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Camino de Santiago
30 novembre 2006

Peligro a cero metro

Antiguamente los ecologistas eran unos seres de apariencia folk que predecían el fin del mundo para el año entrante porque ya no cantaban por la mañana los pajaritos. Se decía que insistían en esas fantasías porque fumaban suspiritos azules. La buena gente les prestaba oídos sordos. Ahora las cosas se ponen serias y los ecologistas más llamativos pasan a llamarse Al Gore y Sir Nicholas Stern. Al Gore se ha valido de un filme, Una incómoda verdad, para presentar cuatro verdades y siete predicciones sobre el cambio climático, alertando al gran público. Sir Nicholas Stern acaba de publicar, por encargo del gobierno británico, el informe The Economics of Climate Change, que tiene sobre ascuas a las altas esferas políticas y financieras y consagra desde ya al clima como una variable macroeconómica.

Gore no carece de virtudes pedagógicas. Tampoco de ironía: “Yo era el futuro Presidente de Estados Unidos”, afirma en la presentación de su película. Es verdad que en 2000 le ganó voto a voto la carrera presidencial al calentador global George Bush, pero acabó perdiéndola por secretaría. En su película, que ha sido un éxito de público en Norteamérica y Europa, Gore presenta la información empírica de la que se dispone en la materia: la cantidad de huracanes de categoría 4 y 5 se ha multiplicado por dos en los últimos treinta años. La malaria alcanza por primera vez las tierras altas, sobre 2 mil metros, como en los Andes colombianos. El deshielo de los glaciares en Groenlandia se ha multiplicado por dos en los últimos diez años. Al menos 279 especies de plantas y animales responden al calentamiento del clima acercándose a los polos.

Y estas son sus siete predicciones, de mantenerse el proceso: las muertes por el cambio climático se multiplicarán por dos en los próximos 25 años, alcanzando la cifra de 300 mil víctimas cada año. El nivel de los océanos crecerá más de seis metros a causa del deshielo de Groenlandia y la Antártica, devastando las zonas costeras por el mundo. Las olas de calor serán más frecuentes y más intensas. El océano Ártico se deshielará completamente en verano alrededor de 2050. Por esa misma fecha, más de un millón de especies animales y vegetales se habrán extinguido completamente.

Stern es un prestigioso economista británico. Fue presidente del Banco Mundial y se supone que será el próximo ministro de Hacienda británico, cuando el actual, Gordon Banks, reemplace al Primer Ministro Tony Blair, el próximo año. Según el Informe Stern, la recesión mundial que acarreará el cambio climático será más devastadora que la gran depresión de los años treinta, catástrofe económica de proporciones que generó hambrunas y masivos movimientos migratorios. Las inundaciones debidas al deshielo de los polos, así como la falta de agua en las regiones áridas, conducirán a la emigración de cientos de millones de refugiados climáticos, a menudo los más pobres, sobre todo en las zonas costeras y en África negra.

Según el mismo informe, los argumentos que avanzan los Estados contaminadores, a la cabeza de los cuales se ubica Estados Unidos, cuando afirman que la lucha contra el calentamiento global gravaría su crecimiento económico, son falsos. Peor les irá, de un punto de vista estrictamente económico, si continúan contaminando, porque el crecimiento económico no sobrevivirá a la destrucción del medio ambiente. Para los países pobres, en cambio, nota el Premio Nobel de Economía Thomas Schelling, la situación es tristemente paradójica. No les queda más remedio que intentar desarrollarse si quieren contrarrestar las enfermedades y hambrunas derivadas del calentamiento global. Y desarrollarse equivale a aumentar el problema que los ataca. Un dilema.

La catástrofe puede resumirse de esta manera: allí donde el agua por ahora escasea, en las próximas décadas desaparecerá. Donde por ahora abunda, se producirán terribles inundaciones. Baste que la temperatura suba en los próximos cincuenta años en 5% con respecto del presente, previsión que ningún científico consigue negar, aun aquéllos a sueldo de las petroleras. Y es alta la capacidad que los humanos tenemos para negar la evidencia. Un filme de WWF refleja en plan humorístico este fenómeno mediante el cuadro bucólico que compone una buena gente paseando en descapotable (y a la guagua en cochecito) en pleno huracán, o un grupo de excursionistas asando la carne rodeado por un incendio forestal, o a un puñado de vecinos lavando el auto y jugando waterpolo en medio de una inundación.

Y atención a este extremo, porque la catástrofe anunciada no ocurrirá solamente en el mar de Aral ni en Krakatoa, al este de Java, sino que tocará todas las puertas. La geografía chilena, tan poco cuerda, admite todos los pronósticos. Al desierto más seco del mundo le suceden los valles centrales sometidos a estrés hídrico. Completa el cuadro un extremo sur amenazado por el deshielo polar y coronado por un hoyo en la capa de ozono grande como el cielo austral. El antropólogo Michael Singleton se despacha el problema del ozono con una chanza: el día en que cada familia china disponga de un auto, uno pequeño, ni siquiera un todo terreno, se acaba de golpe el problema del hoyo en la capa de ozono. Se acaba el problema, el hoyo, la capa y el ozono. Y ese día está más cerca de lo que puede creerse.

Gore y Stern, los nuevos ecologistas que no fuman suspiritos azules, corean al unísono una advertencia que ya entonó hace treinta años Nicanor Parra, nuestro primer ecologista nacional: Peligro a cero metro.


La Nación de Santiago de Chile, 30 de noviembre de 2006. PDF
 

PS: Desde luego, siempre habrá quien haga su agosto con cualquier calamidad. Ciertos operadores económicos rusos se frotan desde ya las manos a la espera de recuperar la inmensa Siberia para el cultivo de la soja transgénica. Al norte del Rín, hay quien intentará el cultivo de la vid y del vino, allí donde los romanos, veinte siglos antes, tuvieron que renunciar. Al otro extremo del planeta, al sur de Nueva Zelanda, la nueva distracción local consiste en ir a mirar la deriva de los icebergs. Y a hacerles adiós con la mano.

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11 avril 2006

Envidia de Italia y de Perú

Como todos los ciudadanos de su país, los italianos del exterior han votado en las recientes elecciones legislativas de la península. Y lo han hecho masivamente, a la altura del desafío que se les presentaba, esto era escoger entre el continuismo berlusconiano o el cambio propuesto por la alianza progresista encabezada por Romano Prodi.

Hasta aquí, nada nuevo. Hace ya muchos años que los italianos en el extranjero y sus descendientes, numerosos en el cono sur de América, en Norteamérica y en Europa, contribuyen con su voto a definir entre las opciones electorales que se presentan al parlamento romano. Dotada de una legislación inteligente en la materia, Italia organiza el voto de sus ciudadanos avecinandados o nacidos en el extranjero, muchos de los cuales poseen dos nacionalidades, la italiana y la del país en que residen, y pueden así, como es lógico, transmitir la nacionalidad italiana a sus hijos y nietos.

La novedad en estas recientes elecciones viene dada por el hecho que, por primera vez, los tres millones y medio de italianos del exterior, divididos en cuatro circunscripciones, han podido elegir a sus propios representantes al parlamento, un total de doce diputados y seis senadores. La campaña fue intensa en las grandes ciudades de la emigración italiana, Buenos Aires, Sao Paulo y Nueva York, en América, París y Bruselas en Europa, pero también llegó hasta los más remotos rincones del planeta, allí donde hay un italiano, puesto que el electorado exterior vota por correspondencia a través de los consulados italianos repartidos por el mundo.

Frente a esta muestra de madurez cívica, a los chilenos del exterior, privados de cualquier derecho a participar en la vida política y social de su país, no les queda más remedio que mirar con ojos largos y acusar la envidia que provoca lo que, por lo demás, no es otra cosa que normalidad democrática. Y ni siquiera les cabe el consuelo de pensar que estas circunstancias son sólo posibles en la Europa rica, en el mundo desarrollado. En las elecciones presidenciales realizadas este mismo domingo 9 de abril en el vecino Perú, las comunidades de peruanos expatriados, que cuentan con medio millón de electores, mayoritariamente en España y Estados Unidos, y también en Japón y Chile, han podido ejercer con normalidad su derecho a decidir los destinos del país vecino, dejando de lado algunos problemas de organización en Madrid, donde el crecimiento de la colonia peruana ha sido explosivo.

La derecha chilena se ha empecinado, con argumentos mezquinos y descaminados, en negar su concurso a cualquier proyecto de reforma constitucional presentado desde el restablecimiento de la democracia para corregir esta injusticia histórica. Sería hora que los partidos de derecha rectificaran. Si aspiran a ganar alguna vez una elección democrática (la última vez que lo consiguieron fue hace medio siglo, en el año 1958, con Jorge Alessandri), deberían comenzar por comportarse democráticamente.

En cuanto a los partidos de la Concertación y al gobierno, lo que les corresponde hacer es insistir. Ponerle empeño, porque tampoco se puede decir que se hayan, hasta ahora, extenuado en el intento. Las condiciones están reunidas para aprobar esa reforma pendiente de la Constitución y otorgar por fin el derecho a voto, en las elecciones presidenciales y parlamentarias, a los chilenos en el extranjero.

Así las cosas, un ítalo-peruano provoca envidia por partida doble. Independientemente de los resultados de las elecciones, naturalmente.

La Nación de Santiago de Chile, 11 de abril de 2006

31 octobre 2005

¿Votarán?

¿Votarán algún día los chilenos que viven en el extranjero? De aprobarse la moción parlamentaria de la diputada Isabel Allende esto ocurriría, en el mejor de los casos, en las elecciones presidenciales del 2009, es decir veinte años después de los primeros comicios tras el largo paréntesis pinochetesco. Los tres gobiernos concertacionistas, en momentos y por razones diferentes, han dado por concluida la transición a la democracia. Resulta evidente, sin embargo, que para los chilenos que viven en el exterior la transición sigue pendiente.

¿Votarán algún día, como lo hacen los colectivos de emigrados en la mayoría de los países del mundo? Nunca, si hemos de creer al diario El Mercurio. En una editorial publicada en septiembre, el periódico conservador enumera tres argumentos que buscan privar a la iniciativa de los votos necesarios para su aprobación y negar a miles de chilenos este derecho elemental : 1) El cálculo electoral, puesto que los emigrados votarían mayoritariamente por la izquierda, lo que desequilibraría una votación reñida. 2) El cálculo financiero, ya que organizar el voto en el exterior resultaría caro. Y 3), el cálculo ético, los emigrados se beneficiarían de un derecho sin contrapartidas en materia de obligaciones, en la medida en que no pagan impuestos ni están obligados a cumplir las leyes.

Los dos primeros argumentos son discutibles, el tercero es falso. El electorado exterior no vota « contra » el electorado interior, no lo ha hecho en ningún lugar del mundo. La prueba más reciente la dieron las elecciones autonómicas gallegas en abril de 2005. Las comunidades de gallegos en América y en el resto de Europa son numerosas. La elección, a dos bloques, entre el entonces gobernante Partido Popular y la coalición formada por el Partido Socialista y el Bloque Nacionalista Gallego, fue estrecha pero dio ventaja a esta última. Como el voto emigrante es de contabilidad más lenta, los resultados finales tardaron una semana, a la espera de este recuento. Contra lo que esperaban los populares, atendiendo a que tradicionalmente el voto emigrante, sobre todo el de América, les era favorable, éste no vino a cambiar los resultados.

En cuanto al argumento económico, El Mercurio quisiera ignorar que los emigrantes son la fuente principal de ingresos en numerosos países del mundo y también en un país como Chile son un aporte significativo de riqueza. Numerosos chilenos en el exterior invierten parte de sus recursos en el país y algunos de ellos trabajan directamente en actividades económicas cuyos beneficios se radican en su país de origen. El costo de organizar una votación cada cuatro años a través de consulados y embajadas no debería ser más importante que el de hacerlo en lugares apartados del territorio.

En cuanto al argumento ético, ni nativos ni extranjeros, ni residentes ni emigrados, ni trabajadores ni desempleados ejercen el derecho a voto como recompensa por pagar impuestos. Todo derecho tiene como contrapartida unas obligaciones, pero el derecho a elegir a los gobernantes es independiente de la contribución individual a la renta nacional. Un número significativo de ciudadanos pueden ser contribuyentes  « negativos » a la renta nacional, pero no por eso se ven privados del derecho a voto. Por la vía de vincular derecho a sufragio y pago de impuestos volveríamos al principio del voto censatario, en boga a la época de creación de El Mercurio, cuando sólo votaban sus lectores, los jefes de las familias pudientes.

De entonces ahora, el mundo se ha ido llenando de electores. ¿Votarán en Chile un día?

La Nación de Santiago de Chile,  El Canillita de Ginebra y Centros chilenos en el exterior, 31 de octubre de 2005

19 août 2005

Nacer y votar

Por fin una modificación constitucional viene a reparar una injusticia para con los chilenos nacidos en el extranjero : éstos últimos sólo podían ser considerados ciudadanos chilenos después de vivir en Chile por más de un año y haber solicitado expresamente la nacionalidad chilena. Como algunos de ellos habían nacido en países que no otorgan la nacionalidad por el mero expediente de nacer sobre su suelo, han debido permanecer en una suerte de limbo jurídico, sin beneficiar de nacionalidad alguna, reducidos al indeseable estatuto de apátridas. « Todo individuo tiene derecho a una nacionalidad » establece, sin embargo, el artículo 15 de la Declaración universal de los derechos humanos, proclamada por las Naciones unidas hace ya más de cincuenta años.

Resulta difícil comprender cómo un despropósito tal perduró interminables años, sorteando gobiernos y parlamentos sucesivos. Los argumentos invocados por quienes se oponían a su modificación durante la larguísima tramitación de la iniciativa ofenden aún al entendimiento. Un miembro de la Comisión de Constitución de la Cámara de diputados, Francisco Bartolucci, le opuso públicamente su « total desacuerdo » porque exagera el elemento de la consanguinidad llevándolo a un extremo, sin establecer límites a la posibilidad de que las generaciones futuras de emigrados beneficien de la nacionalidad chilena en una suerte de cadena sin fin (LUN, 14 de mayo del 2001).

Es bien sabido que la nacionalidad se adquiere y se transmite. Considerar un « extremo » la transmisión de la nacionalidad de los progenitores a sus hijos, ya consagrada hace más de dos mil años por el viejo derecho romano, es un dislate manifiesto. En cuanto a la cadena sin fin de las generaciones, negar a una persona un derecho elemental so pretexto del abuso que harán de él sus eventuales descendientes es un argumento que no resiste ningun análisis jurídico ni ético.

La iniciativa que simplifica hoy el trámite de adquisición de la nacionalidad para los chilenos nacidos en el extranjero llega, pues, tarde pero, tratándose de los derechos elementales de las personas, cabe decir que más vale tarde que nunca.

Es de esperar que sea también finalmente el caso del tramitado derecho a voto de los más de ochocientos mil chilenos que viven en el extranjero, y que componen lo que imaginativamente se ha llamado la XIV Región. También el reconocimento de este derecho ciudadano elemental ha encontrado porfiados opositores. El propio diputado Bartolucci : « Si se les permite votar a los chilenos que viven en el exterior, estaremos permitiendo que decida gente que vive fuera de Chile y (a la) que no le afecta en nada lo que ocurre acá ».

Dejando de lado por gratuita la afirmación que a los chilenos del exterior no les afectaría « en nada » lo que ocurre en su tierra y entre su gente, conviene recordar que el derecho a tomar parte en la dirección de los asuntos de su país, directamente o a través de representantes libremente escogidos, es un derecho humano inalienable, recogido también por la Declaración universal de los derechos humanos, y una condición de la democracia, llevada a la práctica, en lo que corresponde al voto de sus ciudadanos en el exterior, por la inmensa mayoría de las democracias representativas en el mundo, las que acogen el voto de sus a veces numerosos colectivos de emigrados y más recientemente también de sus inmigrantes, sin que ello ponga en peligro los equilibrios sociales, antes por el contrario.

En estas materias también a una cierta derecha le falla el cálculo electoral y no le salen las cuentas. Los estudios de ciencia política muestran cómo el voto, tanto de emigrantes como de inmigrados, sigue en lo grueso las tendencias y fluctuaciones del conjunto del electorado y se reparte así de manera relativamente semejante al voto interior y autóctono por todo el arco de las opciones electorales.

La Nación de Santiago de Chile, 18 de agosto de 2005

31 juillet 2005

Pantalón

Pantalón -Pantalone- era un comerciante jubilado, rácano, rezongón, libidinoso. Perfecto comediante -personaje de la commedia dell’arte, veneciano, como su valet Arlequín, como Bufón-, Pantalón entró en nuestras vidas por los pies, habiendo dado su nombre a la prenda que abriga piernas y cubre rabos y a las farsas burlescas y algo salaces que protagonizaba, las famosas pantalonadas. Mi tío Pepe me explica todo esto y cuando le pregunto a pito de qué, me enseña el modelo de pantalones que gasta un grupo de rapaces que han ido pasando. Todos ellos llevan los pantalones por debajo del culo. Y el “tiro”, la unión de las perneras, a la altura de las rodillas. Como es de esperar, los mozos se desplazan con cierta dificultad. No sé qué ocurriría si tuviesen que echar a correr.

Le comento que este afán ahora unánime de los adolescentes por enseñar el coxis ya le costó el puesto a un funcionario que inició en Chile una campaña publicitaria llamada “La raya”. No recuerdo si su propósito era prevenir contra el sida o contrarrestar el consumo de drogas. O ambos. Mi tío me dice que antes se podía adivinar la nacionalidad de las personas en cualquier aeropuerto del mundo según el modelo de sus pantalones. Cree recordar haber leído algo semejante en una novela de Javier Marías. Los pantalones le sientan bien a Marías como digresión novelesca, casi todo le sienta bien a Marías por lo demás, podría permitirse incluso llevarlos a los títulos de sus magníficas novelas: “Pantalón tan blanco”. “Negro pantalón del tiempo”. “Mañana en la batalla piensa en mi pantalón”. “Tu pantalón mañana”. Pero ahora, con esto de la mundialización, continúa mi tío, los pantalones tiroleses son cortados en Turquía y cosidos en China, y ya no resulta nada fácil adivinar, hay que observar otros detalles.

Nótese que mi tío Pepe sólo observa detalles. Observar es más prudente que mirar, más imparcial. Los europeos no miran el culo de las personas. Por no mirar, tampoco miran a las personas. Tiene razón mi tío Pepón, la relación pantalón-nacionalidad puede llevarnos lejos en el tiempo y en el espacio. El ministro Puccio ha contado alguna vez su dificultad para encontrar pantalones de su talla en Alemania. Cara de alemán tiene, pero cuerpo de chileno. En Arabia, me alerta mi tío, puedes llevar faldón pero nunca pantalones subidos. No se enseñan allí las rodillas impunemente.

Pasa otro grupo de personas. Las mujeres van vestidas justamente a la usanza árabe, veladas y cubiertas, pero sus hijos a la usanza tejana, con pantalones abultados y cortados a media pantorrilla. Se llaman éstos boggy trousers, informa mi tío Pepe, un experto, lo que viene significando pantalones pantanosos, cenagosos, palustres. Pantalones para ir a pescar cangrejos, vamos. Es verdad que con tanto pringue que hay por las calles, es mejor llevarlos recogidos para que no se arruinen. No hay otra prendra que sufra tanto con la moda, concluye. Hoy deben ser anchos y cortos, mañana angostos y largos. Y todavía quiere hablarme de los pantalones bombachos, de los pantalones de jinete y de los pantalones de señora, pero le digo que ya está bien, que cambiemos de tema. Insiste con que hubo un tiempo, su tiempo, en que los pantalones fueron símbolo de virilidad. Ahora se ha celebrado en mi pueblo una boda entre una lesbiana y un lesbiano. Cero problema en cuanto a la pareja, me advierte. ¡Pero había que ver el modelo de los pantalones!

La Nación, Santiago de Chile, 25 de julio de 2005

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31 juillet 2005

Congo

Fue un pintor precoz. Lo grueso de su obra lo llevó a cabo entre los dos y los cuatro años de edad. Se llamaba Congo.

Desmond Morris, el biólogo autor del célebre Mono desnudo, lo adoptó y lo llevó a vivir a Londres, donde sus cuadros fueron expuestos a mediados de los años cincuenta y donde hoy la casa Bonhams pone a la venta tres de sus pinturas. Como Morris pintaba, Congo se interesó naturalmente por los pinceles, aprendió a pintar y se decantó pronto por un estilo próximo al expresionismo abstracto, usando colores contrastados y trazos vigorosos.

Morris cuenta que Congo pintaba con mucha concentración, nunca sobrepasaba los límites del papel y protestaba enérgicamente si le quitaban la hoja antes de haber terminado. Según su amo, «probaba nuevas ideas y motivos, combinando aventura y seguridad, novedad y familiaridad, como hacen los artistas humanos». Una vez que daba por terminado un cuadro, eso sí, se desinteresaba por completo de él, tal como los niños pequeños. Lo suyo no era la reflexión estética, lo suyo era pintar.

Tanto así que Morris llevó a Congo a la emisión Zoo Time de la BBC, para solaz de cerca de tres millones de humanos telespectadores, y organizó la ya citada exposición con sus mejores pinturas y dibujos. La leyenda cuenta que Picasso quiso comprar uno de sus cuadros y que Dalí sostuvo que Congo pintaba con más humanidad que Jackson Pollock, el iniciador del action painting.

Federico Engels, quien escribió, apoyándose en las ideas de Carlos Darwin, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, no se hubiese sorprendido al ver los cuadros de Congo colgados en una galería londinense. Todos los elementos de su propuesta estaban allí reunidos: mono y hombre, papel y trabajo.

Lo cierto es que los humanos vamos admitiendo poco a poco, algunos a regañadientes, la humanidad de los animales, aserto que Nicanor Parra, un adelantado en esta y otras materias, hizo suyo hace varios lustros. Un reciente estudio universitario en Gran Bretaña, reproducido por The Sunday Times, confirma que las ovejas son amistosas y enamoradizas y que se entristecen cuando sus amigos o amantes son conducidos al matadero. No hay pastor que no lo sepa, pero no todos los humanos tenemos la suerte de ser pastores.

Para volver a Congo, nadie sabe si pudo pintar hasta el fin de sus días en su bucólico hogar londinense o si acabó como atracción de feria o miembro de la familia de chimpancés acróbatas del circo Las Águilas humanas.

La suerte de los conejillos de Indias no siempre es envidiable. Rosa Montero, defensora de la dignidad de los primates, cuenta la historia de una chimpancé a quien un científico enseñó el lenguaje de signos utilizado por los sordomudos. Cuando el científico debió cerrar el laboratorio por falta de fondos, la mona acabó en una jaula del zoológico local, donde los cuidadores y algunos distraídos visitantes se sorprendían al verla repetir incansablemente unos mismos gestos. Un día pasó frente a la jaula un visitante que comprendía ese lenguaje y pudo entender el mensaje que la mona repetía sin cesar: «Sáquenme de aquí».

La Nación, 21 de julio de 2005

31 juillet 2005

Bob

Sabíamos que no hay hambrunas en los países que organizan elecciones democráticas y en donde la prensa es libre. Lo demostró en su momento el Informe sobre desarrollo humano del Programa de las Naciones unidas para el desarrollo. Se sabe que en una dictadura el poder se concentra crecientemente en las manos del dictador y de sus cómplices, con la consiguiente pérdida de poder para el resto del personal, aun si el dictador haya sido elegido más o menos democráticamente por el propio personal. Nunca tan democráticamente, claro, como lo fue en su momento Charles King, en Liberia, reelegido con una amplia mayoría que superaba en 15% el total de los votantes.

Se sabe también que la prensa es libre o no lo es, pero entre uno y otro extremo las posibilidades son múltiples y no siempre la libertad significa lo mismo para todos. La libertad nadie puede explicarla pero todo el mundo puede entenderla, decía la escritora brasilera Cecilia Meireles. La prensa es libre de reproducir ideas serviles, opiniones adocenadas, propaganda. O está condenada a bajar el volumen o incluso a cortar la comunicación a ciertos técnicos de la ventriloquía. Lo que no se sabía hasta hoy, y ha tenido que ser Bob Geldof quien lo devele, es que “basta con que 20% de la población de un país tenga teléfono móvil para que una dictadura cese, porque la gente se habla entre ella”.

O sea que si Nokia hubiese comenzado la producción de celulares unas cuantas décadas antes nos hubiésemos ahorrado el nazismo, el fascismo, el franquismo, el salazarismo, el pinochetismo y a los generalotes argentinos y brasileros, para nombrar sólo las dictaduras que nos tocaron las carnes.

Geldof soltó esta memez en los prolegómenos del concierto Live 8 por él organizado, magno evento que remeció recientemente el planeta y sus inmediaciones. Se sabe que el guitarrista irlandés toca para Blair. Pero no se sabía que fuese tan clarividente. Se sabe también que los móviles jugaron un papel movilizador (cómo no) entre los atentados del 14 de marzo de 2004 en Madrid y las elecciones generales, cuatro días más tarde. La gente se pasó la voz a través de los móviles para protestar contra la manipulación de la información a cargo del gobierno que intentaba controlar el resultado de las elecciones. Tal vez también haya sido el caso, en parte, en la famosa revolución naranja en Ucrania.

Pero de allí a afirmar que el porvenir de las tiranías sea directamente proporcional a la cantidad de móviles sonando... hay que ser muy Bob para marcar ese número.

La Nación de Santiago de Chile, 7 de julio de 2005

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