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Camino de Santiago

26 juillet 2018

La primera gota

Sequía en Bélgica.

Un país sobrepoblado como éste sólo es viable con lluvias continuas, escribí hace unos días. A veces escribo cosas de las que no tengo ni idea. Para informarme y opinar con sensatez debería cruzar la línea férrea e ir a entrevistar a un profesor de bioingeniería, uno de aquellos que construyen modelos conceptuales de exportación. Pero hace muchísimo calor y yo estoy de vacaciones.

Así es que desgrano las horas escrutando el cielo a ver si llueve. El mundo es un lugar muy curioso. Pasamos años reputeando a la lluvia que nos aguaba la fiesta cuando habíamos puesto la mesa con el mantel de la abuela en la terraza y sin decir agua va el cielo se cerraba a llover. Y ahora deja de llover tres semanas y el cielo se nos cubre de presentimientos funestos. ¿Y si no llueve en agosto? ¿Y si no llueve en otoño? 

Para despejarlos me pongo a imaginar la marca que dejará la primera gota en la mano tendida del personaje de la fuente que está frente a la iglesia de San Nicolás en el centro de Bruselas. La estatuilla es obra de Jos de Decker y la escena está tomada del cuadro de Bruegel, «Los Ciegos», que ilustra la parábola evangélica que dice que si un ciego se deja llevar por otro ciego los dos caerán en el mismo hoyo. Pero la lectura que hace De Decker es menos pesimista y a ella me aferro mientra estiro yo también la mano esperando la primera gota que no viene.

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25 juillet 2018

La libertad del amateur

Segunda parte parte de la entrevista de Roberto Merino con Matías Rivas. Esta vez son los años de labor los que cuenta Merino, los del periodismo y el columnismo. Si el título de la primera parte es «Ese ser inexistente», ésta podría tal vez titularse «Este ser existente»

14 juillet 2018

Ese ser inexistente

 «Ese ser inexistente» se llama esta primera parte de la entrevista de Roberto Merino con Matías Rivas, en la que Merino habla de su infancia y juventud en Santiago de Chile. Con «ese ser inexistente», Merino se refiere al niño que fue y a las pistas que la infancia contiene para entender lo que vendría.

9 juillet 2018

La llave

Esta mañana tenía que devolver un coche de alquiler y me encontré con que el sitio donde debía dejarlo estaba bloqueado por una de esas barreras abatibles que bloquean los estacionamientos. Me bajé, acerqué la tarjeta a la barrera y la moví por los cuatro costados. Como no reaccionaba, le hablé golpeado. Pero no se movió. En ésas estaba cuando pasó por allí un señor con su hijo y se compadeció de mi suerte. Se acercó y reprodujo más o menos los mismos gestos que yo había hecho, con idéntico resultado, hasta que desde la distancia escéptica en la que se había instalado su hijo nos gritó: «La llave».

¿Qué llave? Ah, la llave. La barrera escondía por un costado un minúscula cerradura y junto a la llave del coche había otra llave pequeña que la abría.

Tuvo que ser un milennial el que nos puso al tanto: las cerraduras no siempre abren con tarjetas, a veces abren con llaves.

Es una anécdota de poca monta y no vale extrapolar nada a partir de ella. Pero es lo me ocurrió esta mañana y por eso lo cuento aquí.

25 juin 2018

La sensación de transformarse

LA CONFIDENCILIDAD DE este espacio tiene varias ventajas. Una de ellas es poder contar que alguna vez me gustó un cuadro de Dalí. En mi descarga puedo decir que entonces yo era impúber y que Dalí pintó ese cuadro en la época en que trabajaba con Buñuel.

Que me gustó quiere decir que me detuve frente a él y lo miré largamente y retuve su nombre y sus formas y muchos años después recuerdo con muchos detalles aquel día remoto en que mi hermana me llevó a ver una exposición de pintura.

La exposición mostraba una buena selección de pintura del XIX y el XX, y era una curiosidad en esa ciudad del fin del mundo donde yo vivía. De lo que vi ese día me gustó mucho algún Matisse, el Cézanne que prestaba su imagen a la publicidad de la exposición, un par de Mirós y ese Dalí del que hablo, que me retuvo por la intensidad de los colores y la sugestión de las formas. El cuadro se llama «La sensación de transformarse» y es de 1930.

Lo miro ahora e intento averiguar por qué me llamó tanto la atención. La respuesta está en el nombre. Esa transformación que parecía posible entonces en el espacio de la imaginación y ahora tal vez lo sea únicamente en el reducto de la memoria.

Dali La sensación de transformarse 1930

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18 juin 2018

Alicante-Almería en siete días

Alicante, tiempo hacía que no me comía una paella con tanta hambre.

Años atrás un señor quiso que su casa se asemejara a la Alhambra y de a poco lo fue consiguiendo. Ahora sus descendientes han convertido esa casa en en un sitio en el que se puede tomar un buen té con dulces árabes y charlar un rato rodeado de un decorado magrebí. Está más o menos a la altura de Orihuela y es un lugar particular también en el sentido de que no hay manera de enterarse de que existe ni de cómo llegar a él si no es por el boca a boca, porque no hace propaganda alguna. Esto que hago aquí contándolo no sé si contraviene la lógica del establecimiento, lo que los comerciales llaman su modelo de negocio.

Frente a las casas blasonadas de Caravaca y Cehegín noto que los nombres de los nobles del sur peninsular suelen ser apellidos populares en Chile. En cambio, los apellidos linajudos del país austral eran nombres de labriegos del norte. En algún momento situado entre la conquista y la independencia los septentrionales les comieron la color a los meridionales al pie de la cordillera de los Andes.

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No entiendo por qué a los extranjeros les cuesta tanto retener el nombre de Murcia. ¿Murcia?, preguntan con cara de asombro, como si les dijeras que estabas en Tristán de Acuña. Pero creo que ahora he dado con el argumento definitivo para que lo vayan reteniendo. «Es la séptima ciudad más poblada de España», les digo terminantemente. Mano de santo. En la mayoría de los casos la conversación llega hasta ahí. En otros, se prolonga con una rápida revista a las seis ciudades más pobladas que Murcia.

Me entero de que en una playa del Cabo de Gata en la que me bañé se filmó una escena memorable de Indiana Jones, en la que un señor destruye una avioneta asustando a las gaviotas con un paraguas. Supongo que las cámaras llegaron y se fueron de Almería por razones económicas. Lo cierto es que sus paisajes ya eran de cine antes del cine y lo siguen siendo.

No somos para despedirnos, así sea en Almería.

12 juin 2018

Y así fue

Teníamos 13 ó 14 años y éramos inmortales. No para E, un cura navarro muy descreído: «Estáis aquí muy contentos con vosotros mismos —nos dijo— pero dentro de pocos años algunos ya no estaréis».

Y así fue. El primero en morir fue A. Era mi amigo, aunque dejé de verlo cuando acabó el colegio. Yo estaba tan harto del colegio y tenía tanta prisa por vivir de otra manera, que apenas me enteré de que había muerto y lo habían enterrado en un cementerio distante.

Qué injusto es morir a los 19 años.

No sé por qué me he puesto a recordarlo últimamente. Tanto así que he buscado alguna referencia suya. Y no hay ninguna. Simplemente él vivió en un tiempo anterior y no dejó huellas visibles en éste.

Encuentro en cambio un par de imágenes recientes de sus hermanos y a partir de ellas imagino cómo habría sido vida.

Tal vez la vida no fue tan injusta ahorrándoselo.

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Renoir, «Retrato de dos jóvenes», c 1880

8 juin 2018

Cuadros en movimiento

El tal Materlín escribe sobre pintura y cine: que si Bruegel, que si Hopper, que si Pasolini...

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3 juin 2018

Con una mano en el corazón

Con una mano en el corazón, anoche me dije que finalmente lo mío con Bélgica va en serio.

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1 juin 2018

Música de cámara y vino joven

Didier Eribon entrevista a Ernst Gombrich. Cuenta el historiador que durante la Primera guerra era un niño vienés al que la falta de alimentos dejó al borde de la desnutrición. Para recuperarse, lo enviaron a pasar una temporada a Suecia en el seno de la familia de un carpintero que se ganaba la vida fabricando ataúdes.

Gombrich hace esfuerzos para bajarle el perfil a la imagen de la Viena capital del Imperio austrohúngaro que consumimos sus admiradores —música de cámara y vino joven. Conmigo no lo logra, en cualquier caso. Si tu madre se codeaba con Mahler y con Freud, qué quieres que te diga.

En cambio sí que preocupa que en la ciudad donde numerosos inmigrantes judíos se convertían al cristianismo —es el caso de la familia de Gombrich— incubaba bajo las formas refinadas un antisemitismo purulento que no tardaría en empestar el mundo.

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Canaletto, Viena, 1758

11 mai 2018

El retrato

«Desde que existe la fotografía, pintar un retrato es innecesario», le dice Alberto Giacometti a James Lord al momento de comenzar el retrato que el suizo haría del norteamericano en París en 1964.  «Innecesario... e imposible», concluye.

Durante dos semanas, Giacometti se da sin embargo a esa tarea y cuando parece estar acercándose a un resultado, cual Penélope va y lo borra. El retratado, por su parte, escruta ansiosamente el avance de la obra y sufre en carne propia los retrocesos que el pintor se autoimpone.

En este caso es posible que el pintor que, gracias al reconocimiento y al dinero que recibe a manos llenas de los galeristas puede dedicarse a lo que quiere, lo que busca es prolongar el ejercicio y lo que teme es el resultado. Mientras que para el retratado la cosa es al revés: lo que teme es el ejercicio, la prolongación sine die de esos interminables momentos de inmovilidad y de rigidez forzada, con la mirada escrutadora del pintor cayendo sobre él, y lo que espera es el resultado, el retrato por fin.

Se agrade que el filme de Stanley Tucci no insista pesadamente sobre la posibilidad de que el retrato no acabe nunca porque es el marco que los protagonistas han encontrado para entrar en relación. Porque mientras haya retrato habrá contacto.

Buenos momentos dejan los paseos de Giacometti y Lord entre dos sesiones de pose, con el pintor hablando mal de sus pares. A Picasso, dice, no le quedan ideas propias y tiene que contentarse con imitar a los maestros de la historia del arte. Y sobre el fresco que Chagall inaugura en la cúpula de la Ópera de París por esos días, Giacometti sentencia, con todo el menosprecio que puede cargar en el timbre de su voz: «eso es pintura de edificios».

Cézanne es el único que tiene gracia a ojos de Giacometti: «Si Cézanne estuviese en mi lugar, con dos pinceladas resuelve este cuadro», dice. Hablando de Cézanne, Lord dice por su parte que su participación en el retrato fue activa en cierto sentido: «Al menos no me sentí una manzana, como madame Cézanne».

Sobre el formato, por último: la película se ciñe al relato que hace Lord en el libro que escribió sobre el retrato. No lo he leído pero imagino que hay situaciones que contadas por escrito pueden estar muy bien, como el episodio de esconder el dinero recibido por Giacometti por la venta de sus obras en algún rincón de su taller y, sin embargo, representadas, «mimadas», resultan pueriles.

En compensación, cuánto mejor que leer es ver las primeras líneas que deja el pincel de Giacometti sobre la tela en blanco.

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Retrato de James Lord por Giacometti, 1964

10 mai 2018

El mundo sigue siendo un lugar habitable

Un señor de 82 años ha escrito un libro. El libro se llama «El mundo visto desde los ochenta» y la página de la librería donde se puede comprar lo presenta en la categoría de «temas locales y temas generales». Emilio Ortega, el autor, es almeriense y vivió buena parte de su vida en Francia.

Me entero de que hasta anteayer Emilio Ortega no había vendido ni un solo un ejemplar de su libro. Me entero también de que escribió el libro tres veces porque en un par de ocasiones se le borró del computador. Y de que, viendo que el libro no se vendía, ha pensado traducirlo al francés, a ver si en Francia le va mejor. Me entero de todo esto porque un hombre ha contado su historia en Twitter y la historia se ha vuelto viral.

Un hombre mayor que se da el tiempo de contar su vida nos resulta de por sí simpático, cuando no conmovedor. Porque ha vivido se ha ganado el derecho de contarlo. En cambio, la idea de que nadie le preste atención nos parece inaceptable. También sabemos que somos capaces de reparar esta injusticia y de lograr que Emilio Ortega encuentre lectores para su libro y su experiencia no se pierda. No tanto como J. K. Rowling, que escribía Harry Potter en un café al que iba con su hijo pequeño porque estaba sola y no tenía a donde ir, pero en esa línea.

Un hombre mayor cuenta su vida y su historia no cae en un saco roto, nosotros le prestamos atención. El mundo sigue siendo un lugar habitable.

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Leonello Spada, San Jerónimo escribiendo, 1610

29 avril 2018

Todo Coetzee o nada

TIEMPO ATRÁS, MONTANO me dijo que debería escribir unas instrucciones para leer a Coetzee. Eché las cuentas y como me faltaba por leer Vida y época de Michael K le dije que para eso primero tendría que leer todo Coetzee.  

Supongo que para no ponerme en el brete de tener que escribir las instrucciones para leer a Coetzee no leí Vida y época de Michael K durante todos estos años. Hasta hace unos días.

La novela es de 1984 y es la cuarta de las 16 escritas por Coetzee. Pero parece la última, la más reciente, la que habla de hoy. Copio la descripción que hace , porque me parece insuperable: «La novela trata de Michael K, un jardinero de raza no identificada que puede o no tener problemas mentales». Pues eso.

Tanto me ha gustado que me pongo a releerla. Wilde decía que si al releer un libro no le ves la gracia, quiere decir que no era necesario leerlo la primera vez. Voy a comprobarlo.

Por lo demás, prometido, escribiré la instruccciones para leer a Coetzee en cuanto haya releído todo Coetzee. No hay para qué precipitarse.

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Contrariamente a la novela, ninguna portada de las muchas ediciones de «Michael K» me convence. Así que pongo esta imagen de la sexta de las nueve versiones de la novela que Coetzee escribió en 1983 sobre cuadernos hechos por él mismo en base a papel reciclado de la Universidad del Cabo. Como puede verse, la novela se llamaba para él simplemente «#4», la cuarta.

22 avril 2018

Se muere un nuevo rico

Se muere un nuevo rico y los herederos se destripan. Nada nuevo. El hombre era un cantante famoso, la gente seguimos el folletín por la prensa rosa y de sucesos y los notarios no dan abasto con tantos que queremos ahora testar o cambiar el testamento.

El cantante era un perno y por mí que el Estado se quedase con la herencia y reparase los goterones en los techos de los coliseos. Igual me pregunto qué vamos rebuscando en la vida de las vedetes. Ópera, probablemente, cuchilladas y música bailable. Pero también y sobre todo información que enseña a vivir.

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Fotograma de «Manche hatten krokodile», filme de Christian Hornung 

14 avril 2018

El colmo

Ahora que ha muerto Milos Forman recordar que filmó en España Los Fantasmas de Goya, un filme mal recibido por el que Javier Bardem recibió el premio Godoy al peor actor. El colmo para un actor es actuar en un filme sobre Goya y que en lugar de un Goya te den un Godoy.

Para preparar el filme, Forman recorrió España en compañía de Jean-Claude Carrière, con quien escribió el guion. El capítulo que le dedica Carrière a esa aventura en su libro sobre España es un collar de perlas. Forman y Carrière visitan el palacio de los Alba en Madrid. Frente a este retrato de la duquesa, pintado por Goya en 1795, la anfitriona abre un cajón y les muestra el collar que lleva la duquesa. «Y el perrillo está enterrado en el jardín», les dice, indicando a través de la ventana un cementerio con las tumbas de dieciocho perros.

29 mars 2018

El guano

Comienzo a leer el Atlas del bien y del mal.

Como el mundo, el libro tiene cinco partes. Empiezo por la última, Oceanía. El primer capítulo de esta última parte trata de los pascuenses. Cuenta el autor que a mediados del siglo XIX los negreros raptaban a los pascuenses para venderlos en la costa peruana como mano de obra esclava destinada a la extracción del guano. El guano, como se sabe, es la mierda acumulada de los pájaros, un excelente abono para la agricultura. A punto estuvieron los esclavistas de acabar definitivamente con los pascuenses con ese tráfico.

Leer esto lleva a recordar que los pascuenses practicaban un ritual que consistía en una competencia entre los jóvenes isleños para ver quién se hacía con el primer huevo estacional de un pájaro de la isla. Tras sortear peligros varios, el ganador de la prueba se convertía en el hombre-pájaro, el puto amo. Así fue como los aspirantes a hombres-pájaro acabaron esclavizados por el guano. A todas luces empiezo el libro por el final, por el Atlas del mal.

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24 mars 2018

Volver a Ademuz

Así como da pena terminar un buen libro, también da un poco de cosa retomarlo tiempo después. Hace unos días, tras una conversación con Samuel en Twitter, fui a buscar Sefarad, para releer un capítulo, Ademuz. Con un poco de aprensión. Me gustó mucho cuando lo leí hace quince años, no fuera ahora a decepcionarme.

Y no. Lo que cuenta Ademuz cabe en dos palabras. Muere una mujer mayor y sus sobrinos van al pueblo a acompañar a la familia. Muñoz Molina cuenta ese trance de puertas adentro y con el punto de distancia que da el hecho de ser un recién llegado a esa familia.

Es un raro privilegio ver una familia por dentro. A veces un suceso trágico abre una casa en dos, como un mal rayo, y la expone a los ojos del mundo. Pero lo que hace el autor en este caso no tiene nada que ver con la estridencia de una revelación. Ademuz es un relato sotto voce, en modo menor, inserto incluso en un libro cuyo asunto principal parece ser otro.

¿Cómo es la gente que vive en ese pueblo al que nunca irás, a no ser que tomes un largo desvío a Santiago, cómo es la gente que allí vive, cuáles son sus sentimientos?

«Verás la llanura con su verdor de oasis, y sobre ella las laderas donde cuelgan las casas en calles empinadas...». Si bien «ahora es invierno y es noche cerrada, y aunque de lejos las luces te han dado la sensación de que todo permanecía intacto poco a poco vas viendo que las cosas ya no te son exactamente familiares...». Aun así, «quiero que me entierren allí, no quiero quedarme sola cuando esté muerta».

Imagino que para la familia en cuestión ver su retrato en la letra impresa habrá supuesto una sensación ambigua. Al mareo de la nombradía se superpondría una cierta incomodidad. Porque hay mucha luz en Ademuz e igualmente alguna sombra. Dejar entrever esa sombra también es echar luz sobre Ademuz.

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11 mars 2018

Dos niños caminando por Santiago

Un mediodía de domingo de 1960 dos niños caminan por una calle de Santiago de Chile. Tienen once años. Ese día participaban en un paseo al campo organizado por los scouts de su colegio. Pero se portaron mal y como castigo los animadores los enviaron de regreso en un autobús. Están de vuelta y caminan en dirección a sus casas, resignados a tener que contar a medias lo sucedido.

Son Rodrigo Lira y Sebastián Piñera. Andando la vida el primero se convertiría según su propia definición en un hábil manipulador del lenguaje. El otro, en el empresario que introdujo en Chile las tarjetas de crédito y más tarde en presidente de la républica. Hoy asume su segundo mandato.

Lo cuenta Roberto Careaga en su Vida de Rodrigo Lira.

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5 mars 2018

El frío

Hizo frío al final del invierno. Pasó marzo, siguieron abril y mayo y el frío no cedía. El combustible se encareció y comenzó a escasear. Los vuelos al hemisferio sur iban llenos y los pasaportes de los países australes se vendían a precio de oro.

También hizo mucho frío al final del invierno austral. Pasó septiembre, siguieron octubre y noviembre y el frío no cedía. El combustible se encareció y comenzó a escasear. Los vuelos al Caribe iban llenos y los pasaportes de los países ecuatoriales se vendían a precio de oro.

Así hasta que comenzó a hacer frío en la región ecuatorial…

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Óleo de JMW Turner

28 février 2018

Eses y zetas

Cóndores y paisanos, 2

Dos días después haber leído un libro ya cabe preguntarse si se acuerda uno de algo.

Me acuerdo de unas cuantas cosas que aparecen en los Apuntes de Romero y apunto tres que ignoraba.

En los Cien sonetos de amor, de Neruda, sólo hay un soneto. No sé qué tardan los editores en ponerlo en el mercado con una faja que diga en letras rojas: «Encuentre el único soneto».

En sus primeros años, el himno nacional de Chile tenía letra pero no música. Para cantarlo, había que echar mano de la música del himno argentino. También podrían haberlo casado con el himno de España que, como se sabe, tiene música pero no letra.

Pedro de Oña, el poeta más antiguo de los citados en estos Apuntes —el más bisoño es Merino— rimó en su día Parnaso con gallinazo. Lo que hace decir a Romero que a comienzos del XVII ya se había igualado en Chile la pronunciación de la ese y la zeta. Y no. En el XVII todo quisque metía eses y zetas al tuntún.

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