(Diario de Madera, 4)
Más de una vez le he oído a Roberto la palabra epifanía. Como no estoy seguro de qué significa pero me gusta mucho, suelo pensar que ciertas situaciones en que el ánimo se me queda por el cielo podrían ser llamadas epifanía. Así días atrás en el Jardín tropical de Monte. Estábamos tomando té y unos trozos de queque en un mirador. A la vista de las migas se aproximó un pinzón. Había que ver su estrategia de acercamiento. La manera como nos domesticaba. Ya sé que esta materia la agotaron el zorro y su principito pero es lo que el pinzón hacía, y con qué gracia. Cuando ya estaba seguro del terreno que pisaba dio el salto hasta la mesa y se metió dentro del plato. En vista de tanta camaradería, llegó toda la tribu. Todos eran guapos y buenos comedores, y para todos alcanzó el queque. Pero la epifanía propiamente se la debo al primero. Al pionero.
(Bastaba con este par de líneas escritas en el moleskine...).