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Camino de Santiago
2 janvier 2012

El colchón

Diario de Chile (9)

La escena tiene lugar en la terraza de un restorán de moda. Aparece un muchacho, un niño casi, se sienta en un extremo de la mesa donde han terminado de cenar su padre con la novia de su padre y otra pareja. Padre e hijo no tardan en enzarzarse en una agria disputa con reproches mutuos sobre el uso y abuso de un colchón. Hay que joderse. Lo tremendo del caso es que gracias a estas redes sociales los conozco y no me sorprende el tenor de la disputa ni su objeto, el colchón.

Años ha, cuando yo vivía en Santiago, recuerdo haber defendido esta postura: el uso que se le dé al colchón es un asunto que debe tratarse abiertamente. Ahora que ese día ha llegado, que los asuntos personales se ventilan en las redes sociales y en las terrazas de los restoranes, me veo cerrando los ojos, esperando a que la escena termine y se ahorren ellos el dolor y nosotros la spanish shame.

Por suerte los camareros nos distraen. Son peruanos o chilenos pero intercalan en su habla expresiones en gabacho puesto que se trata de un restorán francés, tal como el día anterior nos habían atendido en peninsular en un restorán español. Pero la eurofilia se limita al rubro culiniario. Como decía Pamuk, ya lo he citado antes, Santiago es un suburbio norteamericano con un barrio europeo en medio. El suburbio gringo no cesa de extenderse mientras que el barrio europeo se evapora como los frescos en la Roma de Fellini. 

Al día siguiente, el chofer del taxi escucha a Los Vásquez y tamborilea sobre el volante esas canciones de protesta, ese autollamado pop cebolla, mientras echa miraditas por el retrovisor a ver qué efecto le producen al pasajero. Bajamos hacia la ciudad por Francisco Bulnes Correa, por donde se lanzan calle abajo en patines los adolescentes del pop inodoro de Dënver, y yo pienso en la paradoja que supone el hecho de que haya tenido que ser elegido un Gobierno de derecha para que los estudiantes se echaran a la calle y las canciones de protesta volviesen a sonar en las radios de los taxis.

Escribo esto en el Starbucks de Pudahuel mientras espero turno para embarcar. Antes de soltar la lágrima de la despedida voy a las casitas. La prosa de los retretes sigue siendo la misma, con alguna excepción. Un adepto del opensource ha tenido la buena idea de escribir el código del wifi del café del frente.

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Foto de Pablo Avilés

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