(Diario de Madera, 5)
Colón tenía olfato y una gran nariz. Murió, sin embargo, desposeído de su hazaña que, por cierto, él creía otra. No llegó a enterarse de lo de América. Lo suyo, según él, había sido abrir una nueva ruta a Oriente, la ruta occidental. Descubrió América, sí, pero, sin desmerecerlo, tal vez sea más exacto decir que descubrió el Caribe.
Los maderenses pretenden que fue este archipiélago de Madera donde redondeó su idea de ir a Oriente por Occidente. Tal vez. Lo cierto es que no logró convencer de ello al rey de Portugal y tuvo que esperar a que los Reyes católicos conquistasen Granada, en lo que se distraían por ese entonces, para que le prestasen atención.
Tras su muerte, de a poco la Corona fue revindicando la figura de Colón. Revindicándola se revindicaba. Así fue como algunos retratos del almirante comenzaron a ver la luz. En la casa museo de Porto Santo hay una pequeña colección de diez pinturas y grabados en los que el genovés aparece con barbilla, con flequillo, con sombrero, con cuello acanalado. En algunos parece mediterráneo, en otros holandés. En lo único que parece haber consenso es que era narizón.
Estatua de Colón en Porto Santo
(Diario de Madera, 4)