Ayer, hoy y mañana
Estreno mañana de la última de Woody Allen, la n° 45, El hombre irracional. El número no tiene importancia, ni el nombre, ni siquiera la película. En una entrevista en el diario gratuito de hoy, Allen dice que hace una película tras otra para no pensar en la muerte. Dice también que la filosofía distrae de la muerte pero no la evita. Que si celebrara su cumpleaños n° 80 tendría la impresión de bailar sobre su tumba. Y que si pudiera hacerlo sin ser descubierto, iría eliminando al prójimo uno a uno hasta quedarse solo sobre la faz de la Tierra.
Estreno también mañana del Principito, al que le han agregado, oh, sorpresa, la historia de una niña. En los cuarenta, Welles intentó llevarlo al cine con él como aviador, y sin niña, sin éxito.
Mañana también, primer miércoles del mes, es el día del museo de los impecunes, cuando mirar es gratis.
Ayer, en la tele, El transcurso del tiempo. Envejece la película —envejece rápido—, y el nombre va ganando con el transcurso del tiempo, justamente. Me dormí. Desperté unas cuantas veces y lo poco que vi estaba al borde del ridículo, lo que me parece bien.
Y ayer también en la tele, Ayer, hoy y mañana, de De Sica. No la vi, me arrepiento.
Hoy Tse recordaba que el Perro habría dicho alguna vez que no hay tonto sin blog. Me vine de cabeza a actualizar el mío.
Y ya que se han puesto de moda los leones, ayer tomé esta foto en Waterloo. Es la primera de una serie de cinco. Lo dejo botando.