El pintor cockney y la luz
Anteayer vimos Mr Turner, de Mike Leigh, una película tan trabajada como conseguida. Al punto que Thimothy Spall, el actor que encarna a Turner, premio de interpretación masculina en Cannes, dice haber pasado siete años elaborando el personaje.
Se suele mostrar al artista rompiendo moldes, movido por un arrebato pulsional. Un ícaro seductor en plena subida. Leigh, por el contrario, muestra al pintor viejo y basto, reconcentrado en su asunto, indiferente a las modas, a los demás. Un cockney empecinado en captar la forma de la luz, viejo y libre, seguro por fin de lo que busca y encuentra.
Esto que digo resume lo que he leído sobre el pintor y sobre la película desde que la vi. Por cierto que hay más tela allí, pero yo me muevo, como el padre de Turner, en el terreno de la anécdota y por eso prefiero referirme a él, al padre del pintor, que exponía en la ventana de su barbería de Covent Garden los primeros croquis del pintor cuando niño, que rasuraba las cabezas de cerdo antes de que la cocinera las presentase a la mesa, convertido luego en factotum del hijo, preparando para él telas y pigmentos, recibiendo a los clientes y proponiéndoles la prueba de encontrar al elefante (the element of the elephant) en esta Tormenta de nieve, el ejército de Aníbal cruzando los Alpes. Porque si, como el elefante, todo es anécdota, el protagonista del cuadro es la luz, su forma.
Un detalle de temporada, para acabar: al morir, en pleno solsticio de invierno, Turner exclama en su ultimo suspiro un muy inglés «Sun is God».