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Camino de Santiago

7 septembre 2016

Volverse a mirar

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La sierra de Cameros. Las vacas en la sierra de Cameros. Las cabras en la sierra de Cameros. El habla de Vicente en San Román. El agua del Ebro bajando a Castilla. La catedral de Burgos. La judería de Hervás. Las tablas del Divino Morales en San Martín. Una mata de hortensias en San Martín. El agua corriendo por las calles de San Martín. El viento soplando en la plaza de San Martín. El agua corriendo entre las piedras, en Acebo. Una familia en Acebo. La sierra de Gata. La sierra de Malcata. Los castaños «abuelos» en el castañar de San Martín. El helicóptero apagando el fuego. Los azulejos y vitrales ingenuos en Portugal. La muralla de Sortelha, en Portugal. La iglesia de Santiago, en Belmonte, en Portugal. El dintel de una ventana en Robledillo. Las ventanas. Las puertas. Las puertas-ventanas. El color del aceite en Robledillo. El color de la miel en Robledillo. El color del vino en Chinchón. Las tinajas de vino en Chinchón. La Asunción de la Virgen, por Goya, en Chinchón. La plaza de Chinchón. Los piños de ovejas en el campo extremeño. El atardecer desde el mirador de Llerena. El amanecer desde el mirador de Llerena. El Cristo en la cruz, de Zurbarán, en Llerena. La escultura del «tumbaíto» en Llerena. La sombra de las palmeras en Llerena. La capilla de San Blas en Santa Olalla. La meseta desde arriba. Las montañas desde arriba. 

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3 septembre 2016

El chapurráu

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Extremadura es grande, conviene abordarla por los extremos. La Extremadura alta, por San Martín de Trevejo. La baja, por Llerena.

En San Martín se habla mañegu. Y lagarteiro en el vecino pueblo de Eljas, y chapurráu en Valverde. Los gallegos dicen que el mañegu es galego. Por mi parte, yo creo que España es Asturias y el resto tierra conquistada.

Desde San Martín entramos en Portugal. En un momento de necesidad vimos un castillo medieval muy bien mantenido. Fue construido por «los leoneses» de Don Alfonso para defenderse de «los portugueses» de Don Diniz, rezaba el panel. La historia puede contarse de muchas maneras, y así la prosa patriótica flamea como la bandera en lo alto de la torre.

Como sea, acceso gratuito y baños en excelente estado. Portugal, esa esquina de Portugal, deja una impresión de orden y concierto. Salvo que te descuidas y se te aparece la cara de CR7. Más adelante, en Belmonte, apareció el túmulo de Pedro Álvares Cabral, el «descubridor» de Brasil o, como dicen los brasileros, aquel que se despistó en el camino y llegó a Brasil cargado de espejos, para espanto de la gente fea.

Al regreso, espléndida soledad de las sierras. Recorrer treinta kilómetros sin ver un alma. O una sola, doble: un solitario pescador frente a su imagen. Y en el fondo de la imagen, un pez mirándole.

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Pelourinho y campanario en Sortelha

25 août 2016

El peregrino Ryanair

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El peregrino que imagino en Burgos no ha visto otra virgen que la de su pueblo. Las imágenes que trae en la retina son las de la luna redonda como un queso saliendo entre los montes y otras por el estilo. Los inviernos son largos y tiene el ojo adiestrado para captar la luz. Lo que ve en la catedral lo atesora porque sabe que tal vez no lo vuelva a ver hasta el cielo, y eso si aguanta la larga condena del purgatorio. Y no es que venga de lejos, viene de un pueblo cercano, en las fuentes del Ebro. Burgos es la primera ciudad que atraviesa camino de Santiago. 

El peregrino que veo en la catedral de Burgos —alguno sí que hay entre los peregrinos Ryanair en coche de alquiler— mira las imágenes como un paisaje consabido. Y tal vez lo sea. Al Papamoscas, al menos, lo habrá visto en un folleto, en internet. Lo cierto es que sabe que si hay algo que quiera retener ya está retenido en algún sitio al que no le costará mucho volver. 

Además, la operación de contemplar imágenes en una catedral tiene un desperfecto y es que hay que levantar la cabeza y duele el cuello. La pantalla de la tele y la del ordenador están dispuestas en el eje O-O: la imagen te mira a los ojos y te sostiene la mirada. A lo más, nos hemos habituado a inclinar la testuz para leer la pantalla del teléfono. Si levanta la cabeza para fijar la trama de piedra que filtra la luz del cimborrio la baja en seguida en signo de arrepentimiento. Y ese gesto reúne por fin en Burgos al peregrino que imagino y al peregrino Ryanair.

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 Sagrada familia de Del Piombo y cimborrio en la catedral de Burgos

24 août 2016

Un barco cargado de árboles

Un sobrino de mi tío dice haber escrito en una revista un artículo sobre un barco cargado de árboles y me manda este resumen. 

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23 août 2016

¿De qué color son los ojos azules de la Virgen?

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AZULES, SEGÚN DECOIN

Yo no estoy tan seguro. En la catedral de Burgos o en la de Tournai hay unas cuantas vírgenes a las que se puede mirar a los ojos, a ver. Pero las vírgenes miran al suelo, o al cielo, o al Niño, o llevan los ojos llenos de lágrimas.

(Cómo me gustaría ser como aquel niño al que le escuché decir en un autobús en Sevilla: «Yo, de las vírgenes, mi favorita es la de la Almudena»).

Esta de Van der Weyden está en Tournai. La catedral de Burgos es sólida como la Tierra. La de Tournai, en cambio, parece estar a punto de caerse. La saquearon los iconoclastas en el Renacimiento, los revolucionarios durante la Revolución y en el 40 la bombardearon los alemanes, pero lo que casi la derrumbó fue una ventolera en el año 1999.

Para volver a Burgos, Gibran dice que Susana, una vecina de María, contaba que, estando encinta, María solía pasear por entre las colinas y volver al anochecer con los ojos llenos de belleza y de dolor.

Pero no dice nada sobre su color.

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19 août 2016

Las paridas

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Mirando vírgenes en Burgos, me acuerdo de la Virgen de las Paridas. Lorca cuenta en «Mi pueblo» que la fachada de la iglesia de Fuentevaqueros la coronaba ella, la Virgen de las Paridas.

Busco y encuentro una única referencia a una Virgen de las Paridas en Cáceres. Sin imagen. Una virgen sin su estampa, no puede ser. Pido ayuda y Tse me la da.

Se trata de la Virgen de la Purificación. Las madres recientes, las paridas, debían ir al templo a purificarse cuarenta días después del parto. Un viejo rito judío. 

Cuando la virgen llega a cumplir con el rito, a la entrada del templo la reciben Ana y Simeón, dos viejos que se niegan a morir sin haber visto antes la luz de la esperanza. Y la ven, claro que la ven.

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Lo muestra la imagen que pintó Mantegna en 1460 (arriba). Imagen que retoma poco tiempo después Bellini (abajo), agregando a la vieja pitonisa Ana, a la izquierda, y agregándose a sí mismo, a la derecha junto a Mantegna, que ya se había pintado a sí mismo a la derecha del primer cuadro. (Se da la circunstancia que Mantegna se había casado con la hermana de Bellini y ambos pintores eran cuñados).

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Andando la vida, Bellini llegó a ser tan viejo como Simeón y en sus últimos años volvió sobre la escena (abajo).

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Las diferencias entre ambas representaciones son tales que ambos cuadros no parecen haber sido pintados por la misma persona. En el primero, Bellini se limita probablemente a copiar el cuadro de su cuñado, firmando su versión por la vía de agregar su autorretrato. Cuando pinta el segundo, ya lo había pintado casi todo y le habrá apetecido volver sobre sí mismo.

Las diferencias, digo. Apunto a una sola, para no aburrir: el primer Siméon es un viejo visto por un joven. El último, en cambio, es un viejo visto por sí mismo. 

15 août 2016

Ancha es Castilla

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«Anochecer de verano en Castilla. A un lado trabajan las eólicas. Al otro, el paisano con la cosechadora», escribí durante la semana que estacionamos en Burgos. Un apunte de veraneante que mira a los currantes delinear un paisaje como de óleo sobre tela.

El trasiego de las cosechadoras separando el grano de la paja perturba los tranquilos campos, desde donde una familia de ratoncillos se ve obligada a huir en busca de asilo a la casa que ocupamos, y acaba refugiándose en la oquedad de un muro, detrás del retrato al óleo de un antepasado de la propietaria.

Todo esto a la hora de la sobremesa nocturna. Nos ponemos una copa para decidir si optamos por la paz o por la guerra. Dos copas después, ya estamos armados de bastones intentando darles a los roedores y no darle al antepasado.

No entro en detalles sanguinolentos. Sólo diré que devolví a la familia roedora inane al campo de donde eran originarios y les di sepultura. Cuando levanté la cabeza amanecía, y el paisano ya estaba de vuelta con la cosechadora.

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13 août 2016

La pella de tierra

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En la iglesia de Vadillos de Cameros, frente a la casa de Santi, donde nos reunimos para recordarlo, mi hermana dijo que una palmera se puede transplantar —la prueba es que el mundo se ha ido llenando de palmeras— a condición de que lleve el cepellón, la pella de tierra madre, adherido a las raíces. También dijo que ciertas palmeras datileras en la medida que envejecen van dando frutos cada vez más dulces.

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11 août 2016

El despoblado

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Un viaje se puede contar de un tirón o por etapas. Esta vez voy a ir por etapas. De lo contrario, al ritmo que llevo, publico esto para San Martín.

Los Cameros viejos, la vertiente riojana de la sierra de Cameros, suponen un paisaje impresionante para quien llega de unas tierras llanas y architransitadas. Se trata de unos montes ásperos y de unas formaciones rocosas imponentes, hollados de antiguo por saurios que bebían de sus aguas frías al fondo de las quebradas.

En medio de ese paraje está el despoblado de La Avellaneda. En la soledad de sus calles y de sus casas parecen oírse aún los ecos de las voces vivas que resonaban allí hace apenas medio siglo. 

En otro sitio, en la iglesia de San Martín de Trevejo, el cura nos explicó que antiguamente la gente escuchaba misa desde el lugar debajo del cual estaban enterrados sus muertos. Antes, como se sabe, se sepultaba en las iglesias, y una manera de ver las catedrales e iglesias principales es entender que se trata de cementerios de notables.

En Vadillos de Cameros, pueblo vecino de La Avellaneda, compartimos una misa con los deudos de los que habitaron un día La Avellenada. Se reúnen para Santiago a honrar a los suyos y acercarse hasta el pueblo. La mayoría de ellos vive en Logroño, pero algunos viven mucho más lejos.

En aquél que tuvo que irse lejos y estuvo siempre pensando en volver, y cuando por fin pudo hacerlo encontró su pueblo convertido en despoblado, en ése pensaba yo apartando ortigas y zarzas en La Avellaneda.

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21 juillet 2016

El más largo palíndromo jamás cantado

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«Dios debería permitir a cada cual decidir cómo quiere moverse, si sobre piernas o sobre ruedas». Robert Wyatt esconde la tristeza detrás de fórmulas como esa o esta: Si tuviera que vivir para siempre moriría. O no la esconde y la deja salir en esa voz de niño cascado, de hombre joven que cayó desde la altura, a los 28 años, y desde entonces se mueve en silla de ruedas.

La caída supuso el fin del Wyatt líder de las bandas del rock más de punta en aquel tiempo, y desde la batería nada menos, y el nacimiento del Wyatt músico casero, operario de una música que parece despareja e inacabada y sin embargo está pulida y trabajada con esmero. 

La caída supuso también la boda con Alfreda Benge y la progresiva radicalización política de ambos, que los llevó a militar en el difunto PC británico y cantar loas a Stalin. Pasamos por todo aquello destacando lo mejor que pudo tener el periodo, al Wyatt que pasaba pellejerías y no obstante apoyaba con sus royalties la huelga de los mineros. De todo eso se sale con uno de sus habituales chascarrillos. Obligado a mudarse a un pueblo de provincias, Louth, habida cuenta de la carestía de Londres y de las dificultades para circular por él en silla de ruedas, Wyatt decía que lo único que echaba de menos de la capital era no tener una embajada a mano donde ir a manifestar de vez en cuando.

Su mejor música estaba aún por llegar. Y donde yo quería llegar era a lo del título, al más largo palíndromo jamás cantado, por Wyatt, en el álbum de unos músicos amigos: «Peel's foe, not a set animal, laminates a tone of sleep». Un palíndromo sólo puede ser traducido por otro palíndromo, así que mientras lo voy traduciendo dejo la ilustración que lo motiva para que se entienda el conjunto.

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Charles Willson Peale, Exhumando al primer mastodonte americano, 1806

13 juillet 2016

El tío de derechas

Voy leyendo la biografía de Robert Wyatt, Different every time. El título está tomado del primer verso de Sea song, la primera canción que Wyatt compuso en la segunda mitad de su vida, después de la caída.

Sobre esa segunda mitad de su biografía (y de la mía) espero escribir algo luego. De la primera parte, la del niño de Canterbury, un par de anécdotas:

Los padres de Robert eran laboristas. Pero un tío, el infaltable tío, era de derechas. Tan de derechas era que deletreaba su apellido, Wyatt, así: Waterloo, Ypres, Agincourt, Trafalgar, Trafalgar.

Fue en el colegio, en Canterbury, que Wyatt conoció a los que serían sus compañeros de Soft Machine. Cuenta Wyatt su primer encuentro con Hugh Hopper: «En seguida nos peleamos en el patio. Sus padres eran conservadores y los míos laboristas, estábamos condenados a pegarnos. Pero después de la pelea, una amistad eterna comenzó».

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18 juin 2016

El pueblo de al lado

Iba a escribir unas líneas sobre los cinco días que pasamos en Murcia. Pero para qué, si ya las he escrito tantas veces. Para recordarlas, para redondearlas, para eso.

Como sea, viajar por España y ver desfilar los nombres de los pueblos me lleva a la sala de clases de la infancia y a escuchar la voz del profesor pasando lista y a recordar la cara de mis compañeros. Aledo, Andújar, Arancibia, Argemí, Aspe... Vélez Blanco, Vélez Rubio, Urrutia, Zamora, Zúñiga... Alguno de ellos habrá venido a recogerse al pueblo cuyo nombre lleva. Así fue cómo me llevé una sorpresa cuando vi a Argemí encabezar una lista ultraindependentista en unas penúltimas elecciones. Pero si era el más quitadito de bulla de los que no decían nunca nada...

De pueblo en pueblo, la excursión acabaría en Vélez Rubio y en eso estábamos, mirando cómo a esa hora no ocurría nada, la hora bendita en que no ocurre nada, cuando se nos ocurrió preguntarle a una chica, que era del tipo Argemí, adónde llevaría ella a alguien que la fuese a visitar. Al castillo de Vélez Blanco, el pueblo de al lado, dijo sin dudar. Y fuimos. Y desde el castillo vimos la hora bendita en que no ocurre nada estirarse toda la tarde.

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Vélez Blanco desde el castillo

28 mai 2016

Información y propaganda en un fresco de Gozzoli

Sobre el viejo asunto de la ficción y los hechos viene a decir Carrère que lo que cuenta es la ressemblance —literalmente el parecido, pero tal vez en este caso sea mejor traducir por verosimilitud. El diccionario propone esta definición de ressemblance: «Degré variable de similitude entre des personnes, des choses». Al pie de la letra, entiendo que siempre habrá una distancia entre lo vivido y lo contado y el punto está en determinar cuál sería el grado menor de esa distancia, y el mayor, y el mejor, y el grado justo o simplemente el grado. En torno a esas cuestiones han girado y giran la poética y la antipoética y los molinos de viento.

Mejor que el principio, la ilustración: cuenta Carrère que en Florencia un amigo lo llevó a ver los frescos de Gozzoli, que presentan a cientos de personajes en el cortejo de los Reyes Magos, y le hizo notar esta circunstancia: los del primer plano hacia atrás, los del fondo, son florentinos de la época —entre ellos el propio pintor, de gorro rojo— y fueron manifiestamente pintados por Gozzoli d'après nature. En cambio, los del primer plano, ángeles y santos que están cerca del pesebre, son figuras idealizadas, irreales. Ni qué decir tiene que resulta mucho más interesante observar a los primeros —a los últimos, en este caso.

La vieja distinción entre información y propaganda, respondería mi tío si le preguntaran.

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23 mai 2016

El zoológico

Un hombre desnudo se introdujo ayer en la jaula de los leones del zoológico de Santiago de Chile. Las fieras lo contemplaron con asombro, el tipo se les colgó de los pelos, los leones le dieron un par de zarpazos y a otra cosa. En ese momento «se activaron los protocolos de seguridad» como se dice ahora y aparecieron los guardias, mataron a los leones y se llevaron al suicida al hospital, donde está grave.

Se cuenta rápido pero se comenta mucho. Pones a un hombre entre fieras y se desatan imágenes bíbilicas. El animalismo en boga, además, opina que si los zoológicos, que si la castración, que si la comida envasada... El suicida pasa a un segundísimo plan y tal vez sea mejor así. 

Por mi parte agrego que a ese jardín zoológico solía ir yo con mi padre cuando niño en las mañanas de domingo. El recorrido era siempre el mismo. Las fieras enjauladas nos interesaban poco. La elefanta se veía desproporcionada en su reducto, la trompa larga y el rabo corto. Los leones estaban  deprimidos, el león en su media jaula, la leona en la otra. Eso sí, a veces el león soltaba un rugido feroz. La jirafa estaba un poco mejor y conseguía estirar el largo cogote por encima de la reja y atrapar con su lengua suavísima el maní y otras porquerías que la gente le tendía.

Mi padre y yo nos demorábamos frente la gran jaula de los pájaros. Allí nos sentábamos a mirar como volaban plumas. Supongo que mirando esos pájaros multicolores descansábamos de todo lo demás. Cuando me aburría, me daba la vuelta y buscaba en el suelo a las hormigas oscuras, a su trapicheo incesante.

Luego nos íbamos a instalar delante del foso de los papiones. Allí todo era vocinglería. Al bullicio de los monos se sumaba el de los espectadores, contagiados. Dentro del foso también había un padre junto a su hijo mirando a otros monos. Una manada de monos es una sociedad en reducido y representa todas las emociones: la admiración, la envidia, la alegría, la ira. La mímesis: mirar a los monos es como mirar a los mimos sobre un escenario. Son un imán para los ojos. Y nos ponen frente al enigma que John Berger, cuando cuenta sus visitas al zoológico de Basilea con su padre, formula así: ¿Por qué se nos parecen tanto y sin embargo no son como nosotros?

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13 mai 2016

Conejos en la noche

El vuelo de ella salía de madrugada y las medidas de seguridad mandan presentarse tres horas antes del despegue. Así fue como llegamos al aeropuerto en plena noche y salvamos los controles militares con la compunción que la nueva situación impone.

De regreso, solo, tomé mal la salida en una rotonda y me encontré en una suerte de zona industrial sin industrias, en un paraje despejado y desierto a esa hora improbable. Se cruzaron dos conejos, luego cuatro, luego cuarenta. Tantos eran que disminuí la velocidad y me detuve a mirarlos. Cientos de conejos, todos iguales, corriendo en todas direcciones.

En esos momentos se mueven en uno dos fuerzas encontradas. La que quiere llevarte cuanto antes de regreso al buen camino y la que celebra la llegada de la sorpresa. 

No queda más que echar mano a la pantalla grande y decir que la imagen era cinematográfica. En ese terreno, el cine es nuestra segunda naturaleza. Un hablante medio diría probablemente que la situación era surrealista. Pero tal vez baste con llamarla onírica, teniendo en cuenta la hora que era. 

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5 mai 2016

El ángel inflable

Pardin pescaba en su isla de Banggai, en Indonesia, cuando la vio flotando en las aguas. El día anterior había habido un eclipse, de modo que Pardin pensó que era una bendición. Su madre la vistió, le cubrió la cabeza con un fular y la sentó en una silla en el mejor lugar de la casa.

 

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 En el pueblo de Pardin, que se llama Kalupapi y es remoto, no hay internet, de manera que la gente tiene tiempo y ganas de fijarse en lo que cae del cielo, sobre todo si tiene forma humana.

Así fue que se corrió la voz de que el ángel de Pardin lloraba. Alguno se sospecharía de que en una vida anterior el ángel había sido una muñeca inflable.

El rumor llevó hasta el pueblo a la policía.

Detrás de la policía va la prensa.

Y detrás de la prensa los lectores.

30 avril 2016

Tan frío como los espacios entre las estrellas

Leo los obituarios de las víctimas de Bruselas y me digo que no debería nadie morir joven. Los obituarios acaban en una línea que intenta ser optimista. Allí donde estés, estarás bien.

Releo el Maestro de Petersburgo: «Ha perdido su derecho a estar en este mundo y el otro mundo es frío, tan frío como los espacios entre las estrellas y nadie te da la bienvenida», escribe el padre, desconsolado por haber perdido a su hijo.

Me decía también que tarde o temprano resultará que conozco a una de las víctimas. Ayer me enteré de que así es. Un buen amigo iba en el vagón que explotó en Maelbeek. Dice que salvó la vida, con quemaduras superficiales, gracias a que iba junto a él, de pie, un fornido muchacho. Mi amigo acababa de sentarse, se había movido hacia esa parte del vagón en pos de un asiento libre. El cuerpo de ese muchacho operó como protección.

Que no tenga que leer su obituario, me dice.

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22 avril 2016

Carrère en Calais

«Carta a una habitante de Calais» se llama el reportaje que firma Emmanuel Carrère en la última XXI.

Para contar qué sucede en el puerto del norte de Francia, que lleva un tiempo largo encaramado a la actualidad a causa del aflujo de emigrantes que buscan pasar al Reino Unido, Carrère escoge abordar la cuestión a través del punto de vista de los habitantes de Calais. Hablar de Calais sin hablar de los emigrantes, buena idea. Para ilustrar su imposibilidad, Carrère se refiere a esa historieta de un almuerzo familiar en dos viñetas. En la primera el padre dice: «No hablemos de eso». En la segunda, la mesa está hecha añicos y los comensales se dan con las sillas. La leyenda avisa: «Están hablando de eso».

Carrère escoge también para su reportaje el formato de una carta de respuesta a la carta que recibió en cuanto llegó a la ciudad para escribir el reportaje. En esa carta, una habitante lo pone en guardia: su intento será un fracaso. Y le hace sentir el hartazgo de los locales de ver desembarcar al pijerío ideológico en la ciudad a escribir una y otra vez las mismas monsergas. Non, pas vous !, le suplica. El reportaje se convierte así en un intento por responder a esa interpelación y revertir ese juicio.

¿Que si lo consigue?

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Mural de Banksy en el campamento de los emigrantes en Calais, mostrando a Steve Jobs, hijo de un emigrante sirio

11 avril 2016

El sombrero

Integro como puedo los datos que circulan sobre la matanza de Bruselas.

Cómo no intentarlo al menos, si pasamos a unos cuantos minutos de la explosión de Maelbeek y luego a un par de calles del hombre del sombrero. El tiempo y el espacio, las coordenadas son siempre ésas.

Y aunque no hubiese sido así, cómo no intentarlo.

Un dato mayor y uno menor. Primero el mayor.

Los yihadistas belgas preparaban un atentado en Francia. Como la policía belga los arrinconó, decidieron atentar en Bruselas. Eso se llamará eficacia paradójica.

El menor es que, tras huir del aeropuerto, el terrorista del sombrero arrojó la chaqueta a un basurero. El sombrero, en cambio, dice haberlo vendido.

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2 avril 2016

El hombre del primer tuit

La primera bomba explota a su derecha, a unos veinte metros de donde se encuentra. La segunda, tres segundos más tarde, a su izquierda, algo más lejos. Mucha gente cae y los que quedan en pie, echan a correr. El saca el móvil y filma una secuencia de un minuto. Luego envía un tuit que dice escuetamente: «2 explosions à bxl airport». Son las ocho de la mañana del martes 22 de marzo de 2016.

Sorteando heridos, en medio de humo y el polvo, sale a la calle. David Crunelle, así se llama nuestro hombre, es publicista y esa mañana iba a tomar un avión a Tokyo.

Una hora después tiene más de diez mil notificaciones. Diarios y televisiones pidiéndole entrevistas y autorización para utilizar sus imágenes. No consigue responder a todos. Cuando responde, no siempre le preguntan cómo está. Algunos van directamente al grano: las imágenes, cuánto. 

Tras varias peripecias, acaba vendiendo una secuencia de treinta segundos por 1 500 euros a CNN.

Dice haber visto con asombro que tras las bombas los niños no lloraban y muchos adultos sí. Que algunos policías estaban fuera de control.

Dice también haber conocido el entablado que está detrás del noticiario. Esa noche publicó otro tuit en el que afirma que usará la suma ganada para ir en ayuda de las víctimas.

De poder hacer algo de otra manera, dice también, volvería al hall del aeropuerto a rescatar heridos.

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