El efecto BS
Buzz y hoax son dos palabrillas en alza, de esas que ya nadie se molesta en traducir. Hoax es una información falsa y buzz una información que se propaga por la Red a la velocidad de la luz. Ambas categorías pueden combinarse y un buzz, además de rápido, puede resultar ser falso. Hoax célebres son esos poemas como de autoayuda que se atribuyen erróneamente a Borges o a Neruda. Quién haya intentado pararle los pies a la falsía (la Fundación Neruda, por ejemplo) comprueba la cuasi inutilidad de su afán. De existir dentro de mil años, las Obras completas de Borges incluirán seguramente el bodrio ese de las habas versus los helados.
Desde hace unos días circula por la Red este vídeo que muestra una ruta comarcal belga absurdamente saturada de paneles. 250 en cinco kilómetros, creo. Surrealista, como llaman los belgas a todo lo que se sale un palmo de la norma. Los autores del vídeo lo llenan también de mensajes populistoides y, al final, le imputan el imbunche a un ministro de apellido Lutgen. Este, fígura montante de la democracia cristiana provinciana, ha intentado por todos los medios a su alcance corregir la atribución. Pena perdida. Peor, lo que ha consiguido con su agitación ha sido aumentar la velocidad de propagación del mentado buzz.
Lutgen ha intentado acallar los ecos gritando, como se dice. Más o menos lo que hizo Javier Cercas ante el infundio puteril de Arcadi Espada. O Barbra Streisand, quien, queriendo evitar la publicación de unas fotos de su casa, consiguió abarrotar su calle de fotógrafos y bautizar al famoso efecto con su nombre. El efecto BS.