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Camino de Santiago
26 janvier 2006

Salame y flan de huevo

Circulan por la Red tres poemas renombrados, Instantes, de Borges, La Marioneta, de García Márquez, y Muere lentamente quien, de Neruda. Mi tío Pepe los recibió respectivamente como saludo navideño, para su cumpleaños y para el día de su santo (él se suele celebrar para San José castísimo y algunos años también para San José de Costa Rica).

Usted sabrá que esos poemas son falsos, le digo.

De falsa atribución, querrás decir, apócrifos, de autor oculto. Los tres poemas dicen más o menos lo mismo: ahora que me estoy muriendo, me doy cuenta de que debería haber vivido de otra manera… Son poemas de «autoayuda» y, en contra de su apariencia cooldon’t worry, be happy» o su equivalente en castellano «si quieres ser feliz, no analices»), son bastante mandones, imperativos: «sé esto, haz esto otro».

¿Tiene un ejemplo?

«Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar», advierte el falso Neruda. La Marioneta, tal vez el más bobo de los tres, redunda: «Si yo tuviera un trozo de vida, no dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor».

Parece haber sido escrito por San José castísimo...

Poco importa saber quién los escribió, continúa. Textos apócrifos han existido siempre. La obsesión por la firma es un atributo del romanticismo. Antes, el arte solía ser anónimo. Y la fuerza del apócrifo en la historia es considerable, baste recordar que Cervantes escribió la segunda parte del Quijote para salir al paso de una versión apócrifa que había comenzado a circular.

¿Y cómo es que la gente se cree enormidades tales como que Neruda haya escrito: «Muere lentamente quien no cambia nunca de marca»; o Borges: «Si pudiera volver atrás, trataría de tener sólo buenos momentos y comería más helados y menos habas»?

Tal vez porque no han leído ni una línea de uno y de otro (que también dijeron y escribieron memeces, no creas que no). Tampoco debería sorprender que de poco hayan valido las iniciativas tendentes a demostrar el timo. García Márquez, el único de los tres que aún se puede defender, sostuvo en su momento que menos le dolía el cáncer que el hecho de que lo creyesen autor de esa paparrucha.

¿No es internet el que crea todos estos enredos?, le pregunto.

Como tantas cosas de este bajo mundo, los apócrifos existían antes de internet, pero es verdad que la Red ha aumentado y acelerado su difusión. Por fortuna, también en internet se puede encontrar el único antídoto a tanta tontería, un buen puñado de humor. En la bitácora del escritor trasandino Hernán Casciari se propone un experimento sociológico «muy serio», mandar a diestra y siniestra el siguiente poema apócrifo de otro escritor «arrepentido». Te lo leo:

Si pudiera (por Ernesto Sábato)

Si pudiera empezar todo de nuevo
Comería muy pocos carbohidratos
Por ejemplo salame y flan de huevo.

Me cambiaría el nombre por 'Batato'
Y correría riesgos tan salvajes
Como dejarme arañar por un gato.

Si pudiera volver atrás el viaje
Iría en tren desde Estación Pompeya
Hasta Santos Lugares (sin pasaje)

Con un disfraz de la Rubia Mireya
Pero ya ven, tengo 87 años
Y uso anteojos con culo de botella.

A tal propuesta, otro internauta (mi tío Pepe asegura que no fue él) responde : «Me lo rebota el antivirus, dice que Mireya no rima con botella».

La Nación de Santiago de Chile, 26 de enero de 2006

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