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Camino de Santiago
31 décembre 2006

Helicóptero, bus y bicicleta

EL GOLPE no acababa aún y ya había arte y prensa contra la dictadura. En la confluencia de esos dos espacios aparece, en 1978, la revista La Bicicleta. Un verso de Erick Pohlhammer explica el nombre: «En la era de los helicópteros concéntricos surge como una paradoja necesaria La Bicicleta». Un subtítulo añadía que se trataba de la Revista chilena de la actividad artística. El gentilicio estaba ahí para indicar que el arte producido en el exilio también formaba parte de la publicación.

Andando los meses La Bicicleta se fue abriendo camino desde los círculos relativamente restringidos de artistas y operadores culturales hacia un público más amplio. Fueron los jóvenes quienes se mostraron más receptivos a la propuesta. La página musical pasó a convertirse en un cuadernillo con canciones y entrevistas a los músicos que los jóvenes escuchaban bajo cuerda en esos años apagados, el llamado canto nuevo, la nueva trova, el rock. La opción de La Bicicleta por la juventud fue más bien una opción de los jóvenes por La Bicicleta. La revista saltó a los quioscos y fue ganando tiraje y periodicidad hasta que, entre 1984 y 1986, la dictadura impidió su circulación durante tres largos periodos.

Cabe preguntarse por qué. Por qué el crecimiento y por qué la censura. Tal vez La Bicicleta consiguiese abrir algunos intersticios en los murallones que la dictadura intentaba sostener, unas aberturas que la censura no lograba colmatar porque le quedaban a trasmano. Tenía pegada, pero mal juego de cintura la dictadura.

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Quienes hacíamos La Bicicleta teníamos dieciocho o veinte años en 1973 y ninguna gana de llegar a viejos cargando con y contra Pinochet. Si no podíamos acabar con la dictadura intentaríamos, al menos, menoscabarla. Roberto Merino, quien junto a Clotario Blest, era amigo y vecino de La Bicicleta en el viejo barrio de la calle San Isidro, ha descrito perfectamente el procedimiento: «No hay para qué despotricar contra la llama de la libertad, basta señalar que una vez fue detenida una señora a la que pillaron haciéndose unos huevos revueltos ahí».

Los meses de prohibición, en 1984 y 1985, dejaron a La Bicicleta debilitada pero en pie. El golpe de gracia lo recibió en septiembre de 1986 tras el atentado contra Pinochet. Como es sabido, las mal llamadas fuerzas de seguridad salieron esa noche a vengar la afrenta, asesinando a cuatro opositores y entrando a saco allí donde quisieron. De La Bicicleta se llevaron hasta las placas de impresión.

No es necesario idealizar lo que hicimos durante esos años. La dictadura sólo tuvo defectos y entre ellos se cuenta su inutilidad. Frente a ella, sin embargo, un fuerte lazo de complicidad existía entre un número creciente de personas. Quienes hacíamos La Bicicleta vivíamos esa complicidad a través del contacto con los lectores, con los quiosqueros, en los barrios, en los teatros, en las universidades. Esta anécdota tal vez sirva para ilustrarla.

A inicios de los años ochenta se integró a La Bicicleta, gracias a una iniciativa de reinserción de exiliados, un periodista que volvía de Alemania. Digamos que se llamaba Arcadio. Arcadio militaba en una de las múltiples facciones en que se dividía entonces el Partido Socialista. Entre los miembros de La Bicicleta había algunos militantes del Mapu pero la mayoría era, en estas materias, de tendencia freelance. A poco de llegar a Chile y a La Bicicleta, Arcadio asumió la dirección del periódico de su partido, lo que quiere decir que lo redactaba, lo imprimía y lo repartía.

Así va un día Arcadio por el centro de Santiago con su maletín negro de funcionario o de vendedor, en donde transporta los originales del periódico clandestino. En ese momento se produce una estampida entre los comerciantes ambulantes. Un bus policial avanza por la calle y una docena de policías se lanza a la pesca de los ambulantes. Estos son expertos en el ejercicio de escapar con la mercadería en volandas, pero una mujer que lleva una guagua en los brazos no alcanza a huir y un policía la atrapa e intenta subirla al bus policial.

Arcadio es aspirado por la masa de transeúntes que se acerca a contemplar la escena. La mujer se resiste y, en el forcejeo, la guagua, que llora tan fuerte como grita su madre, está a punto de rodar por el suelo. Arcadio ve negro, se olvida del maletín y se lanza a forcejear a su vez con el uniformado. La reacción de Arcadio parece dar alas a la muchedumbre, que las emprende contra el bus policial. La mujer consigue escapar pero Arcadio es detenido, encarcelado en la Penitenciaría y puesto a disposición de la justicia por agresión a carabineros y desacato a la autoridad.

La misma tarde de los incidentes suena el timbre de La Bicicleta. Cuando abrimos, un comerciante ambulante nos tiende el maletín de Arcadio, salvado del tumulto, con toda su documentación intacta. Se lo llevaron por defender a una mujer- nos explica el ambulante. Y agrega, con una punta de orgullo en la voz: “Pero nunca sabrán lo que no consiguieron llevarse”.

La Nación de Santiago de Chile, 31 de diciembre de 2006

PS: No he querido poner el nombre real de Arcadio sin preguntarle si podía hacerlo. Y no encontré manera de preguntárselo, hace veinte años que no sé nada de él. Pueda ser que esta nota sirva para retomar contacto. Internet a veces permite esos rencuentros, pero no siempre.

Marcelo sostiene que el ambulante no debe de haber dicho: «Nunca sabrán», sino «Nunca van a saber». El habla chilena es así. Nadie calla, «nos quedamos callados».

La Cecilia me recuerda el apoyo que  la cooperación internacional nos dio durante esos años. El CCFD francés y la holandesa Novib financiaron durante un tiempo una parte de las actividades de la revista. Muchos años después coincidí en Angola con Agostinho Jardim Gonçalves, a quien había conocido en el CCFD. Escucharlo contar, en un país destruido por la guerra, por qué el CCFD apoyó a La Bicicleta fue una experiencia esclarecedora.

La bicicleta de la ilustración es de Picasso. Picasso era un señor malagueño.

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Commentaires
J
la entrañable bicicleta recorrío Chile con su espíritu libertario, juvenil desde la ACU al país subterraneo que tiempo duro aquellos..pero de osadías y convicciones
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