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Camino de Santiago
23 février 2023

El náufrago entrañable

ROBINSON CRUSOE NAUFRAGÓ frente a las costas de un pequeña isla deshabitada y desprovista y sin embargo sobrevivió al naufragio, vivió una vida digna de ser vivida y finalmente regresó a su patria.

Yanko Goorall naufragó frente a las costas de una gran isla habitada y bien provista, al punto de que considerada el centro del mundo civilizado en ese entonces, y sin embargo no sobrevivió. O su sobrevivencia no alcanzó para vivir una vida digna de ser vivida ni para volver a ver su patria. 

La historia de Yanko y su mujer, Amy Foster, es lo que cuenta este breve y extraordinario relato de Joseph Conrad. ¿Qué hace un joven campesino de los Cárpatos orientales —allí donde un confín de Polonia toca con Eslovaquia, Rumania y Ucrania— en un pueblo costero del condado de Kent, en el sur de Inglaterra a fines del XIX. Y cómo reaccionan los nativos ante su desconcertante presencia?

En unas breves páginas, Amy Foster dice más sobre la alteridad que un sesudo tratado y aporta más luces que un manual de historia sobre la manera cómo los campesinos europeos fueron expoliados por los vendedores de El Dorado.

No digo más sobre la historia porque ésta es una invitación a leerla. Leer a Conrad es querer pasar página rápidamente para enterarse de lo que viene y al mismo tiempo demorar la lectura para paladear lo que se lee. Sí se puede decir que éste es probablemente el más autobiográfico de sus relatos, a pesar de que el polaco se esforzó porque no lo pareciera.

Y agrego desde ya a Yanko —a Juanito— a mi lista de náufragos entrañables, que encabeza por cierto Crusoe y en la que se hacen sitio a brazadas la abuela del papa Francisco, un escolapio enamorado y tantos más.

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CÓMO SONABA EL PADRE NUESTRO que rezaba Yanko en los oídos congestionados de Amy:

Ojcze nasz, któryś jest w niebie
święć się imię Twoje
przyjdź królestwo Twoje
bądź wola Twoja, jako w niebie tak i na ziemi
Chleba naszego powszedniego daj nam dzisiaj
i odpuść nam nasze winy, jako i my odpuszczamy naszym winowajcom
I nie wódź nas na pokuszenie
ale nas zbaw ode złego
Amen.

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LA IMAGEN DE la portada se llama «Le Père Magloire sur la route entre Saint-Clair et Etretat» y la pintó Caillebotte en la costa normanda, del otro lado del Canal, por los años en que Conrad sitúa la historia de Amy y Yanko, y la figura del primer plano evoca la presencia en el relato del doctor Kennedy, quien cuenta la historia. Otro gran narrador, Caillebotte.

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20 février 2023

Profundidad del ombligo

CRUZANDO A NADO la laguna Chiu Chiu me acordé de estos versos que escribió Marcelo Castillo cuando éramos cabritos: «Cómo decirle al pez de la pecera que el mar es ancho y el río largo y el lago contenido en un ombligo de la Tierra es inmenso hacia adentro». Cuando llegué a la orilla —no tardé mucho, el agua estaba fría y la laguna es pequeña— me dijeron que el comandante Cousteau la había explorado sin encontrar el fondo. Chiu Chiu es una laguna superficialmente pequeña pero profundamente profunda

Así el ombligo, una cavidad que ocupa poco espacio físico pero mucho espacio espiritual, puesto que el centro anatómico del ser humano es la sede del ensimismamiento y también su metáfora. No serían Eva ni Adán quienes acuñaran tal metáfora porque en estricta lógica carecían de ombligo. Se cuenta en cambio que allá por el año de la pera unos monjes meditaban con la cabeza gacha, lo que los hizo blanco de las críticas por pasarse el día supuestamente mirándose el ombligo. De entonces ahora se llama ombliguista al egocéntrico, cuya actitud nadie ha descrito mejor que el cantor Lenorman: «Tengo ganas de abrir la ventana para verme pasar por la calle».

Marcelo Maturana llamó recientemente a su columna El ombligo vacío. Entiendo la idea pero creo que el ombligo está lleno de contenido puesto que las líneas que nos deja la separación de la madre, los detalles de esa cicatriz, componen un mandala que dice mucho sobre lo que nos espera y nos desespera. El hinduismo hace radicar allí, en ese centro del centro, el chakra más poderoso. Tanto así que tal vez tenían razón aquellos monjes. Si te miras concienzudamente el ombligo puede ser que acabes comprendiendo cómo funciona el universo porque para entender esto último hay que haber entrenado suficientemente la capacidad de concentración.

Pensando en estas cosas del ombligo me acordé también de un gran momento del periodismo universal. En los años en que Luis Alberto Ganderats dirigía la Revista del Domingo del diario El Mercurio, en plena dictadura, escribió un reportaje en el que conspicuas personalidades de la vida pública de aquel entonces se explayaban sobre su relación con su propio ombligo. La revista ya estaba impresa y encuadernada y su portada, en la que se veía, cómo no, el primer plano de un flamante ombligo, olía a tinta fresca, cuando el director y propietario del periódico se enteró del asunto y hasta ahí no más llegamos.

Eran años ésos de censuras y secretismos, el episodio fue comentado sotto voce y desapareció rápidamente de los mapas físicos y de los radares mentales. Iba a escribirle a Ganderats para preguntarle si cuarenta años después conservaba un ejemplar del ombligo censurado y si quería contar ahora algún entretelón, algún pliegue de esa cicatriz, cuando me entero de que murió hace unos meses. 

Vuelvo a mirarme el ombligo y creo que no me arrepiento de nada, aunque sí lamento un poco no haber hecho algo entonces con esa noticia, algo así como un análisis abstruso o un llamativo pastiche.

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Sátiros mirándose el ombligo, Roma, sII

16 février 2023

La manera como el pianista hunde sus manos en el teclado

CUANDO LE PREGUNTAN cuál es su compositor favorito, Keigo Mukawa no duda en responder «Ravel». Ni en contar que tocó la primera pieza del francés, la Sonatina, a los 13 años, y desde entonces ha dedicado más de media vida al estudio y la interpretación de su obra. Así, hasta grabar recientemente la obra completa de Ravel para piano.

Ravel estaba enteramente volcado a alcanzar la perfección músical, dejando sitio dentro de esa perfección a la pasión y a la nostalgia, y esa dualidad de temperatura convierte su música en una experiencia única, escribe Mukawa. Ravel era un solitario que de tan sensible a veces parecía inaccesible. «El encanto de su música me ha sostenido en ciertos momentos de mi vida», confiesa, e ilustra esa confesión interpretando sensiblemente Le tombeau de Couperin, Gaspard de la Nuit o los Valses nobles y sentimentales. 

El programa que presentó el domingo 12 de febrero de 2023 Keigo Mukawa en Bruselas encadenaba obras de Bach, Mozart y Ravel con una breve pieza de un compositor japonés contemporáneo, Akira Nashimura, a guisa de intermedio. Tres maestros, tres tiempos, tres maneras de hacer sonar un piano que Mukawa ilustra con maestría, y un paréntesis que brevemente nos llevó de paseo por la naturaleza de su archipiélago natal. Vista desde el ángulo en que me encontraba, a la derecha del instrumento, la manera cómo el pianista hunde sus manos en el teclado y echa a volar pájaros es prodigiosa. 

Una palabra sobre el público. En pleno invierno belga durante una hora y media 500 personas, incluidos unos cuantos niños, no tosen o, a lo más, tosen para adentro. Un público así bien se merece que alguien le dedique una palabra de reconocimiento. Es lo normal, me dicen, tratándose de gente bien educada que distingue una pieza de Ravel de una de Debussy... OK, pero aun así.

Al final del recital, Keigo Mukawa tuvo a bien dedicarnos su álbum que, desde entonces, escuchamos con fruición. 

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9 février 2023

Las mejores novelas de Coetzee ordenadas de muy buenas a magistrales

DESDE 2017, AÑO de la última foto, dos novelas y tres nouvelles han caído y hoy que es el cumpleaños n° 83 del maestro toca actualizar la pirámide. Abajo las muy pero muy buenas. Arriba las magistrales.

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7 février 2023

El solitario de Rodrigues

SORPRENDE VER LO mucho que se parecen los animales que pintaba hace cuatrocientos años Roelandt Savery a los juguetes de los niños. Savery fue uno de los primeros pintores que convirtió a los animales en protagonistas de sus cuadros, tal como hicieron los hombres primitivos en sus cavernas. E hizo esto no sólo con animales conocidos en la Europa de fines del sXVI sino también con otros exóticos, como el famoso pájaro dodo.

Flamenco, Savery era protestante, por lo que se afincó en Holanda. Allí, en su casa de Utrecht, que fue llenando de plantas, pintaba paisajes y junto a las aves de corral conocidas echaba a correr y a volar avestruces, dodos y casoares y otros pájaros por entonces improbables.

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Los dodos, una especie de pájaros extintos de las islas Mauricio, en el Océano Índico, aunque no lo parezcan eran palomas desmesuradas que medían más de un metro. Llegaron a Mauricio volando pero perdieron la capacidad de volar porque la isla estaba deshabitada y la comida era abundante.

Los portugueses, que alcanzaron las islas del Índico a inicios del sXVI, llevaban en sus naves perros, gatos y cerdos y de contrabando ratas. A pesar de ser su carne incomible, los dodos no resistieron cien años a la llegada de hombres y animales, de los que eran presa fácil porque anidaban en el suelo y no volaban. Perros y gatos los perseguían y cerdos y ratas se banqueteaban con sus huevos. Por este descuido histórico, Schopenhauer los trató de ineptos. No es el único: es probable que se les llame dodos porque los portugueses los llamarían bobos y los holandeses, que vinieron después, dodoors, que en su lengua significa holgazanes.

Así fue como los pájaros dodos se extinguieron pero su imagen fantasiosa sobrevive gracias a la pintura de Savery y a las ilustraciones de Alicia en el País de las Maravillas, obra en la que Lewis Carroll, su autor, se presenta a sí mismo bajo la forma de un uno de estos pájaros.

Si la trayectoria del pájaro dodo es melancólica, qué decir de la historia de un primo suyo al que, por el nombre de la isla en que vivía, se conoce con el entrañable nombre de solitario de Rodrigues.  

De esta enorme paloma solitaria sólo se conservan cuatro huesos mal contados y la imagen del grabado que hizo el naturalista francés François Leguat, otro protestante que se refugió en Holanda y desde allí dio el salto a las islas del Índico. El solitario de Rodrigues tampoco sobrevivió a la llegada de gatos y ratas, menos aun teniendo en cuenta sus formas apetitosas y su carne sabrosa: su trasero era redondeado, como los cuartos de un caballo, escribió Leguat.

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La melancolía que desprende el dodo se redobla en el caso del solitario de Rodrigues. Más aún cuando se sabe que este último se extinguió dos veces. A fines del sXVIII un astrónomo francés viajó al Índico donde descubrió un grupo de estrellas remotas a las que llamó Constelación del Turdus Solitarius en homenaje al extinto pájaro. Pero el nombre no cuajó y el solitario de Rodrigues volvió a extinguirse, esta vez en los atlas de astronomía. El dodo, en cambio, conserva intacto un asteroide con su nombre circulando allá por Marte o por Júpiter.

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Óleo de Roelant Savery, 1625, y grabado de François Leguat, 1708

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