El rock se ha vuelto reaccionario
Frank Zappa, parodiando a las estrellas del rock: Estamos en esto sólo por el dinero.
Ha nacido el primer ser viviente en el espacio y ha sido bautizado con el nombre de Esperanza. Ha visto la luz durante el vuelo del satélite europeo Foton y se trata de una cucaracha. Dos páginas más adelante, el diario informa que bajo las frías aguas de las costas islandesas los científicos se han topado con el ser vivo más viejo del planeta, una almeja que ha vivido más de 400 años. Se creía que tras una explosión nuclear los bichos que sobrevivirían serían las cucarachas. Tal vez se les sumen ahora las almejas. Se creía también que el hombre conquistaría los espacios siderales para su mayor gloria y nombradía. Por lo pronto, está exportando cucarachas. Un diario no deja de ser una bola de cristal y una caja de sorpresas.
El mismo diario explica que el baterista de The Police, un tal Stewart Copeland, ha soltado un exabrupto a propósito de las presidentas de Chile y de Argentina y de la senadora norteamericana Hillary Clinton, frente a las cuales ha dicho necesitar, para aproximárseles, un grado creciente de intoxicación alcohólica. Es sorprendente que se siga tendiendo el micrófono a cualquier aporreador de tambores suponiendo que sus resoplos son opiniones dignas de ser reproducidas.
Las revistas de la primera época del rock argentino comprendieron rápidamente que la mayoría de los llamados rockeros eran afásicos o iban camino de serlo, de manera que acuñaron para ellos una pregunta tipo: "Habláme de la relación de vos con tu guitarra". Frank Zappa, que conocía al personal de cerca, llamó a uno de sus discos, paródicamente, "Estamos en esto sólo por el dinero". Si ya era el caso cuando grabó ese disco, en 1968, cuánto no lo será 40 años más tarde, tratándose de estrellas recauchadas que se detestan entre ellas y sólo se arrejuntan para aumentar lo que tienen con lo que les toca.
El propio Sting, cantante y bajista de The Police, afirmó años atrás que el rock se había vuelto reaccionario. Ahora alterna las giras multitudinarias con la grabación, acompañado únicamente por un laúd, de unas magníficas canciones de John Dowland, un compositor inglés del siglo XVI. Es difícil imaginarse a un tañedor de laúdes soltando inconveniencias. El medio es el mensaje. El asunto es que para llenar estadios y comprar propiedades, Sting no sólo tiene que hacer plañir el laúd sino que dejarse sacudir la batería. Que el mamporrero baterista sea hijo de un agente de la CIA es un dato que, a su edad, debería ser secundario, pero él se encarga de actualizarlo en cuanto abre la boca.
Tampoco las lumbreras de la ciencia tienen necesariamente algo sensato que decir cuando se les tiende un micrófono. El descubridor del espiral del ADN y Premio Nobel de Medicina, el norteamericano James Watson, se despachó hace unos días con estas declaraciones: "Todas nuestras políticas de cooperación con África se fundan en el hecho que el nivel de inteligencia de los africanos es el mismo que el nuestro. Quien haya tenido un empleado negro sabe que no es así". Los diarios modernos traen los comentarios de los lectores incorporados: "Por lo visto, la inteligencia no impide la estupidez". Como con los rockeros, con ciertos premios Nobel habría que limitarse a la pregunta tipo: "Habláme de la relación de vos con tu ADN". El problema con los maleducados es que dejan flotando una sensación desagradable ahí por donde pasan. Y lo que dicen tiende a contaminar todo lo que sigue.
A propósito de la elección de Cristina Fernández a la Presidencia argentina, cabe preguntarse si la manía dinástica del peronismo, el antojo por los cónyuges de sus próceres, no será un rotundo atavismo. Pero tal vez sea darle demasiada importancia a un detalle que no lo tiene. Este mismo lunes, unas horas apenas después de ganar Fernández la elección presidencial argentina por amplio margen, la noticia de su victoria ya no era portada en los diarios bonaerenses en internet. Es verdad que su triunfo era previsible, que el nuevo Gobierno representa la continuidad y que la inmediatez de la red exige la renovación constante de los titulares.
Al lector se le ocurren un par de chistes sobre la almeja, la cucaracha, las bolas de cristal y los rockeros. Pero se los guarda. Contrariamente a lo que nos venden a diario, la discreción es más lúcida y más lucida que la mala educación.
1° de noviembre de 2007 PDF