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Camino de Santiago
roberto merino
24 janvier 2011

El Rey de rotos

El Rey de rotos del que habla Roberto me ha hecho recordar la existencia del Rey de ratas: Ratas que se enredan por las colas, disputándose comida o una hembra y, por la imposibilidad de desenredarse, mueren de inanición, o se matan entre ellas, y componen uno de estos imbunches:

R

Los rotos, por el estilo.

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22 février 2010

The worst

Roberto recuerda al peor poeta del mundo, el escocés McGonagall, aquél que escribió estos versos:

Beautiful railway bridge of the silv'ry Tay
Alas! I am very sorry to say
That ninety lives have been taken away
On the last sabbath day of 1879
Which shall be remembered for a very long time.
800px_Tay1

Y cuenta que éste consiguió una vez, pagando, encaramarse al escenario de un teatro para representar a Macbeth. 'Ya en el escenario, cuando el personaje Macduff debe, según el plan de la obra, matarlo a puñaladas, creyó que la intención de su contendor ficticio era eclipsarlo ante el público y se negó a morir'.

_______________

Poetas vivos versus poetas muertos >

11 novembre 2009

El camino longitudinal

Las fotos de Elde Gelos me recuerdan los paisajes pintados al óleo sobre papel por Natalia Babarovic a mediados de los años noventa, paisajes vistos a lo largo de esa carretera que antes se llamaba el camino longitudinal.

El propio Elde Gelos me pone sobre la pista del Hombre del ojo glauco, de NB, y me cuenta la historia del abuelo de N, «que un día llevó su vieja Leica a limpiar porque le suponía una mota de polvo en el visor y descubrió que en su ojo asomaba un glaucoma».

Y encuentro esta Novela de aprendizaje (sobre la pintura de Natalia Babarovic), en donde Roberto Merino describe esos paisajes que «no son pintorescos» (atención al adjetivo): «Son lugares que cualquier individuo ha visto muchas veces en su vida: los ha dejado pasar, confundiendo sus planos sucesivos con el flujo de sus propios pensamientos».

16 janvier 2009

Cornelius Berg

Le he oído decir a mi tío Pepe que él no lee libros de mujeres que no tengan nombre de flor, como Marguerite. Puede sonar a boutade machistoide pero, conociéndolo, apuesto a que se trata de un sincero homenaje a su admirada Yourcenar.

Me he acordado de esto porque llevaba algún tiempo con ganas de releer las Nouvelles orientales. Las leí cuando joven y mucho me impresionaron. Tanto, que me apresuré a regalarle el libro a un amigo (me parece que fue Sarte quien dijo que un libro leído es un cadáver que hay que arrojar cuanto antes por la ventana). Recuerdo haber leído las Nouvelles cuando se veía venir la guerra de los Balcanes, en cuya ocurrencia yo no creía, y tuve que cambiar en seguida de opinión.

El caso es que fui a la librería ayer y salí de allí con mi ejemplar. Como corresponde, comencé a leerlo por la última de la serie, La tristeza de Cornelius Berg, nouvelle que no tiene nada de oriental. Berg es un viejo pintor holandés, contemporáneo de Rembrandt, está de regreso en Amsterdam desde Italia, donde le tomó el gusto al vino, pinta poco y cada vez peor y cuando le piden que cuente sus aventuras por los países polvorientos de sol, Berg tiene que rendirse a la evidencia de que éstos son menos precisos en su memoria de lo que eran en sus proyectos antes de conocerlos.

Después de pasar la jornada pintando, Berg se dirige por la tarde al jardín de un viejo conserje que cultiva en Haarlem tulipanes (uno de esos veteranos que se recluyen en sus jardines a perseguir caracoles, como dice Roberto Merino). A la vista de un magnífico ejemplar de tulipán, cuyos colores hacen pensar en un iris, el viejo conserje dice que Dios es el pintor del universo. Sí, responde Berg, pasando revista a todo lo que ha visto y vivido, Dios es el pintor del universo. Es una pena que no se haya limitado a pintar paisajes.

P

Óleo de pintor desconocido

1 novembre 2008

Aquí hay tomate

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22 septembre 2008

Chamico

Chamico

A lo que cuenta Roberto Merino en esta entrevista (Chamico) cabría tal vez agregar que bebiendo decocción de estramonio los mapuches se animaban para cargar contra los peninsulares en tiempos de La Araucana. También, que los chamanes araucanos daban a los jóvenes de este brebaje para, observando sus reacciones, determinar cuál sería su futuro. Tampoco hay que olvidar que la yerba del diablo cura hemorroides y mata ratones. Aviso también que todavía tengo semillas de un abrojo que traje del Yemen. Se dan muy bien en terrenos que han sufrido perturbaciones.

2 mai 2008

Rodrigo Lira rodeado de libros

Quien lea o relea a Rodrigo Lira verá asomar en una tela de fondo, citadas o sobreentendidas, sus lecturas.

Sigue >

Lira

29 octobre 2007

El lugar sin límites

Donoso"Ahora está de moda algo que se denomina periodismo participativo, donde cualquier persona (o sea, las audiencias) puede escribir su crónica o su opinóloga columna. Se trata de un fenómeno no muy distinto de los diarios murales, sólo que optimizado por la tecnología, algo que alegra a los expertos, que tratan de elevar la categoría del asunto con marcos conceptuales y disquisiciones sociológicas, o sea pamplinas, un poco más de ruido a la bulla", escribe Roberto Merino en su columna de ayer domingo 27 en el diario chileno Las Últimas Noticias.

Por mi parte, no tengo nada en contra de los diarios murales. Al contrario, soy incapaz de pasar delante de uno sin leerlo. Tengo incluso que retenerme para no recoger cualquier papel escrito que se arrastra por el suelo. Suelo leer el periódico de la comuna donde vivo, me hace falta la vida de la gente siempre que esté por escrito, me viene bien saludarla y despedirla en la lista de nacimientos y en la de defunciones. La prensa es, entre otras cosas, un espacio de sociabilidad, muy útil para animales sociales e indispensable para agorafóbicos, misántropos y otras bestias peludas.

Hace unos días Jorge Bravo me envió la reseña de una novela de José Donoso, El lugar sin límites, que publicó en el diario local de Temuco en internet, La Opiñón. Le celebré la gracia, el nombre del diario, le pregunté cómo se sostiene una experiencia como ésa. Me habla de Atina Chile y del apoyo financiero de una multinacional de las telecomunicaciones, que sostiene una red de diarios locales en las ciudades chilenas, uno de los cuales El Morrocotudo, en Arica, está bastante consolidado, con 15 mil visitas diarias.

El nombre del libro, El lugar sin límites, se refiere al espacio de la hacienda rural, ilimitado antes de la reforma agraria. Y viene como anillo al dedo a este respecto. Internet es precisamente eso, un lugar aparentemente sin límites constituido por espacios tan delimitados como pueden ser los que traza un diario local.

Internet, ¿el lugar sin límites? Según y cómo y dónde.

PS: Entretengo la espera de la última entrega de la trilogía 'Tu rostro mañana', de Javier Marías, 'Veneno, sombra y adiós', escuchando a Marías presentarla en el nuevo sitio CeldaTV, que se ha inaugurado en Madrid y cuyo enlace me envía Adolfo. Marcelo Maturana está en Calaceite presentando unas líneas sobre José Donoso. También las espero para copiarlas aquí.

14 mars 2007

Un hombre llamado isla

ESE ES EL nombre de la primera del centenar de obras de teatro escritas por el arquitecto y dramaturgo Jorge Díaz. El cepillo de dientes, El velero en la botella, Topografía de un desnudo son otros títulos representativos de una dramaturgia que retrata al hombre urbano y a sus contradicciones, impulsada a partir de los años sesenta por el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica y la compañía Ictus. La última pieza escrita por Díaz se llama Pájaros en la tormenta.

JorgeDiazTavelli

Jorge Díaz murió este lunes 12 de marzo y esta fotografía, de León Cohen, tal vez sea su último retrato. Se le ve en el Tavelli de Santiago de Chile este enero de 2007 (la mesa del extremo del Drugstore era su oficina). El espejo del café nos devuelve también la imagen, al centro, de Roberto Merino, concentrado lector y, al fondo, de Jorge Olave, editor de La Nación.

27 janvier 2007

Otras palabras

Domingos de antes, largas caminatas por la tierra redonda, domingos de ahora, o de por ahora, demorada inspección del cielo desde la ventana buscando la dirección de los aviones. Así como el sábado fue promesa de alegría, como cantó Vinicius, así sea la alegría de Alfonso Alcalde, que era alegría provisoria, al ver caer el domingo se instala la melancolía. De todos los adjetivos que ha recibido ese sentimiento en vías de extinción me quedo con el que le dio Roberto, melancolía artificial. Alegría provisoria y melancolía artificial, palabras de marinero en tierra, morriña gallega, saudade lusa, añoranza castellana, enyor de los levantinos, ay pena penita pena de Andalucía. Es domingo y me vuelve a la memoria un soneto que leí hace treinta años y nunca más volví a encontrar, del que he olvidado todo salvo el nombre: Un domingo sin Delia.

melancolia

Melancolía, Edward Munch, 1899

31 décembre 2006

Helicóptero, bus y bicicleta

EL GOLPE no acababa aún y ya había arte y prensa contra la dictadura. En la confluencia de esos dos espacios aparece, en 1978, la revista La Bicicleta. Un verso de Erick Pohlhammer explica el nombre: «En la era de los helicópteros concéntricos surge como una paradoja necesaria La Bicicleta». Un subtítulo añadía que se trataba de la Revista chilena de la actividad artística. El gentilicio estaba ahí para indicar que el arte producido en el exilio también formaba parte de la publicación.

Andando los meses La Bicicleta se fue abriendo camino desde los círculos relativamente restringidos de artistas y operadores culturales hacia un público más amplio. Fueron los jóvenes quienes se mostraron más receptivos a la propuesta. La página musical pasó a convertirse en un cuadernillo con canciones y entrevistas a los músicos que los jóvenes escuchaban bajo cuerda en esos años apagados, el llamado canto nuevo, la nueva trova, el rock. La opción de La Bicicleta por la juventud fue más bien una opción de los jóvenes por La Bicicleta. La revista saltó a los quioscos y fue ganando tiraje y periodicidad hasta que, entre 1984 y 1986, la dictadura impidió su circulación durante tres largos periodos.

Cabe preguntarse por qué. Por qué el crecimiento y por qué la censura. Tal vez La Bicicleta consiguiese abrir algunos intersticios en los murallones que la dictadura intentaba sostener, unas aberturas que la censura no lograba colmatar porque le quedaban a trasmano. Tenía pegada, pero mal juego de cintura la dictadura.

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Quienes hacíamos La Bicicleta teníamos dieciocho o veinte años en 1973 y ninguna gana de llegar a viejos cargando con y contra Pinochet. Si no podíamos acabar con la dictadura intentaríamos, al menos, menoscabarla. Roberto Merino, quien junto a Clotario Blest, era amigo y vecino de La Bicicleta en el viejo barrio de la calle San Isidro, ha descrito perfectamente el procedimiento: «No hay para qué despotricar contra la llama de la libertad, basta señalar que una vez fue detenida una señora a la que pillaron haciéndose unos huevos revueltos ahí».

Los meses de prohibición, en 1984 y 1985, dejaron a La Bicicleta debilitada pero en pie. El golpe de gracia lo recibió en septiembre de 1986 tras el atentado contra Pinochet. Como es sabido, las mal llamadas fuerzas de seguridad salieron esa noche a vengar la afrenta, asesinando a cuatro opositores y entrando a saco allí donde quisieron. De La Bicicleta se llevaron hasta las placas de impresión.

No es necesario idealizar lo que hicimos durante esos años. La dictadura sólo tuvo defectos y entre ellos se cuenta su inutilidad. Frente a ella, sin embargo, un fuerte lazo de complicidad existía entre un número creciente de personas. Quienes hacíamos La Bicicleta vivíamos esa complicidad a través del contacto con los lectores, con los quiosqueros, en los barrios, en los teatros, en las universidades. Esta anécdota tal vez sirva para ilustrarla.

A inicios de los años ochenta se integró a La Bicicleta, gracias a una iniciativa de reinserción de exiliados, un periodista que volvía de Alemania. Digamos que se llamaba Arcadio. Arcadio militaba en una de las múltiples facciones en que se dividía entonces el Partido Socialista. Entre los miembros de La Bicicleta había algunos militantes del Mapu pero la mayoría era, en estas materias, de tendencia freelance. A poco de llegar a Chile y a La Bicicleta, Arcadio asumió la dirección del periódico de su partido, lo que quiere decir que lo redactaba, lo imprimía y lo repartía.

Así va un día Arcadio por el centro de Santiago con su maletín negro de funcionario o de vendedor, en donde transporta los originales del periódico clandestino. En ese momento se produce una estampida entre los comerciantes ambulantes. Un bus policial avanza por la calle y una docena de policías se lanza a la pesca de los ambulantes. Estos son expertos en el ejercicio de escapar con la mercadería en volandas, pero una mujer que lleva una guagua en los brazos no alcanza a huir y un policía la atrapa e intenta subirla al bus policial.

Arcadio es aspirado por la masa de transeúntes que se acerca a contemplar la escena. La mujer se resiste y, en el forcejeo, la guagua, que llora tan fuerte como grita su madre, está a punto de rodar por el suelo. Arcadio ve negro, se olvida del maletín y se lanza a forcejear a su vez con el uniformado. La reacción de Arcadio parece dar alas a la muchedumbre, que las emprende contra el bus policial. La mujer consigue escapar pero Arcadio es detenido, encarcelado en la Penitenciaría y puesto a disposición de la justicia por agresión a carabineros y desacato a la autoridad.

La misma tarde de los incidentes suena el timbre de La Bicicleta. Cuando abrimos, un comerciante ambulante nos tiende el maletín de Arcadio, salvado del tumulto, con toda su documentación intacta. Se lo llevaron por defender a una mujer- nos explica el ambulante. Y agrega, con una punta de orgullo en la voz: “Pero nunca sabrán lo que no consiguieron llevarse”.

La Nación de Santiago de Chile, 31 de diciembre de 2006

PS: No he querido poner el nombre real de Arcadio sin preguntarle si podía hacerlo. Y no encontré manera de preguntárselo, hace veinte años que no sé nada de él. Pueda ser que esta nota sirva para retomar contacto. Internet a veces permite esos rencuentros, pero no siempre.

Marcelo sostiene que el ambulante no debe de haber dicho: «Nunca sabrán», sino «Nunca van a saber». El habla chilena es así. Nadie calla, «nos quedamos callados».

La Cecilia me recuerda el apoyo que  la cooperación internacional nos dio durante esos años. El CCFD francés y la holandesa Novib financiaron durante un tiempo una parte de las actividades de la revista. Muchos años después coincidí en Angola con Agostinho Jardim Gonçalves, a quien había conocido en el CCFD. Escucharlo contar, en un país destruido por la guerra, por qué el CCFD apoyó a La Bicicleta fue una experiencia esclarecedora.

La bicicleta de la ilustración es de Picasso. Picasso era un señor malagueño.

8 décembre 2006

Melancólico sarcasmo

Declaración jurada, Rodrigo Lira, Ediciones Universidad Diego Portales, 2006.

Artemio Echegoyen, La Nación, 8 de diciembre de 2006

En el prólogo de este libro, un tal Grínor Rojo confunde nombres y crea un animal quimérico literal, aunque ese acto fallido tiene la fortuna de siametizar a dos de los tres autores (Lira, de la Fuente, Merino) de uno de los textos incluidos en esta Declaración jurada de Rodrigo Lira (1949-1981), verbigracia, el poema San Diego ante nosotros, que describe esa calle hace veintiséis años, en pleno reinado del Padrastro de Chile.

Declaración jurada
, más allá del citado poema de gestión hexaquírica, consiste en textos de Rodrigo Lira que no supieron caber, por razones físicas o morales, en su póstumo Proyecto de obras completas (1984). De notable interés sicosocial resulta la narración Declaración jurada que da título a este nuevo volumen.

Poeta paródico y a la vez original, proclive a la subversión textual y a elaborar versos no optimistas con las formas estereotipadas, oficiales y formales del lenguaje de los documentos (por ejemplo, que otras gracias tenía también), Lira continúa ―según explica Rojo―, exacerba, y les da vueltas de tuerca en burlón homenaje, a las poéticas de Parra y Lihn.

Diremos también, a riesgo de concitar repudio, que Lira era un poeta (y/o prosista) « institucional ». ¿Heraldo de las instituciones? No, para nada. Pero sí obsesionado con las instituciones (la policía, las empresas, las élites de la paupérrima República de las Letras, los medios de prensa, los institutos culturales), en la medida en que ellas dibujan un mapa de la sociedad ―del universo― y acogen o rechazan al individuo, cuya identidad definiríase en relación a ellas.

Una lectura desprejuiciada de estos textos liraicos (líricos y prosaicos) puede iluminarnos. Acaso como Kafka, este desconcertante poeta de la Ñuñoa de los últimos 70 añoraba, sabiéndolo o no, una aceptación institucional, antropológicamente hablando, y ello reflejábase, paródicamente, en su escritura. Su obra era, entre otras cosas, una inútil revuelta contra la marginalidad que lo caracterizaba.

Sus textos a menudo interpelan a la « autoridad », llámese ésta director del Artes y Letras, el poder sin cara o, cada cosa en su contexto, otros poetas de algún modo « reconocidos », como Lihn y Zurita. Los interpela y se ríe de ellos con melancólico, y a la vez autodestructivo, sarcasmo. El poeta, lúcidamente, se sabe lucido: no será « acogido », y, si acaso, tan sólo post-mortem (como autor « de culto »), tras abandonarlo todo, con macabra y petroniana elegancia, en diciembre del 81.

7 septembre 2006

Grecia 907

 

La inminente publicación de «Declaración jurada» (Ediciones Universidad Diego Portales) pone de manifiesto la capacidad del mítico poeta para literaturizar las declaraciones judiciales, los currículum laborales y el peculiar género de las cartas abiertas.



Roberto Merino

A mediados de 1981 —el año en que murió— , Rodrigo Lira estuvo empeñado en darles un orden a sus trabajos poéticos. Por un lado agrupó, bajo el título de «Marginalia», los textos de juventud que no alcanzaron a ser divulgados en revistas ni en presentaciones públicas y de cuyo destino literario no estaba muy seguro. En otro montón quedaron los poemas cuya selección fue la base del «Proyecto de obras completas», a estas alturas los más conocidos por los lectores.

Fuera de programa, sin embargo, han subsistido otros escritos suyos de naturaleza ocasional. Estos son, en su mayoría, los que conforman «Declaración jurada», este nuevo libro póstumo. Aparte de un poema angustioso («Grecia 907») y de una aventura de escritura colectiva en la que nos embarcamos Lira, Antonio de la Fuente y yo en 1980 («San Diego ante nosotros»), lo que nos muestra «Declaración jurada» es la inclinación del autor por literaturizar los formatos funcionales: el de las declaraciones judiciales, el de las cartas al director, el de las cartas abiertas («relativamente abiertas», en su caso), el de los currículum de quienes buscan trabajo.

La intención de estos textos es evidentemente paródica, si bien están pensados para lograr propósitos definidos: en la carta al director de El Mercurio, Lira pretende rectificar un cúmulo de informaciones aparecidas en un artículo de Enrique Lafourcade sobre el panorama poético nacional del año 81; en la carta a Raúl Zurita, solicita de éste que le ceda su lugar en un recital a realizarse en el contexto del Segundo Encuentro de Arte Joven (1980); por medio de «Currículum vitae», en tanto, contestaba un aviso clasificado en que se ofrecía empleo en una agencia publicitaria. Por último, el trabajo que da título al libro «Declaración jurada» (1977) es a la vez la narración realista de un malentendido callejero y una forma de ponerse el parche ante las eventuales consecuencias que el episodio podría acarrearle en una época de omnipotencia policial.

Me da la impresión de que lo que resulta emocionante en estos textos es el modo en que se deslizan —por detrás del telón de fondo— las huellas de la vida: la del propio Lira y la del país en general. La cesantía, el agobio, la situación existencial de un tipo que se dedica a la poesía son los subtemas de estos constructos en los que Lira no abandona su permanente labor de bricoleur sobre la materia del lenguaje. Queda a su paso, como un sedimento, una imagen borrosa de la ciudad en la que todos rendimos por entonces nuestros huesos y nuestras energías.

Este sería, en principio, una especie de efecto poético ajeno por completo al que asociamos habitualmente a la lírica. Los textos delatan —por parte del autor— una necesidad que lo acompañó siempre: la de escribir y reescribir como fuera, al margen de las circunstancias pero con notoria atención a ellas. Son textos de emergencia, proyectados y realizados para exorcizar una realidad que siempre parecía ir a contrarritmo de los deseos.

pixel

LiraDeclaracionJurada
Grecia 907 (1975)

De repente
no voy a aguantar más y emitiré un alarido
un alarido largo de varias horas
previamente habrá que tomar precauciones-
habré electrificado mi balcón
cerrado la puerta con llave
(se me olvidaba que he de instalar una reja
en la ventana del baño)
sembrado mis paredes con amuletos fabricados
en noches de viernes a sábado
de tal manera que los tanques
queden atascados a varios cientos de metros de distancia
los pilotos de los jocker panthers
no puedan controlar sus lúpings y se estrellen
justamente encima de los camiones de soldados
que justamente habrán chocado con los tanques
que estarán atascados en el asfalto
que empezará a derretirse
a los pocos minutos
del alarido que emitiré cuando
no aguante más.

De repente
no voy a aguantar más:
ya no bastará con las pajas mías de cada noche
con los pitos nuestros de cada día
y cuando ya no basten los opiáceos
los sicofármacos
los tranquilizantes mayores o menores
las botellas de vino cerveza pisco o agua mineral.

Previamente
me habré mesado los cabellos y las barbas
las cejas, las axilas, los vellos pubianos
me habré dado largos baños de tina y extensas duchas
y cuando todo eso ya no baste
emitiré un largo y potente alarido.

Entonces
las ventanas del edificio Diego Portales
estallarán en varios miles de pedazos
llorarán las guaguas las monjas las doncellas y los ancianos
los profesores deberán suspender las clases
los teléfonos comunicarán con números equivocados
pero no importará porque nadie podrá hablar por teléfono:
mi alarido impedirá que se escuche
lo que tenga que decir la gente que llame desde Mendoza
desde Arica San Vicente de Tagua Tagua o desde las Antípodas
preguntando qué pasa
qué es ese zumbido extraño
que parece provenir desde Santiago de Chile
Y la gente que pasa por la calle Ahumada
tendrá que correr a refugiarse en los agujeros del Metro
y los niños que cantan en los micros
cantarán más fuerte que nunca
quizá si por primera vez con alegría
al ver que las ventanas
primero se trizan
las trizaduras se extienden por las carrocerías de hojalata
y el techo cae sobre los pasajeros
sin causarles daño alguno y permitiéndoles respirar
pues mi alarido hará que el smog se disipe
es decir se concentre en las oficinas públicas
por donde entrará a través de las ventanas rotas (...)

(fragmento)

23 juillet 2006

San Diego y Santiago

'El postulante no es nada de tonto' es una afirmación tomada del curriculum vitae de Rodrigo Lira, redactado en 1981 y destinado a ser enviado a una serie de agencias de publicidad en busca de trabajo. Así titula Javier García en La Nación de Santiago de Chile una  nota que anuncia la próxima aparición de un segundo libro póstumo de Lira, tras las dos ediciones del Proyecto de obras completas. El libro, que será publicado por las Ediciones de la Universidad Diego Portales, tomará su nombre de Curriculum vitae o de Declaración jurada, dos textos de Lira que se mantenían hasta hoy inéditos.

Otro inédito que dará a conocer la publicación, San Diego ante nosotros, fue escrito a seis manos en 1980 por Rodrigo Lira, Roberto Merino y este escribidor. San Diego y Santiago son la misma palabra. San Diego es, además, una calle entrañable de un viejo barrio de Santiago de Chile. La calle del teatro-circo Caupolicán, del café Sena, la calle de los grandes Almacenes El Rey que rabió.

 

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10 décembre 2005

¿Dónde estabas tú?

La vida es larga y el arte breve, me dice mi tío Pepe. No entiendo muy bien a pito de qué, pero le digo ¡qué bien! para animarlo a que continúe.

Así es, es así, continúa, animado por mis exclamaciones. La polémica Zaldívar-Piñera, por ejemplo, no duró casi nada, y yo la apreciaba. ¿Dónde estabas tú?, le preguntó Zaldívar a Piñera, la noche del 27 de agosto de 1980, cuando Eduardo Frei Montalva llamó a votar en contra de la Constitución de Pinochet, me explica. No te vi, Piñera, no eras de los nuestros. Piñera va a rebuscar en sus archivos y vuelve con un ejemplar de un periódico amarillento, que lo muestra en el Caupolicán escuchando a Frei.

Bien mirado, prosigue mi tío, ésa es una pregunta clave. ¿Dónde estabas tú? Todo el mundo tiene el derecho de formularla y el deber de responder. El padre frente al hijo y el hijo frente al padre. ¿Dónde estabas tú?, como cantan Los Jaivas desde la banda de sonido de la película Palomita blanca, de Raúl Ruiz. ¿Y tú dónde estarás?, como canta, por su parte, el Congreso, que es otra manera de preguntar lo mismo.

Porque la pregunta puede formularse de numerosas maneras: ¿Qué hacía yo el 11 de septiembre de 1973?, es el título de un libro de entrevistas de Roberto Merino. Las respuestas de los entrevistados pueden ser hiperbólicas, amarillentas, metonímicas, meridianamente claras. Lo que cuenta es la pregunta.

Mi tío Pepe no estuvo en el Caupolicán aquel famoso día de agosto de 1980, porque cuando llegó hasta el teatro-circo, éste ya estaba lleno y se quedó fuera. No había altoparlantes que reprodujeran los discursos, los manifestantes se daban ánimos gritando y saltando en plena calle San Diego. Allí me encontré con Roberto Merino, precisamente, continúa mi tío, y juntos vimos como Periquito de los Palotes (lo siento, Periquito, pero nunca supe tu nombre), subido a un poste de la luz, arengaba a las masas : ¡Viva la democracia! ¡Viva! ¡Muera la dictadura! ¡Muera! ¡Viva el anarquismo organizado!.. Ahí las masas dudaron, sensibles a la contradicción en los términos.

La polémica Zaldívar-Piñera terminó demasiado pronto, insiste mi tío. Por suerte vino Francisco Javier Cuadra y la reavivó. El ministro de Pinochet, me recuerda Pepe, en esos días que parecían noches, en esas noches que parecían murciélagos, como dice Parra. ¿Dónde estaba en la noche del 5 de septiembre de 1986, le preguntaron, cuando la CNI salió a vengar el atentado a Pinochet y asesinó a cinco opositores? ¡Estaba en la sede de Gobierno para proteger a los futuros presidentes de la democracia!, respondió Cuadra.

O sea que, concluye Pepe, los hunos que arrasaron esa misma noche con todo lo que encontraron a su paso en la revista La Bicicleta, a pocas cuadras de la sede de Gobierno, lo hacían para proteger a los ciclistas de los que vendrían detrás. Qué cordiales.

La Nación de Santiago de Chile, 14 de noviembre de 2005

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