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Camino de Santiago
31 mai 2014

Diga 33, otra vez

Una vez el poeta Juan Luis Martínez, viendo una publicidad del restaurante Altazor en una revista en la que yo trabajaba, me dijo: Mira en lo que terminan los nombres. 

Nada es imposible, todo da lo mismo. Un poco de spanish shame también da. Y otro poco de por favor ...

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29 mai 2014

Zurbarán, tela

Conocía a Zurbarán de haber visto algún cuadro suyo en El Prado y de las páginas que le dedica Nooteboom en su Desvío a Santiago. Y poco más. No estaba lejos de confundirlo, como hace el corrector, con Zurraban.

Así fue como salí de la exposición de Bruselas decidido a leer lo que cayera sobre el pintor extremeño. Y lo que puedo compartir ahora son un par de impresiones y tres o cuatro anécdotas pilladas al vuelo de la charla de los guías que recorren la exposición chaperoneando escolares.

Frente a San Francisco contemplando una calavera creí que el santo llevaba en las manos un botijo. El nombre del cuadro me sacó del error, pero ya no quise salir del todo. La contemplación de la calavera -el memento mori por excelencia- puede ser visto también como un impulso vital, el de atesorar agua fresca en un botijo para cuando haga falta. ¿No¿Por qué lleva el santo, si no, la calavera al revés?

Source: Externe

En este cuadro está lo mejor de Zurbarán: la concentración simétrica, el equilibrio y la tensión. El santo està desnudo, cubierto de pies a cabeza por su sayo de fraile. A propósito del tratamiento de las telas, dice Nooteboom: el arte es una cuestión de pliegues y de géneros. (Bueno, no dice exactamente eso, pero para mejorar las citas hay que citar de memoria).

San Francisco... es del periodo sevillano, durante el cual Zurbarán pintó principalmente por encargo de los conventos hispalenses. Cuando el esplendor de la ciudad comenzó a palidecer (no duró nada el oro de América, alcanzó para dorar unos cuantos altares y en seguida subió por la Ruta de la plata hacia Londres y Amsterdam), el pintor se instaló en Madrid y se puso a pintar -más, no sé si mejor, para una clientela más amplia, hecha no sólo de conventos sino también de casas particulares-, un repertorio de escenas emotivas de las vidas de santos.

De éstas, mis favoritas son las de Jesús y la Virgen niños. En esta Virgen dormida cuando niña lo que la María lee, lo que la hace dormir, es su propia historia tal como la contarán más tarde las escrituras.

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27 mai 2014

Del buen humor del bueno

Vamos a necesitar mucho humor para aguantar lo que viene.

Y el humor es impensable sin un infinito buen humor, y no hablo del sarcasmo sino del buen humor del bueno, sin el cual es imposible soportar la estultucia del mundo, afirma un personaje de Kundera, citando a Hegel.

El librito que cito, el ùltimo de Kundera, La fête de l'insignifiance, pretende ser él mismo una muestra de que el humor es posible en medio de tanta tonterìa. Segùn el diario de Jrúchov, cuenta Kundera, Stalin se burlaba de su círculo màs estrecho de colaboradores contàndoles con absoluta seriedad unas historias tiradísimas de los pelos que sus incondicionales se sentían obligados a dar por serias. Stalin se regocijaba estirando el elàstico de lo inverosímil para poner a prueba la docilidad de sus pretorianos. Si estos hubiesen asumido que se trataba de bromas, afirma Kundera, ésa sería la prueba de que habrían cambiado de época. 

Lo más gracioso es la relación de Stalin con su adjunto Kalinin. Kundera pretende que el viejo Kalinin sufría de la vejiga y necesitaba vaciarla frecuentemente, pero no se atrevía a hacerlo por no interrumpir las largas tiradas de Stalin, tiradas que el dictador prolongaba aposta para ver hasta dónde aguantaba la vejiga de su fiel segundón. Tanta retención se vio recompensada porque a la hora de rebautizar la ciudad de Koningsberg -la cuna de Kant-, enclave ruso en Prusia conquistado por la URSS en 1945, Stalin decidió llamarla Kaliningrado, burlándose tal vez por esa vía de Kant, de Hegel y del conjunto de la filosofía alemana.

Pues eso, no sé cuánto habrá que aguantar antes de echar a correr para ir a aliviarse, y no sé cuánto humor habrá que echarle a todo esto, sabiendo además que entender el humor de los nuevos tiempos -el nuevo humor- es imposible por ahora en la medida en que éste sólo se hará inteligible una vez que el cambio de los tiempos se afirme como tal.

Un apéndice sobre el libro y su crìtica. Sabiendo de la relación desastrosa que Kundera ha mantenido en estos ùltimos años con ciertos críticos franceses, una vez cerrado el libro he ido a leer la crìtica de Assouline. Que lo deja, era de esperar, como chaleco de mono. Con todo derecho, no faltaría más. Eso sí, me parece impertinente que el crítico se permita sugerirle al autor que abandone el francés y vuelva a escribir en su lengua materna. Si eso no es lepenismo, que venga Le Pen y lo empeore...

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Dibujo de Milan Kundera

24 mai 2014

Uno, ninguno y cien mil

La estadìstica dice que esta madrugada este blog alcanzò su visitante n° 100 000. Dice también que se tratò de un lector mejicano. La pàgina que leyò fue ésta, escrita hace tres años, donde también se hace cuestiòn de unas estadìsticas. La releo y me resulta vagamente incomprensible.

Ahora bien, lo mejor de la relectura consiste en reencontrar esta cita de Iñaki Uriarte: «Esencia del pensamiento conservador: creer en las elites, creer que hay personas mejores que otras y que se merecen más. Y lo que suele ser risible: creer que tú eres una de ellas».

Uno, ninguno y cien mil, que dirìa Pirandello.

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21 mai 2014

Temporada de peluqueras

La gente que no està à la page va una guerra por detrás. Yo lo que voy es varios festivales de Cannes por detrás y, a falta de poder ver la última de los Dardenne en la Croisette, veo la penúltima en la tele, El niño de la bicicleta, que, realismo social mediante, hace pensar desde el tìtulo en Ladròn de bicicletas, de De Sica (salvo que la italiana trata de un padre que asume y la belga, de lo contrario).

Las películas de los Dardenne (sin música, o casi) son regularmente premiadas en Cannes, lo que les da un sello de calidad ganado a punta de inspiración y de trabajo. Los cineastas belgas han patentado una manera de contar historias a través de pelìculas que parecen hechas a la rápida y con pocos medios, pero estàn, al contrario, muy pensadas y bien calibradas. Esto ùltimo es un elogio, claro.

Tan redondo es el resultado conseguido que, tras haber visto unas cuantas, el espectador puede acercarse a la sensación circular de haber visto ya antes la misma película. Porque los filmes de los Dardenne se parecen mucho entre ellos. Por lo demas, todo bien con El niño..., salvo que los actores que representan al padre dimitido y a la madre de substituciòn, Cécile de France et Jéremie Renier, resultan demasiado bien parecidos en relaciòn a sus personajes, es decir que los actores no dejan ver, en parte al menos, a las personas que encarnan. Màs en el caso de Renier que en el de De France (otra peluquera, temporada de peluqueras).

Espero que eso de ver màs al actor que al personaje no me ocurra también con Marion Cotillard y la protagonista de la ùltima y ya muy celebrada Dos dìas y una noche, que compite por estos dìas en Cannes, y espero ver el fin de semana, figure o no en el palmarés.

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20 mai 2014

Una imagen de Belgrado

No se me ha perdido nada en Belgrado pero estaba leyendo la descripciòn de la ciudad que hace Nicolas Bouvier en L'Usage du monde cuando me entero del peligro de inundaciòn de la ciudad por la crecida de los dos rìos que la atraviesan.

La ciudad que describe Bouvier es la Belgrado de hace sesenta años y no parece estar, como ahora, bajo amenaza: «En verano, Belgrado es matutina. A las seis, los aseadores municipales barren la bosta que dejan las carretas de los verduleros, mientras las cortinas de madera de las tiendas comienzan a levantarse. A las siete, los bares ya estàn llenos. En las asoleadas calles se siente el olor de las sandìas del mercado, donde los caballos tienen nombres de niños, y se ve ese desorden de casas esparcidas entre los dos rìos, el Sava y el Danubio, en ese viejo campamento que hoy se llama Belgrado».

Source: Externe

La foto es anònima, o yo no he dado con el autor, y parece ser de un tiempo posterior al del relato de Bouvier. En ella, el rìo està en su cauce, donde esperamos que vuelva cuanto antes.

17 mai 2014

El volcán

MI AMIGO TENÍA 16 años y ella 15. La noche en que comenzó el noviazgo, ella llevaba hot pants de terciopelo negro. Se vieron pocas veces. Vivían lejos y no era fácil cubrir la distancia. Sus padres eran estrictos. Mi amigo no tenía teléfono y para llamarla debía ir al almacén de la esquina y hablar desde la trastienda entre tambores de aceite.

Una de las tardes en que mi amigo la visitó, llevó consigo un cuaderno en el que escribía pensamientos y versos, tal como ella se lo había pedido. No tardaron en descuidar el cuaderno, su hermano menor se hizo con él y comenzó a recitar aquellos versos en voz alta. Al poco tiempo ella marchó con su toda su familia a pasar unas largas vacaciones al sur del país, a la región de los lagos y los volcanes, al borde de un lago y de un volcán, precisamente, tal como hacían cada verano.

Allí estaban cuando el volcán entró en erupción. La gran fumarola que escapaba del cráter cubrió de cenizas el valle y su imagen llenó las portadas de los periódicos y las pantallas de los televisores. La lava se llevó por delante varios poblados, bosques enteros, rocas, cultivos y animales, y empujó todo ese magma al fondo del lago.

Desde la ciudad no había comunicación con el balneario en el que ella estaba, y el corazón de mi amigo se llenó de  inquietud durante unos interminables días.

Cuando por fin cesó la emergencia y ella pudo regresar a la capital, mi amigo tardó aun unos días en comunicar con ella. No estaba en casa o no se ponía al teléfono. Cuando hablaron, ella le contó de la zozobra vivida y de cómo la había sobrellevado arrimada al cariño del hijo de una familia amiga. La noticia era esa, entonces. El volcán y la erupción habían puesto el estrépito, pero el ruido sordo era otro, era ése.

No volvió a verla. Siguieron unos años intensos, mi amigo era joven y las calles hervían de gente. Había estado enamorado pero la había olvidado en seguida. Tal vez sólo sintió el tirón de la pérdida alguna tarde en el cine o leyendo una novela, cuando el sentimiento ajeno le avivaría el que había sido suyo.

Quince años después, mi amigo estaba una tarde en su oficina, mirando desde la ventana los techos de las casas bajas de la ciudad vieja, cuando le avisaron de que tenía visita y dieron el nombre de una mujer que había sido su compañera en la universidad antes de que ella partiese al exilio. Estaba de regreso entonces. Qué alegría verla. No venía sola, la acompañaba una amiga. Mi amigo la saludó también, pero en seguida volvió la vista hacia su recobrada amiga y la cubrió de preguntas. ¿Cómo estaba, tenía hijos, cómo había sido vivir todos esos años lejos, qué le parecía el país al que ahora volvía? Su amiga le iba contando los pormenores de su periplo, insistiendo en que lo esencial lo había vivido junto a esta amiga que estaba a su lado, la que de tanto en tanto probaba a intervenir. No diré que a mi amigo esto lo importunase, pero él quería escuchar el relato de primera mano en la voz de su propia amiga y centraba toda su atención en ella.

Cuando llegó el momento de despedirse, la amiga de la amiga, la acompañante, le hizo entonces una pregunta abiertamente fuera de lugar, una pregunta destinada probablemente a atraer por fin su atención sobre ella. Le preguntó por el volcán, le preguntó si recordaba la erupción del volcán y sus devastadoras consecuencias. Entonces mi amigo sí la miró, sí que posó durante un largo momento la vista en ella. Entonces eres tú, le dijo. Me alegra verte, me alegra que hayas venido, y siento no haberte reconocido. Pero bueno, agregó, tal vez inútilmente, puesto que has vivido lo mismo que nuestra amiga común, ahora también ya sé todo de ti.

Lo que pasó luego no fueron años sino décadas. Pocas veces mi amigo recordó esta historia. Hasta que un día escucho que se había despertado el volcán.

V

14 mai 2014

La valiente cobardía de José Donoso

El total desparpajo con que José Donoso se permitía cambiar de opinión sobre tal o cual autor, su actitud reverenciosa ante a la maestría de Henry James, su valiente cobardía frente a las presiones de sus primos -sobre todo de uno de ellos, un abogado emplumado y circunspecto- para que el escritor travistiese el pasado familiar en su último libro, Conjeturas sobre la memoria de mi tribu, y el abuelo común no quedase retratado como un auténtico hijo de la gran Peta Ponce, en esta evocación de José Donoso, por Marcelo Maturana.

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10 mai 2014

La peluquera no tiene un pelo de tonta

Por una vez, la sala se ha ido llenando, las comedias románticas mueven público. Hay que retraer las rodillas para dejar paso a la que gente que busca sitio. Mi tío prefiere sentarse al borde del pasillo, en caso de terremoto o de golpe de Estado... Es viernes al atardecer, una buena hora por lo visto para ver Pas son genre (No es su tipo).

La película adapta una novela que cuenta la historia de un joven profesor de filosofía parisino destinado a Arras, un destino provinciano y segundón, donde se enamora de una peluquera. La vieja historia del rico y la pobre, la Cenicienta, si se quiere, sólo que en ésta lo que separa a los amantes no sólo es el capital -y la capital- sino ambos, y el capital cultural.

La actriz belga Emilie Dequenne se roba literalmente la película con su personaje, Jennifer, una Marilyn Monroe o una Cameron Diaz de provincias. Si la miras de cerca, ves que, contra las apariencias (el horóscopo, el karaoké), la peluquera no tiene un pelo de tonta.

Ahora bien, la historia entre un filósofo y una peluquera, ¿puede acabar en happy end? Tal vez, admitiendo eso sí que también existe el bonheur triste.

8 mai 2014

En la otra orilla

En la orilla murciana releo de una sentada La Orilla africana, de Rodrigo Rey Rosa. Dos relatos cruzados, el de un colombiano más o menos perdido en Tánger, Ángel Tejedor, y el de Hamsa, un joven pastor tangerí en su tierra. La prosa de Rey Rosa es seca y húmeda a la vez, «erotizada y ascética» y «diáfana y enigmática», como dice en el prefacio Pere Gimferrer.

La historia del pastor tangerí se abre con la caída de una oveja a la mar y con el pastor detrás para intentar salvarla, y se cierra cuando su primera conquista, una joven arqueóloga francesa, se le escapa tras descubrir el tamaño del sexo circunciso del pastor, coronado por un grano de pus.

Mi ejemplar es de 1999, de cuando lo leí, y tiene, como digo, prólogo de Gimferrer e ilustración de cobertura de Miquel Barceló; además, el relato fue traducido al inglés por Paul Bowles. Nivelazo el de Rey Rosa.

R

6 mai 2014

Cinco días en Murcia

Para sobrellevar el estrés de aeropuerto, nada como concentrarse en un detalle, en la psoriasis incipiente en el codo de la azafata.

En el Puerto, no valen versos frente a la mar, ni frente al sol del atardecer que calienta y no daña, ni bajo al bailoteo eléctrico de los vencejos.

En la Costanera, unas manolas evocan una flor. Hace mucho que no escucho ese nombre. Tal vez nunca antes lo he escuchado. Encantamiento. Y luego olvido. Después, en la terraza del bar, vemos el partido tal como lo habíamos imaginado, al Niño Torres marcar sin celebrar, a Diego Costa empecinarse con la posición de la pelota en el punto del penalti.

Por la noche, la extrañeza del graznido de las gaviotas.

En Calblanque, al mediodía, el olor áspero que emana del plantío de alcachofas. En la cumbre de un cerro hay una estación, como en la canción, desde donde se puede ver el faro a lo lejos y, antes, una cala para pasar la tarde, la arena acogedora, la protección de las rocas, la azulísima agua fresca. 

En Cartagena, el castillo, el teatro romano, el casco viejo. ¿Cómo se llama esa sensación de saber que si no hubieses venido todo sería igual?

En Murcia, la imagen del día estará entre las fotos, sí que hemos tomado muchas, será que Murcia es bien parecida, aunque esté pintarrajeada y vomitada. «Yo soy de Murcia y no rayo los muros», reza un cartel. Y unos muchachos visten, desafiantes, una camiseta estampada con esta divisa: «Mañanas de Ibuprofeno». Si los borrachos son tristes por la noche, por la mañana son tétricos. El alcohol contribuirá al equilibrio de la tribu pero lo cierto es que a la gente tomada de uno en uno la afea, y no necesitan tanto algunos porque ya antes de echarse a beber, a veces desde niños, tampoco es que fueran el ángel de Salzillo.

En la Huerta de Murcia, nada tardará la toponimia en seguir la evolución de la onomástica para que florezcan las calles con nombre de pila inglés y apellidos castellanos. Lo digo contemplando el vuelo de un palomo cuyas plumas fueron teñidas de rojo, según una costumbre local que me explican. Palomo que me recuerda el vuelo del flamenco en la playa del Puerto, él sí rojo de nacimiento.

En Cuevas de Lobos, esta duda: ¿qué es esta moda playera de rasurarse la collonera? Y esta: ¿las páginas de Opinión de El País del domingo tienen más sentido si leídas desnudo sobre la arena caliente? Si los hombres somos monos, en la playa más, leyendo el periódico.

Y en Santa Clara, el verso aprendido de Benarabí: «Mi corazón se ha vuelto capaz de adoptar todas las formas». Prefiero, eso sí, las formas de la cala de Calblanque a las negras sombras de los cipreses del cementerio.

De regreso hace un par de horas, aún llevo tierra murciana en los zapatos. Como llueve en Bélgica, se va convirtiendo en barrillo.

C

Calblanque

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