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Camino de Santiago
31 octobre 2012

El patio de la escuela

En un libro reciente, Cuestiones reales, un periodista de la televisión pública belga asegura que el futuro rey de los belgas dejó a su novio para casarse con la princesa. Hasta ahí todo bien. En Bélgica el matrimonio entre hombres es legal y el primer ministro sale con un señor. O sea que podríamos invertir la afirmación y decir que el príncipe dejó a la princesa para casarse con su novio y a nadie debería darle un acceso de tos.

Pero, claro, tratándose de la corona, la cosa se complica. La cuestión real es sensible. El primer Leopoldo fue importado de Coburgo, el segundo se adueñó del Congo, el tercero se acoquinó con los nazis. En los años cincuenta, la mitad sur del país, Valonia, votó mayoritariamente en contra de la monarquía y, en el presente, el líder del partido mayoritario en Flandes suele llamar al rey el señor Alberto.

Aclaro que no he leído el libro, ni ganas tengo. Me refiero a lo que veo en la prensa. Donde leo que el supuesto exnovio del príncipe se propone llevar al autor del libelo ante el Consejo deontológico de la profesión. No por él, dice, sino por sus hijos. Y leo también que dos connotados psicoterapeutas acusan al periodista de marras de envenenar el futuro de los hijos del príncipe. En ambas argumentaciones, el terreno señalado como aquel en que los niños de uno y otro serán agredidos con el rumor sobre sus padres será el patio de la escuela.

El patio de la escuela. El único lugar en que estarán lejos de la protección de la familia, de cara a la crueldad de los demás. Cuando llegué a este civilizado reino, el primer trabajo que conseguí fue el de vigilante de un patio de escuela. O sea que entiendo de qué hablan.

En cuanto al periodista en cuestión, su línea argumentativa es ésta: no soy yo, son los otros. Ahora bien, también es cierto que los otros a veces deberían tener un poco de por favor. En esta entrevista, por ejemplo, lo que dice el titular no aparece luego en el cuerpo de la entrevista.

Cuestión subsidiaria, para terminar: ¿cómo habrá sido el periodista en el patio de su escuela? No sé por qué, pero me voy haciendo una idea.

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El príncipe y su hijo camino de la escuela

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29 octobre 2012

La macacaria

(Diario de Madera, y 10)

Último elogio al Jardín de Monte, esta vez a su colección de azulejos.

La azulejería, arte hispano-morisco puesto al servicio de la decoración y la ilustración, se expandió por la península y el Mediterráneo adoptando también los nombres de alicatado y mayólica. La colección del Jardín de Monte cubre seis siglos de azulejos portugueses, conteniendo las tradiciones geométricas, vegetalistas y figurativas.

Se dice que los árabes combatían el horror vacui saturando de formas los interiores de sus edificaciones. Cuando niño la contemplación de los baldosas de los corredores de las casas, que imitan esos patrones geométricos, podía llegar a marearme. En Monte la coleccion está al aire libre y no se marea uno. Los museos, como las baldosas de los pasillos, son mareadores. El Jardín de Monte no, además porque las plantas emiten oxígeno, creo.

Sobresale un panel del s XVII, la Macacaria. Una ciudad poblada por animales, macacos mayormente. Sólo un personaje tiene trazas humanas, el Rey, que está al centro de la imagen y parece estar acogotando a un soldado. Los demás, la nobleza, el clero, el ejército y el pueblo son todos bichos. La interpretación canónica es que el panel ridiculiza, por la vía de lo grotesco, la ocupación española y sus valedores. Tal vez. Está datado en la época del Portugal español, en efecto.

Es imposible ver un mono y no mirarlo. Y la mejor manera de apuntar con el dedo una conducta humana es animalizarla. Así, la macacaria funciona también independientemente de su referente —lo propio del arte, por lo demás—, a la manera de los proverbios flamencos de Bruegel. Cualquier época es un tiempo de macacos cubriendo a medias sus vergüenzas y dejando ver la principal.

La firma está en el quinto azulejo, abajo por la izquierda, y un animal la está meando encima. La lucidez del autor es elocuente.

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26 octobre 2012

La tentación de la isla

(Diario de Madera, 9)

Estoy de regreso de Madera desde hace unos días pero me temo que a este diario le falten aún un par de páginas. Me gustaría pasar cuanto antes a otra cosa-mariposa, pero me conozco-mosco. Por otra parte, lejos de la isla quiero decir, el otoño continental aprieta con su cohorte de paro y de reparos, de hojas muertas y de agravios vivaces. La vieja tentación de la isla reaparece y asume unas formas recientes.

Antes de la llegada de los europeos, la mayoría de las islas que rodean África estaban desiertas. Salvo Canarias y sus bereberes guanches, Madagascar y sus malgaches y alguna que se me escapa. Kapú refiere en Ébano la importancia que cobraron esas islas durante la colonización europea, sirviendo como avanzadilla y refugio a la internacional de marineros, comerciantes y atracadores, como la llama el polaco, que se hizo con el control del continente negro. La cara más fea de esa empresa fue, por cierto, la de la esclavitud. En el caso de la expansión portuguesa, fueron las islas del Cabo Verde las que sirvieron principalmente de plataforma para el negrerismo.

A Madera le correspondió un papel más amable, el de plataforma botánica. Las especies que los portugueses consideraban interesantes en África, América y Oriente eran llevadas hasta la isla para que se aclimatasen en ella antes de dar el salto a Portugal. Y al revés, las plantas que querían introducir en los nuevos territorios pasaban en Madera un periodo de adaptación, habida cuenta de que la isla es geográficamente un punto de encuentro entre el trópico y las regiones temperadas, como lo muestra bien su flora autóctona, la laurisilva.

Mendes Ferrão (A Aventura das plantas e os descobrimentos portugueses) presenta un repertorio de 24 plantas útiles americanas, 17 asiáticas y ocho africanas que fueron implantadas durante esa época en el resto del mundo. Este trasiego botánico está a la base de los monocultivos sucesivos sobre las que se asentó la economía insular, el trigo, la caña de azúcar, la viña y la banana. Subsidiariamente, ese mismo trapicheo convirtió a la isla en una especie de jardín botánico a gran escala, empresa a la que contribuyó de manera significativa la llegada de los comerciantes en vino ingleses, aficionados a la jardinería, a partir del s XVIII, para solaz del más reciente monocultivo isleño, el turismo. La mejor ilustración de esto que digo está en el Jardín de Monte. Si la isla entera es trópico domesticado, Monte es el broche, allí donde el jardinero ha conseguido crear la perfecta ilusión de una Europa tropical. Me inflamo, cómo no.

A la tentación de la isla la atempera, sin embargo, la estadística. Hay más maderenses por el mundo que en la propia isla de Madera. Pescadores en Perth, albañiles en Zurich, funcionarios en Jersey, comerciantes en Maracaibo. Gente de buena madera.

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22 octobre 2012

BEFORE / AFTER

(Diario de Madera, 8)

Ch

 

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21 octobre 2012

La censura freudiana

(Diario de Madera, 7)

Corre el ano de 1970. Chico Buarque tiene 25 años y ha compuesto ya unas cuantas canciones que se convertirán en clásicos de la música brasilera. Dos de ellas, Samba de Orly y Valsinha, en coautoría con Vinicius de Moraes. En el caso de Valsinha, Buarque escribe la letra sobre la base de una melodía de Moraes, quien por ese entonces se encuentra en Buenos Aires grabando su famoso disco con Toquinho y Maria Creuza (un falso live, por lo demás).

De Moraes, poeta consagrado, decano en la materia, escucha la canción grabada por Chico Buarque y cree necesario mejorarla, escribiendo una nueva versión. El joven recibe la letra enmendada por el maestro y, sorprendente pero cortésmente, le responde que es mejor dejarla como está. Ya la ha cantado varias veces y la respuesta del público ha sido muy buena. 

Me entero de esta anécdota leyendo el libro de Wagner Homem História de canções de Chico Buarque. También de la letra alternativa propuesta por Vinicius, que es tan buena como la original de Chico Buarque. Alegra, sin embargo, percibir a posteriori la conciencia de la propia valía que tenía el joven Buarque, a la par que su cumplida necesidad de desmarcarse.

El libro es un regalo para los buarquistas porque se limita a contar anécdotas sobre las canciones de Buarque. Esta, por ejemplo: Dos años más tarde, en 1972, Chico Buarque compone en vivo, frente a un pequeño público, con Francis Hime al piano, Atrás da porta. La canción, un bolerón, cuenta una historia de amor tremendo desde el punto de vista de una mujer. Su amante la deja e, intentando impedírselo, la mujer se agarra de él, de donde puede, de sus cabellos, de su pijama, de sus pelos. La censura veta este último verso, algo común tratándose de las letras de Buarque. Y las censuras iberoamericanas, ya se sabe, son propiamente freudianas. En el concierto que da ese mismo año en el teatro Castro Alves de Salvador de Bahia con Caetano Veloso, Buarque canta Atrás da porta y no se calla el verso censurado, los famosos pelos prohibidos. El productor, para que el disco del concierto pueda circular, añade unos extemporáneos aplausos para esconderlos.

Releyendo las letras buarqueanas, me doy cuenta, además, de que también por esos años el carioca escribe en un par de líneas, y en respuesta a la censura freudiana, una de las mejores Imitaciones de Propercio que se hayan intentado: Você não gosta de mim, mas sua filha gosta.

CH

Vinicius de Moraes y Chico Buarque

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20 octobre 2012

Peces de colores

(Diario de Madera, 6)

A la relación entre el español y el portugués y viceversa se la podría calificar como el síndrome de la letra corrida. El español dice gaviota y el portugués gaivota. O apio y aipo. Y así sucesivamente. Esto se da también con el francés (mueble-meuble), con el catalán y el italiano, y supongo que incluso se dé aquí o allá con el rumano. 'La lengua, cualquier lengua, es una actividad doméstica y económica, una canción inventada, en el fondo, no para deslumbrar sino para vender caro y comprar barato', como dice Tavares, a quien voy leyendo espero que con provecho. (Al país que fueres, lee lo que vieres).

Hablando de compra y venta, otro pormenor en la relación interibérica: la mayoría de las monedas de un euro que pasan por mi mano llevan la cara de Juan Carlos (One car loss, según el chiste de Rushdie que cuenta Wilbpack). Será una coincidencia intencionada y no una afrenta a a la soberanía de la República portuguesa.

Por lo demás, baños de mar y peces de colores.

M

Gregori Walkonsky, 1887

18 octobre 2012

A Oriente por Occidente

(Diario de Madera, 5)

Colón tenía olfato y una gran nariz. Murió, sin embargo, desposeído de su hazaña que, por cierto, él creía otra. No llegó a enterarse de lo de América. Lo suyo, según él, había sido abrir una nueva ruta a Oriente, la ruta occidental. Descubrió América, sí, pero, sin desmerecerlo, tal vez sea más exacto decir que descubrió el Caribe.

Los maderenses pretenden que fue este archipiélago de Madera donde redondeó su idea de ir a Oriente por Occidente. Tal vez. Lo cierto es que no logró convencer de ello al rey de Portugal y tuvo que esperar a que los Reyes católicos conquistasen Granada, en lo que se distraían por ese entonces, para que le prestasen atención.

Tras su muerte, de a poco la Corona fue revindicando la figura de Colón. Revindicándola se revindicaba. Así fue como algunos retratos del almirante comenzaron a ver la luz. En la casa museo de Porto Santo hay una pequeña colección de diez pinturas y grabados en los que el genovés aparece con barbilla, con flequillo, con sombrero, con cuello acanalado. En algunos parece mediterráneo, en otros holandés. En lo único que parece haber consenso es que era narizón.

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Estatua de Colón en Porto Santo

(Diario de Madera, 4)

16 octobre 2012

Una epifanía

(Diario de Madera, 4)

Más de una vez le he oído a Roberto la palabra epifanía. Como no estoy seguro de qué significa pero me gusta mucho, suelo pensar que ciertas situaciones en que el ánimo se me queda por el cielo podrían ser llamadas epifanía. Así días atrás en el Jardín tropical de Monte. Estábamos tomando té y unos trozos de queque en un mirador. A la vista de las migas se aproximó un pinzón. Había que ver su estrategia de acercamiento. La manera como nos domesticaba. Ya sé que esta materia la agotaron el zorro y su principito pero es lo que el pinzón hacía, y con qué gracia. Cuando ya estaba seguro del terreno que pisaba dio el salto hasta la mesa y se metió dentro del plato. En vista de tanta camaradería, llegó toda la tribu. Todos eran guapos y buenos comedores, y para todos alcanzó el queque. Pero la epifanía propiamente se la debo al primero. Al pionero.

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15 octobre 2012

Ah, meu fado, meu fado

(Diario de Madera, 3)

Sol en la costa, lluvia en el monte. Este diario se moja con esa lluvia y se seca con este sol. El resultado es que se ha borrado un tercio de lo escrito. Lo medular. Queda la calderilla. Lo que sigue:

La diosa de los viajeros evitó enviarme a Madera durante los aluviones mortíferos del invierno de 2010. Ahora, en este otoño, la isla parece estar tranquila, a salvo de cualquier intemperancia. Entran en el puerto los cruceros, se despliegan por las calles y los parques los viajeros, y luego siguiendo la misma cadencia se recogen y los barcos se alejan. Todo parece estar pautado.

Los isleños trabajan para que los visitantes descansen. Y viceversa. No es difícil distinguir a unos de otros. Los maderenses son pequeños, morenos, llevan pantalón largo y fuman abundantemente. Los visitantes son grandes, rubicundos y visten ostensibles calcetines. Las señoras septentrionales en la medida en que envejecen se vuelven canosas. Las señoras meridionales en esa misma medida se van volviendo rubias.

La unidad de medida del turismo son las camas. El progreso de una isla como ésta se cuenta en número de camas. El turismo tiene estas cosas. Te paras a escuchar las explicaciones de una guía sobre la floración de la jacarandá y están en finlandés.

Tanto ajetreo sosegado cansa y despierta la gana. Así que al ponerse el sol en el Atlántico hay que recogerse en un restorán regional que propone cena regional amenizada por un grupo de cantos y bailes regionales. Lo mejor de la noche es que no cantan fados.

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14 octobre 2012

Josepepe alcalde

(Diario de Madera, 2)

Hoy es día de elecciones municipales en Bélgica. Su punto alto consistirá en la previsible victoria en Amberes del líder de nacionalismo flamenco, Bart De Wever, y en el alcance de la votación de su partido y de la consiguiente derrota de los partidos flamencos que forman parte del gobierno federal en el conjunto del país.

Por mi parte, tras haber presentado mi candidatura a alcalde en las elecciones municipales precedentes, hace seis años, este comicio me ha pillado de excursión antropológica en la isla de Madera, de manera que le he pedido a un rapaz que vote en mi lugar. Este procedimiento de voto por procuración me parece simple y eficaz, amén de promover el contacto humano. El derecho y el deber del voto me lo tomo en serio, como se debe, y también porque la primera vez que iba a votar, con la ilusión que me hacía, un golpe de Estado de subnormales me privó de ejercerlos.

De natural, votaría yo tarjando a los candidatos a los que no quiero ver ni de cerca ni de lejos ni menos cargando con los asuntos municipales. Llenaría el voto de tarjaduras. Pero no es así que hay que votar sino rellenando la casilla del menos malo. Y así haremos. Prosperidad para la ciudad y paz para el mundo.

Hace seis años, Josepepe alcalde y Mónica alcaldesa.

12 octobre 2012

El lonco Colón

Diario de Madera

Hoy es doce de octubre en toda Hispanoamérica. En Madera, como en el resto de Portugal e incluso en Brasil, es día laboral. Sin embargo que Colón vivió en estas islas, se casó con una maderense, dona Filipa Moniz, y su hijo, Diogo Colón, nació en Porto Santo.

Colón estuvo aquí años antes de la gesta americana, comprando azúcar, que fue la primera riqueza de Madera, su oro blanco, por cuenta de negociantes genoveses. Pernoctó en Funchal en la casa de un belga, Jean d'Esmerault, que entró a la historia local con el nombre de João Esmeralda. Entonces se entraba en las historias locales domesticando los nombres extranjeros, véase el caso de Colón, para volver a él.

Portugal y España se disputaban por ese entonces el dominio del Atlántico y de sus islas. Mi tío Pepe asegura que el primer portugués que llegó a Madera llegó segundo, es decir que el rey de Portugal anunció la posesión en derecho de la isla antes de poseerla en los hechos. Madera y las vecinas Canarias ya estaban en las leyendas marineras medievales. La Atlántida también.

Consecuentemente, los portugueses no andan lejos de sentir que a América la descubrió Pedro Alvares Cabral, el primer luso que hizo pie en la costa brasilera de Porto Seguro.

Andando el tiempo, el imperio español consiguió integrar a Portugal, y por lo tanto a Madera y a Brasil. Los portugueses dan cuenta de esos sesenta años de dominación española, a fines del s. XVI e inicios del XVII, como de un tiempo calamitoso: las potencias enemigas de España -Inglaterra, Francia y Holanda- aprovecharon para atacar Madera y otros territorios de ultramar argumentando su adscripción a la corona española. Sobre esas bases asentó Portugal su posterior independencia, aliándose con los enemigos de España, Inglaterra particularmente.

Con todo, la historia no ha tratado de manera muy diferente a Portugal de España. La invasión napoleónica, el desmembramiento de los imperios coloniales, la abortada experiencia de las primeras repúblicas, la dictadura. Los portugueses se ahorraron un par de guerras, eso sí, la peor la Guerra civil. Y fue de consuno que ambos países ibéricos adhirieron a la Unión europea y vivieron con razonable exaltación los dulces años de la primera integración. Y hoy viven de manera similar las zozobras de la actual crisis del euro. Le preguntas a un portugués cómo anda la cosa y te parece estar oyendo a un baturro.

Hoy es día feriado en Cataluña, como en toda Hispanoamérica, y tal vez sea un buen ocasión para releer la historia portuguesa. Desde esta autonomía periférica de Madera, cualquiera tentativa secesionista parece extravagante, teniendo presente el pasado y contando con lo que trae el presente.

Mirando una réplica de la caravela de Colón que surca la bahía de Funchal cargada de ancianos septentrionales, mi tío me dice que dentro de un siglo mi nieto podrá ser uno de ellos. Me acuerdo remotamente de que mis abuelos solían venir aquí de vacaciones, dirá. Hace muchos años de eso, sería en tiempos de la crisis del euro, de cuando Madera era española y las Canarias portuguesas. O era al revés, ya no me acuerdo.

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PS / Lonco, en mapuche, es el cabecilla.

9 octobre 2012

Voy y vuelvo

Estoy en Madera. Saludos.

6 octobre 2012

Memento martes

El martes se conocerá el detalle de los despidos en el diario El País. No voy a extenderme ahora sobre mi condición de lector de ese periódico. Me refiriré más bien al día de la semana escogido para dejar caer la piedra. Así como existe el memento mori, el detalle que se dispone en un lugar de la composición para recordarnos nuestra condición mortal, existe también lo que podríamos llamar el memento martes. Recuerda que hoy es martes. Momentos mediocres que, por cierto, tienden a darse también a lo largo de toda la semana. Podría hacer una lista de mementos martes pero me temo que resulte latosa. Y, además, lo propiamente martes del asunto es la evidencia de que uno mismo protagoniza las listas de mementos martes ajenas.

M

Ilustración tomada del blog del Crítico constante

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