cambiado tres letras al nombre de este estudio de Rubens. Antes se llamaba Quatre études d'une tête de nègre y ahora se llama Quatre études d'une tête de maure. Mientras no le tiñan el pelo, no pasa nada, se entiende lo mismo.

880806-01

4 février 2013

La tarjeta

Esta mañana hice un nuevo amigo. Bajaba yo las escaleras del Metro cuando un señor me muestra una tarjeta de crédito que acaba de recoger. Su idea es ponerla en un buzón de correos porque, según me explica, la empresa se encarga luego de devolverla a su dueño. No encontramos ningún buzón y, viendo como nuestro tren entraba en la estación, decidimos entregársela al conductor.

Voy en su misma dirección, así que vamos pegando la hebra. El hombre es cabil, me cuenta, cabil de la Gran Cabilia. Como Zizou, le digo, como Idir (que para eso tiene uno una cultura devortiva y musical). Lleva 16 años en Europa -ocho en Metz, ocho en Bruselas- y aún no tiene papeles. Pero no desespera. Como soy muy de hablar de lo que leo en los diarios, le cuento la historia de la mujer que se encontró una billetera y con la tarjeta compró comida y pañales y luego llenó el estanque del coche, hasta que fue descubierta, arrestada y condenada, y finalmente indultada. Yo no devuelvo la tarjeta por miedo, me dice, lo hago porque pienso en quien la perdió.

Nos despedimos con un franco apretón de manos. Ha sido un placer.

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