La rubia
Diario de Chile (2)
A recorrer me dediqué esta tarde las solitarias calles de mi aldea.
De solitarias no tienen nada, por ellas se mueve bastante gente, joven mayormente. Lo de aldea tampoco conviene, llamémosla ciudad emergente y todos contentos.
El pueblo tiene muchas cualidades y un par de defectos: el 8.8 y la rubia, ambos enemigos del adobe y de la teja. Digamos que el 8.8 atacó por abajo, por las fundaciones, mientras que la rubia ataca por encima, por la fachada. El 8.8 es estructural y la rubia superficial.
La prosperidad del pueblo descansa en la agricultura, que ahora se llama agroindustria. En el negocio del pollo y el de la fruta. Los productores de pollo se coluden y fijan el precio para su provecho. De la fruta no sé mucho más, salvo que la carretera la lleva al puerto y el contenedor al mercado exterior. Y que está muy buena, dulcísima.
La rubia es el edil del pueblo, pero no se ajusta al palíndromo (la edil ideal). El proyecto edilicio de la rubia consiste naturalmente en teñir al pueblo de rubio. En enchularlo, o sea, en convertirlo en el soporte publicitario para el proyecto de la propia rubia, su reelección.
Para lograrlo, la rubia ha llegado a teñir de rubio el busto de la fundadora del pueblo, que hace apenas un siglo y medio donó dos cuadras cuadradas para que se levantase la iglesia, el teatro, la escuela, la cárcel, el club social. A los que no tardó en sumarse la pulpería de mi tío Pepe.
A la rubia la reeligen cada cuatro años, porque se gana el voto de los ancianos sacándolos a pasear. Es de profesión animadora de televisión, sólo que para su desdicha las cámaras no la siguen cada vez que pone un pie en la calle central del pueblo.
El sistema electoral en Chile presenta la peor combinación posible: inscripción voluntaria y voto obligatorio. Lo que hace que sólo voten las personas mayores. A los partidos consolidados no les conviene cambiar el sistema electoral, y no lo cambiarán, en circunstancias que el buen sentido indica que lo lógico sería la combinación contraria, que la inscripción fuese automática y el voto voluntario.
Los hijos dilectos del pueblo repartidos por el mundo, mi tío y yo mismo, sin ir más lejos, reclamamos el voto contra la rubia.