De compras
La caída del poder de compra ya está aquí. La crisis, con su aliento de hiena. Hace unos días fui a Ikea a comprar unos cachivaches para amueblar la habitación que pintamos durante el verano. Armarlos nos llevó toda la tarde del domingo. En ese detalle radica la fortuna del sueco más rico del mundo: todo el proletariado europeo trabaja para él y más encima le paga por hacerlo. Podríamos haber comprado los cachivaches en una brocante (kuriosa las llaman los germánicos) pero hay que hacerse cargo del traslado y salvar las escaleras.
Junto conmigo entró al Ikea una familia. La fui viendo con intermitencia por el largo laberinto de objetos arrellanarse en los sillones y jugar a esconderse en los armarios. Coincidimos luego en la caja, yo con mis pesados paquetes y ellos esgrimiendo una única compra en la mano: una escobilla para limpiar el retrete.