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Camino de Santiago
1 novembre 2007

El rock se ha vuelto reaccionario

Frank Zappa, parodiando a las estrellas del rock: Estamos en esto sólo por el dinero.

SC

Ha nacido el primer ser viviente en el espacio y ha sido bautizado con el nombre de Esperanza. Ha visto la luz durante el vuelo del satélite europeo Foton y se trata de una cucaracha. Dos páginas más adelante, el diario informa que bajo las frías aguas de las costas islandesas los científicos se han topado con el ser vivo más viejo del planeta, una almeja que ha vivido más de 400 años. Se creía que tras una explosión nuclear los bichos que sobrevivirían serían las cucarachas. Tal vez se les sumen ahora las almejas. Se creía también que el hombre conquistaría los espacios siderales para su mayor gloria y nombradía. Por lo pronto, está exportando cucarachas. Un diario no deja de ser una bola de cristal y una caja de sorpresas.

El mismo diario explica que el baterista de The Police, un tal Stewart Copeland, ha soltado un exabrupto a propósito de las presidentas de Chile y de Argentina y de la senadora norteamericana Hillary Clinton, frente a las cuales ha dicho necesitar, para aproximárseles, un grado creciente de intoxicación alcohólica. Es sorprendente que se siga tendiendo el micrófono a cualquier aporreador de tambores suponiendo que sus resoplos son opiniones dignas de ser reproducidas.

Las revistas de la primera época del rock argentino comprendieron rápidamente que la mayoría de los llamados rockeros eran afásicos o iban camino de serlo, de manera que acuñaron para ellos una pregunta tipo: "Habláme de la relación de vos con tu guitarra". Frank Zappa, que conocía al personal de cerca, llamó a uno de sus discos, paródicamente, "Estamos en esto sólo por el dinero". Si ya era el caso cuando grabó ese disco, en 1968, cuánto no lo será 40 años más tarde, tratándose de estrellas recauchadas que se detestan entre ellas y sólo se arrejuntan para aumentar lo que tienen con lo que les toca.

El propio Sting, cantante y bajista de The Police, afirmó años atrás que el rock se había vuelto reaccionario. Ahora alterna las giras multitudinarias con la grabación, acompañado únicamente por un laúd, de unas magníficas canciones de John Dowland, un compositor inglés del siglo XVI. Es difícil imaginarse a un tañedor de laúdes soltando inconveniencias. El medio es el mensaje. El asunto es que para llenar estadios y comprar propiedades, Sting no sólo tiene que hacer plañir el laúd sino que dejarse sacudir la batería. Que el mamporrero baterista sea hijo de un agente de la CIA es un dato que, a su edad, debería ser secundario, pero él se encarga de actualizarlo en cuanto abre la boca.

Tampoco las lumbreras de la ciencia tienen necesariamente algo sensato que decir cuando se les tiende un micrófono. El descubridor del espiral del ADN y Premio Nobel de Medicina, el norteamericano James Watson, se despachó hace unos días con estas declaraciones: "Todas nuestras políticas de cooperación con África se fundan en el hecho que el nivel de inteligencia de los africanos es el mismo que el nuestro. Quien haya tenido un empleado negro sabe que no es así". Los diarios modernos traen los comentarios de los lectores incorporados: "Por lo visto, la inteligencia no impide la estupidez". Como con los rockeros, con ciertos premios Nobel habría que limitarse a la pregunta tipo: "Habláme de la relación de vos con tu ADN". El problema con los maleducados es que dejan flotando una sensación desagradable ahí por donde pasan. Y lo que dicen tiende a contaminar todo lo que sigue.

A propósito de la elección de Cristina Fernández a la Presidencia argentina, cabe preguntarse si la manía dinástica del peronismo, el antojo por los cónyuges de sus próceres, no será un rotundo atavismo. Pero tal vez sea darle demasiada importancia a un detalle que no lo tiene. Este mismo lunes, unas horas apenas después de ganar Fernández la elección presidencial argentina por amplio margen, la noticia de su victoria ya no era portada en los diarios bonaerenses en internet. Es verdad que su triunfo era previsible, que el nuevo Gobierno representa la continuidad y que la inmediatez de la red exige la renovación constante de los titulares.

Al lector se le ocurren un par de chistes sobre la almeja, la cucaracha, las bolas de cristal y los rockeros. Pero se los guarda. Contrariamente a lo que nos venden a diario, la discreción es más lúcida y más lucida que la mala educación.

logocl 1° de noviembre de 2007 PDF

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1 février 2007

La Enormecita por la Alameda

En Perdidos en la noche, Rizzo, un vagabundo neoyorquino, enfermo de pulmonía, se abrigaba el pecho con hojas de diario. Mientras lo hacía, no podía evitar leer las añejas noticias. O quizá se contentaba con “revisar los titulares”. Más o menos por la misma época de esa película los diarios viejos se vendían al kilo a las carnicerías y, los que sobraban, se usaban para limpiar los ventanales con una mezcla de agua y parafina. Ocasiones múltiples para descubrir algún suceso olvidado o repasar un gol de Honorino Landa.

Se necesitaban entonces un par de semanas para juntar un kilo de periódicos. Ahora, algunos periódicos dominicales pesan directamente un kilo, a partes iguales la publicidad y algunos comentarios. Antes el papel era el papel, una materia prestigiosa, lo que no impedía colgarlo en el retrete. También es verdad que en el sur no se cosechaba el pino insigne a la velocidad con que se hace ahora. “En los ratos de ocio pasta sin cesar. Hay inmensos predios de periódicos” recomienda Octavio Paz al aprendiz del teclado. Y Kapuscinski, maestro reportero: “Para escribir una sola página de diario hay que haber leído mil”.

Los periódicos de este fin de semana se rindieron a los pies de la Pequeña gigante. Es comprensible el entusiasmo de la multitud (y de la multitud de reporteros) detrás de la marioneta. Representa una figura de estilo de varios metros de altura, una prolongada contradicción en los términos. Es grande siendo pequeña y a pesar de ser pequeña es grande. Parece filosofía a lo Mario Moreno, pero se entiende. También podría llamarse la Enormecita, la Gigantita o incluso la Interminablecita.

Desde siempre la multitud ha ido detrás de lo grande o de lo enaltecido, de la estatua sobre el pedestal, del líder en andas, de los monigotes carnavalescos. La energía de la multitud es capaz de engrandecer lo pequeño y Santiago no se resigna a la prohibición de su carnaval dictada por Bernardo O’Higgins y busca desde entonces un sucedáneo.

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Pero no sólo a la Pequeña gigante se rinden los diarios, sino también a la fuerza de penetración del inglés, otro gigantito. Es decir, a éste no necesitan rendirse, están rendidos de antemano. Dicen playoff en lugar de desempate, dicen retail en vez de venta al detalle, repiten como clones la palabra clon, dicen enduro por aguante, llaman Miss Reff a la Reina de la Rabadilla. Ahora dicen bizarro queriendo decir raro, siendo que bizarro quiere decir valiente, lucido (lúcido es otra cosa, para eso están las tildes). Qué fly los habrá picado. Y dónde. Blest Gana llamaba “afrancesadas” a las elites del siglo diecinueve, pero hoy nadie se atreve a llamar esnobs, o derechamente tontines, a estos cañahuecas. Cuando Kapuscinski afirma que un periodista debería poder comunicar en varias lenguas no es precisamente a esa jerigonza a la que se refiere.

Los soldados norteamericanos que combaten en Irak van equipados con un programa de traducción oral y simultánea del inglés al árabe que les permite comunicar con sus homólogos iraquíes. Se sabe que toda la tecnología que utilizamos, hasta el más humilde anafe, hizo parte en su día del aparataje militar que, una vez desclasificado, se puso, vía la industria, al alcance de la gente común. No está así lejano el día en que para leer los diarios, en la carnicería o para limpiar los vidrios, haya que equiparse del aparatito bélico. Me temo que hace ya tiempo que el Diccionario de chilenismos que publicó don Zorobabel Rodríguez hace más de un siglo no sirva de mucho a la hora de entender la jerga candorosa de cierta prensa.

Al otro extremo de esa mezcolanza grumosa de la lengua vernácula con el chapurreo televisivo se situaba Violeta Parra, de cuya muerte se cumplen por estos días cuarenta años. Lejos de cualquier esnobismo y de toda engañifa, Violeta Parra recreó el habla de Chile y dejó escritas en sus Décimas y en sus Últimas composiciones algunas de las mejores páginas de nuestra literatura. Como dice su hermano Nicanor en su Defensa, de su voz salían rayos “hacia los cuatro puntos cardinales”. Que son, según Huidobro, tres: el norte y el sur.

¿Cuándo vuelve la Gigantita?

 

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1 de febrero de 2007

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PS: Sobre el origen y el destino de la Pequeña gigante, para los santiaguinos huelgan las explicaciones, que quedan para los foráneos. "Pequeña gigante" es un oxímoron (como fuego helado, luz oscura, realidad virtual), lo contrario de un pleonasmo. Por el estilo, Octavio Paz, quien, según Nicanor, fue un surrealista diplomático, a no confundir con un diplomático surrealista.

Dudé frente al plural de cañahueca. Pedí opinión al maestro Echegoyen, quien se mostró también lleno de dudas. Zorobabel Rodríguez no lo repertoría, no es chilenismo. A Zorobabel, que además de lingüista era político, sus detractores lo llamaban Zorrobabel. A la sombra de su estatua, en el bandejón central de la Alameda, leía yo novelas hace treinta años. Qué lugar para leer novelas. El ejemplar del Diccionario de chilenismos que tengo conmigo me lo envió por correo en el año 87 Manolo Canales. Gracias Manolo.

16 janvier 2011

La negra

Calixte Beyala es una escritora parisina nacida en Camerún. Michel Drucker es un animador de televisión celebérrimo. Calixte acaba de ganar un proceso a Michel por una acusación de estipendios impagos debidos a su trabajo como negra: la redacción de las respuestas para un libro de entrevistas al animador.

Cualquier iletrado sabe que hay gente que sabe escribir y otra que no y que el público suele preferir los libros de los que no saben. Razón por la cual el negocio editorial se apoya en la figura de los negros. De esta manera, también, algunos famosetes pètent plus haut que leur cul, como dicen gráficamente los franceses.

El quiebre en este caso no sólo fue pecuniario, sino económico-sentimental. El animador y su negra, que por su parte es una cleptómana literaria notoria, vivieron un affaire apasionado tiempo atrás, como cuenta ella misma en su novela El hombre que me ofrecía el cielo, affaire que acabó con Calixte y su Melibeo frente al juez y 40 mil euros a favor de la morena.

C

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De la misma sección Tomate: La revolución tunecina encontró a una de las hijas de Ben Alí refugiada en un hotel de Eurodisney. Si no se llama Yasmine, debería llamarse Yasmine.

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O ano em que meus pais sairam de ferias, unos días en la vida de Mauro-Moshedo, un niño de diez años salvado de las aguas nos anos de chumbo e de espancamento por la colonia judía en el barrio de Bon Suceso, en Sao Paulo,  en pleno año 1970, mientras Brasil se coronaba tricampeón en México. Recordar es pasar por el corazón, como dice el tópico: a mí me recordó esta canción de Gil, que me presta mucho.

17 mai 2012

El sexo de los ángeles

N

Ernest Pignon-Ernest estuvo en Chile en 1981, donde dirigió un taller cuyo resultado fue un retrato de Neruda serigrafiado. Yo vivía entonces en la calle Maruri, la misma donde el joven Neruda escribió su famoso Crepusculario. En un rincón de la calle, frente a la casa, los pignonistas pegaron un ejemplar del afiche de Neruda. No tardó alguien en arrancar a medias la imagen y otro en recomponerla a la noche siguiente, dibujando sobre el muro unos toscos trazos. Luego alguien más puso un ramo de flores al pie del afiche, ramo que otro pateó y otro más repuso. Y así sucesivamente.

Pignon-Ernest ha pegado sus carteles en muchos sitios [Rimbaud en París y en Charleville, Carabacho en Nápoles, Darwish en Palestina, Genet en Brest...]. Ahora que Banksy ha popularizado esas intervenciones urbanas cabe recordarlo. Me gusta el resultado que consigue Pignon y me parece que, en su caso, ponerlo en la calle no es arbitrario. Sus retratos son formalmente muy acabados, pero enmarcados y colgados en un museo resultarían algo banales. En la calle, en cambio, o más bien en ciertas calles, ganan sentido.

Aprecio, sobre todo, que haya dirimido de una vez la polémica de los sabios de Bizancio y desvelado el sexo de los ángeles sobre los muros de la catedral de Montauban. Sexo que, por cierto, unos penitentes emborronaron a lo tonto.

PS/ La foto del afiche en la calle Maruri la tengo... la tengo que buscar, quiero decir. Este blog es un archivo al aire libre, lo que he ido colgando en él se encuentra rápido, al contrario de lo que no he ido colgando en él.

4 août 2015

Ayer, hoy y mañana

Estreno mañana de la última de Woody Allen, la n° 45, El hombre irracional. El número no tiene importancia, ni el nombre, ni siquiera la película. En una entrevista en el diario gratuito de hoy, Allen dice que hace una película tras otra para no pensar en la muerte. Dice también que la filosofía distrae de la muerte pero no la evita. Que si celebrara su cumpleaños n° 80 tendría la impresión de bailar sobre su tumba. Y que si pudiera hacerlo sin ser descubierto, iría eliminando al prójimo uno a uno hasta quedarse solo sobre la faz de la Tierra.

Estreno también mañana del Principito, al que le han agregado, oh, sorpresa, la historia de una niña. En los cuarenta, Welles intentó llevarlo al cine con él como aviador, y sin niña, sin éxito.

Mañana también, primer miércoles del mes, es el día del museo de los impecunes, cuando mirar es gratis. 

Ayer, en la tele, El transcurso del tiempo. Envejece la película —envejece rápido—, y el nombre va ganando con el transcurso del tiempo, justamente. Me dormí. Desperté unas cuantas veces y lo poco que vi estaba al borde del ridículo, lo que me parece bien.

Y ayer también en la tele, Ayer, hoy y mañana, de De Sica. No la vi, me arrepiento.

Hoy Tse recordaba que el Perro habría dicho alguna vez que no hay tonto sin blog. Me vine de cabeza a actualizar el mío.

Y ya que se han puesto de moda los leones, ayer tomé esta foto en Waterloo. Es la primera de una serie de cinco. Lo dejo botando.

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16 octobre 2016

El nombre

Un detalle sobre el flamante Nobel de literatura 2016, el nombre. Bob Dylan vino al mundo como Robert Zimmerman y se rebautizó a sí mismo como Bob Dylan. Lo de Bob por Robert se entiende a la primera. Y lo de Dylan fue por su escritor favorito, Dylan Thomas. Su primer paso hacia el Nobel fue ése, adoptar el nombre de un escritor consagrado.

Otro tanto hicieron años antes los dos Nobel chilenos, Lucila Godoy Alcayaga y Neftalí Reyes Basoalto. Godoy cambió su nombre por Gabriela Mistral, en imitación del Premio Nobel francés Frédéric Mistral, y Reyes por Pablo Neruda, por mor del escritor checo Jan Neruda. Y el francés Alexis Leger, que pasó a llamarse nada menos que Saint-John Perse, en imitación del poeta latino Aulo Persio Flaco...

Se conoce que sus nombres civiles fueron juzgados banales por estos ciudadanos, por lo que los remplazaron por otros bien sonantes, tomados de escritores consagrados, dando así un primer y significativo paso hacia el Olimpo literario. O sea que también en este aspecto, Dylan es menos heterodoxo de lo que parece. El desvío a Estocolmo lo llevaba ya en el nombre.

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Sobre nombres y premios, Nicanor Parra escribió esto:

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8 décembre 2016

Juan de Pareja recorre Roma con su retrato

En el epílogo de su libro sobre Juan de Pareja, Elizabeth Borton de Treviño sintetiza en unas cuantas líneas lo que se sabe fehacientemente de él y se disculpa por haber tenido que inventarse el resto en la novela que concluye.

Moro andaluz, Pareja fue parte de una herencia recibida por Velázquez en tanto que esclavo y se convirtió en ayudante y probable confidente del maestro sevillano, a pesar de la parquedad proverbial de éste. Acompañó a Velázquez a Italia, y fue en Roma donde éste pintó su retrato por los días en que se preparaba para retratar al papa Inocencio X. De regreso a Madrid, Pareja trabajó junto a Murillo, quien pasó tres años en la capital del reino como aprendiz en el taller de Velázquez, fue liberado de su condición de esclavo y terminó sus días trabajando como pintor.

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La más lograda de las situaciones descritas en el libro de Borton es la del retrato de Pareja. Velázquez se hiere la mano derecha durante una tormenta en el mar rumbo a Italia y, cuando recibe el encargo de pintar al papa, atraviesa un mal momento. Sensible a la animadversión que su presencia despierta en los círculos romanos, Velázquez duda en cuanto a la manera de asumir el encargo papal. Para recuperar la mano, decide pintar el retrato de Pareja, quien posa con la misma ropa que llevaba a diario, a la que Velázquez agrega una valona con encajes de Flandes de su propiedad. Hasta aquí, todo esto consta en la fuente principal sobre la pintura del Siglo de Oro español, la obra de Antonio Palomino. 

A partir de estos datos, Borton imagina a Pareja presentándose junto a su retrato en las casas de los notables romanos. El efecto logrado por la pintura descubierta junto al modelo al natural hace que los ricachones romanos se traguen su orgullo y acudan a pedirle al español que los retrate junto a sus familias, lo que permite a Velázquez asumir en mejores condiciones el trabajo de pintar al papa.

Por cierto, Bolton no tiene para qué excusarse por inventar a la hora de escribir una novela histórica. Como tampoco tenía para qué endulzar la historia al punto que lo hace. Aparte la peste que mata y la mar que marea, las fuerzas del bien son imparables en su libro. El único que desentona un poco es el conde-duque de Olivares, un chulazo en la corte de Felipe IV.

11 mai 2018

El retrato

«Desde que existe la fotografía, pintar un retrato es innecesario», le dice Alberto Giacometti a James Lord al momento de comenzar el retrato que el suizo haría del norteamericano en París en 1964.  «Innecesario... e imposible», concluye.

Durante dos semanas, Giacometti se da sin embargo a esa tarea y cuando parece estar acercándose a un resultado, cual Penélope va y lo borra. El retratado, por su parte, escruta ansiosamente el avance de la obra y sufre en carne propia los retrocesos que el pintor se autoimpone.

En este caso es posible que el pintor que, gracias al reconocimiento y al dinero que recibe a manos llenas de los galeristas puede dedicarse a lo que quiere, lo que busca es prolongar el ejercicio y lo que teme es el resultado. Mientras que para el retratado la cosa es al revés: lo que teme es el ejercicio, la prolongación sine die de esos interminables momentos de inmovilidad y de rigidez forzada, con la mirada escrutadora del pintor cayendo sobre él, y lo que espera es el resultado, el retrato por fin.

Se agrade que el filme de Stanley Tucci no insista pesadamente sobre la posibilidad de que el retrato no acabe nunca porque es el marco que los protagonistas han encontrado para entrar en relación. Porque mientras haya retrato habrá contacto.

Buenos momentos dejan los paseos de Giacometti y Lord entre dos sesiones de pose, con el pintor hablando mal de sus pares. A Picasso, dice, no le quedan ideas propias y tiene que contentarse con imitar a los maestros de la historia del arte. Y sobre el fresco que Chagall inaugura en la cúpula de la Ópera de París por esos días, Giacometti sentencia, con todo el menosprecio que puede cargar en el timbre de su voz: «eso es pintura de edificios».

Cézanne es el único que tiene gracia a ojos de Giacometti: «Si Cézanne estuviese en mi lugar, con dos pinceladas resuelve este cuadro», dice. Hablando de Cézanne, Lord dice por su parte que su participación en el retrato fue activa en cierto sentido: «Al menos no me sentí una manzana, como madame Cézanne».

Sobre el formato, por último: la película se ciñe al relato que hace Lord en el libro que escribió sobre el retrato. No lo he leído pero imagino que hay situaciones que contadas por escrito pueden estar muy bien, como el episodio de esconder el dinero recibido por Giacometti por la venta de sus obras en algún rincón de su taller y, sin embargo, representadas, «mimadas», resultan pueriles.

En compensación, cuánto mejor que leer es ver las primeras líneas que deja el pincel de Giacometti sobre la tela en blanco.

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Retrato de James Lord por Giacometti, 1964

25 juin 2018

La sensación de transformarse

LA CONFIDENCILIDAD DE este espacio tiene varias ventajas. Una de ellas es poder contar que alguna vez me gustó un cuadro de Dalí. En mi descarga puedo decir que entonces yo era impúber y que Dalí pintó ese cuadro en la época en que trabajaba con Buñuel.

Que me gustó quiere decir que me detuve frente a él y lo miré largamente y retuve su nombre y sus formas y muchos años después recuerdo con muchos detalles aquel día remoto en que mi hermana me llevó a ver una exposición de pintura.

La exposición mostraba una buena selección de pintura del XIX y el XX, y era una curiosidad en esa ciudad del fin del mundo donde yo vivía. De lo que vi ese día me gustó mucho algún Matisse, el Cézanne que prestaba su imagen a la publicidad de la exposición, un par de Mirós y ese Dalí del que hablo, que me retuvo por la intensidad de los colores y la sugestión de las formas. El cuadro se llama «La sensación de transformarse» y es de 1930.

Lo miro ahora e intento averiguar por qué me llamó tanto la atención. La respuesta está en el nombre. Esa transformación que parecía posible entonces en el espacio de la imaginación y ahora tal vez lo sea únicamente en el reducto de la memoria.

Dali La sensación de transformarse 1930

16 mars 2020

El kilómetro viral

Procuro no contaminar desánimo pero este es un canal confidencial, así que como lo siento lo digo.

Cuando me enteré del brote en Wuhan me preocupé, cómo no, y activé los protocolos de la empatía, que a veces la tengo un poco remolona. Un mes más tarde, cuando me enteré del brote en Bérgamo, la inquietud y la empatía se activaron solas. Ya cuando el brote en Madrid, mejor no te digo. Y con el primer caso en mi pueblo me eché a temblar.

El kilómetro sentimental funciona conmigo como funcionará con el más lejano de mis congéneres y un caso en mi pueblo puede más que mil en las antípodas. Y ese primer caso en mi pueblo se dio calculo que a la distancia exacta de un kilómetro. Un kilómetro del que por cierto conozco sentimentalmente cada palmo.

El mundo es ahora mundial pero me sigue quedando lejos. A una distancia medible sólo a través del kilómetro sentimental.

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Instrumento para medir la distancia concebido por Cassini para observar el cometa de 1652 desde el observatorio de Panzano

21 février 2014

La ilusión

Feria del libro en Bruselas. Millones de libros y miles de autores que venden, algunos, millones. Ken Follet, Jonathan Coe, Pierre Assouline...

También tienen sentido los libros que no encontrarán ni un solo lector, sostiene el libro que sostengo en las manos. Y también tiene sentido escribirlos.

Se trata de Lo que cuenta es la ilusión, de Ignacio Vidal-Folch, que ha escrito 19 libros, según cuento. El título de éste está tomado de la frase con la que remata una historia sobre Esenin y Stalin. Esenin (16 libros) quería ir a Irán a escribir unos poemas de amor y Stalin (18) no quería que fuese, así que ordenó que le creasen una atmósfera persa en una república soviética. Y allá fue el poeta y escribió Shagané, un poema parece que estupendo.

Por eso dice Vidal-Folch que en el arte como en la vida lo que cuenta es la ilusión.

ED

Isidora Duncan y Serguéi Esenin

25 janvier 2007

La generación de los años sin cuenta

Camina con dificultad, con las rodillas flojas y la espalda arqueada. Intenta fijar la vista pero no consigue leer la letra pequeña. Tampoco distingue con precisión los sonidos que le interesan. Es lo que le ocurre a diario a una persona “entrada en años”, a un adulto mayor, como se dice ahora.

Para permitir a la gente joven ponerse en el lugar de una persona mayor, una empresa francesa ha concebido un buzo que produce todos estos achaques a la vez, para lo que basta con enfundárselo. La iniciativa no tiene un objetivo filantrópico sino económico. Un cuarto creciente de la población de los países desarrollados y emergentes está formada por personas mayores de 50 años. El mercado que representan es enorme pero la oferta que les está dirigida es inadaptada. Se trata, con el famoso buzo que avejenta, de que los industriales y los publicistas se metan en el pellejo de esta numerosa clientela potencial y consigan así dar respuesta a sus demandas.

La generación de quienes tenían 18 años, más o menos, el 11 de septiembre de 1973, de aquéllos que oyeron el estrépito de los rockets cayendo sobre La Moneda, ha ido lenta pero seguramente cumpliendo cincuenta años. Hablo en masculino, la edad de las señoras es paño para otro sastre. En materia de género, como dice mi tío Pepe, seda y terciopelo. Caetano Veloso lo expone a la perfección: “No envidio la maternidad, ni la lactancia, ni la adiposidad, ni la menstruación. Sólo envidio la longevidad y los orgasmos múltiples”.

Lo cierto es que el cuerpo acusa el paso de los años. Se pelan las canillas (esto es lo más duro) y se puebla de vello la zona lobular. Adelgazan las piernas, se hunde el culo y, correlativamente, se ensancha el talle. “Háseme vuelto la cabeza nalga”, dice Quevedo, quien no necesitó llegar a viejo para cojear y trabar la vista, y a quien Góngora llamaba “Quebebo” por ser supuesta afición al frasco.

Otro que también acusa el paso del tiempo es el razonamiento. Un solo ejemplo: a los veinte años escuchamos el famoso nombre de un cuadro de Goya según el cual “el sueño de la razón produce monstruos” y entendimos que apostar exclusivamente a la razón, un error que nos parecía típico de la gente mayor, lleva de cabeza a la sinrazón. Treinta años más tarde, leyendo al maestro Espada, comprendemos que basta mirar esa pintura para entender que el aragonés dice lo contrario: si el mundo se llena de monstruos es porque dejamos que la razón se duerma.

El paso de los años nos va cambiando, por no decir que nos va encallando. Ya lo dijo De Gaulle, la vejez es un naufragio. Hermann Hesse, quien en su momento fue una suerte de guía espiritual para esta generación de los años sin cuenta, lo pinta con mejores colores: “Con cincuenta años el hombre deja poco a poco de cometer ciertas niñerías, de querer ganar fama y respetabilidad y, sin apasionamiento, empieza a echar una mirada retrospectiva a la propia vida. Aprende a esperar, aprende a callar, aprende a escuchar, y si esas buenas prendas han de adquirirse mediante ciertos achaques y debilidades considera tal adquisición como una ganancia”.

Además, parece ser que para esos achaques y debilidades hay algunos remedios. El más reciente se llama ácido fólico. El último número de The Lancet explica que las personas que tienen entre 50 y 70 años pueden mantener el rendimiento intelectual intacto ingiriendo a diario 800 microgramos de ácido fólico (vitamina B9), que se encuentra en habas, arvejas, espinacas, espárragos, brécoles, endivias y peras. En dos palabras, comiendo minestrón de verduras.

Apenas publicaron los resultados de ese estudio en la revista británica, sus autores fueron contratados por dos gigantes de la industria alimentaria, Danone y Unilever. Ya se ve venir la campaña publicitaria. La generación de los años sin cuenta se estrenó en la vida adulta alimentando a nuestras guaguas con colados. Llegados a viejos, lo más probable es que nos despidamos de ésta comiendo picados “enriquecidos con ácido fólico”. Y cantando, con Bob Dylan, Forever Young.

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25 de enero de 2007

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PS: Género, retazos:
Quevedo es tal vez quien mejor se ríe de nuestras viejas cuitas: Lindo gusto tiene el tiempo / Parece que no se mueve / Y ni un momento se para / Saltando de barba en barba / Enharinando bigotes / Y ventiscando de canas. / Pues ¿a quién no hará reír / Verle mondar una calva / Para que puedan las moscas / Con más descanso picarlas?

Mi abuela murió con 101 años. Se apagó como una vela, me contó más tarde su hija. Mi tío murió, el año pasado, con 104. Se lo dijo a su hija, me pondré así y cuando vuelvas ya estaré muerto.

Las hijas. Nicanor Parra, que ahora mismo
'anda' en 92: Entonces fue cuando le preguntaron / Si se acordaba de Nuestro Señor Jesucristo / Las preguntas de ustedes respondió el Padre eterno / Por más viejo que esté / ¿Cómo podría no acordarme? / No se olvida tan fácilmente a un hijo único / ¿No le hubiera gustado tener una niñita? / Y al Padre Eterno se le llenaron los ojos de lágrimas.

Lévi-Stauss (98):
Dans ce grand âge que je ne pensais pas atteindre, et qui constitue une des plus curieuses surprises de mon existence, j'ai le sentiment d'être comme un hologramme brisé. Cet hologramme ne possède plus son unité entière et cependant, comme dans tout hologramme, chaque partie restante conserve une image et une représentation du tout. Ainsi y a-t-il aujourd'hui pour moi un moi réel, qui n'est plus que le quart ou la moitié d'un homme, et un moi virtuel, qui conserve encore vive une idée du tout. Le moi virtuel dresse un projet de livre, commence à en organiser les chapitres, et dit au moi réel : c'est à toi de continuer. Et le moi réel, qui ne peut plus, dit au moi virtuel : c'est ton affaire. C'est toi seul qui vois la totalité. Ma vie se déroule à présent dans ce dialogue très étrange.

Disculpas por no traducir. Más Veloso:
És um senhor tão bonito / Quanto a cara do meu filho / Vou te fazer um pedido / Compositor de destinos / Tambor de todos os ritmos / Entro num acordo contigo / Por seres tão inventivo / E pareceres contínuo / És um dos deuses mais lindos / Que sejas ainda mais vivo / No som do meu estribilho / Ouve bem o que te digo / Peço-te o prazer legítimo / E o movimento preciso / Quando o tempo for propício / De modo que o meu espírito / Ganhe um brilho definido / E eu espalhe benefícios / O que usaremos pra isso / Fica guardado em sigilo / Apenas contigo e migo / E quando eu tiver saído / Para fora do teu círculo / Não serei nem terás sido / Ainda assim acredito / Ser possível reunirmo-nos / Num outro nível de vínculo / Portanto peço-te aquilo / E te ofereço elogios / Nas rimas do meu estilo.

Y Josepepe, intentado no quedarse atrás : Si abren el diario verán / Hay una coma de más / Y esto no es lo de menos. /Como quiera que la lean / Esa vírgula no es mía / Pero sí me afea el día.

13 avril 2013

Como si fuera la primavera

Se dice que los humanos somos iguales ante la muerte. La fatalidad, su resultado, nos iguala una única vez y para siempre. «Así que no hay cosa fuerte que a papas y emperadores y prelados, así los trata la muerte, como a los pobres pastores de ganado», dice Manrique.

Es verdad. Pero luego está la manera. No es lo mismo acabar crucificado sobre una colina, expuesto a los cuatro vientos, al escarnio de unos y a la secreta -y culposa- veneración de otros, que expirar al fondo de una mazmorra ignorado y huérfano de todo. Hay muertes escénicas y muertes hors-champ. Así Jean-Baptiste Poquelin, que puso a todo el teatro por testigo, o Federico, de cuya muerte sólo podemos hacernos una idea.

No es lo mismo guardar fila y pedir hora para una socialdemócrata eutanasia que haber adquirido por anticipado el derecho a la eternidad entre los vivos, como Ariel Sharon o el príncipe Juan Friso de Holanda. Por otra parte, sospecho que algunos suicidas, estoy pensando en uno, no pudiendo más con el presente dieron un paso al frente a ver cuánto da de sí la posteridad.

Escribo esto porque por fin es primavera, la que siempre recuerda dos versos manidos, el de abril, el mes más cruel, y el del caribeño aquél que decía que esto era como si fuese la primavera y yo muriendo.

Y también porque me entero de que el presidente Roosevelt, FDR, murió posando para el cuadro que iba a inmortalizarlo. La muerte exacta del prohombre que ha ganado la guerra. Y, a la vez, una muerte como otra cualquiera. Corría abril, la primavera.

FDR

FDR en 1893, a los once años

19 octobre 2013

El pinchazo

Confieso que pocas series de televisión he visto en mi vida. Cuando vivía en Sudamérica, a veces me ponían con el almuerzo las imágenes de una mexicana despechada que llamaba papá a su novio o novio a su papá. Y poco más. Hace algunos años, la circulación de comentarios en la Red me alertó sobre un fenómeno novedoso: la gente hacía uso de sus ordenadores ¡para ver series de televisión! Así que para estar yo también en el mundo me puse un episodio de los Tudor, pero la insoportancia de esos caracteres enfáticos me descabalgó en seguida de esa montura.

Paralelamente, mi amigo S se engachó al Pinchazo y, generoso como es, quiso compartir su entusiasmo conmigo. No es el único, por cierto. A la serie ya la enseñan en Harvard y en Nanterra y ha recibido entusiastas comentarios de Albert, de Vargas Llosa y de tantos otros. De manera que me senté anoche a ver el primer episodio.

Salgo de la experiencia con dos observaciones:

1. Parece que no estoy entrenado para captar la manera como se cuentan estas historias, y espero superar pronto esa tara. Ese pimpón constante del que está hecha la narración de la serie (o, al menos, el primer episodio) me descaminaba a medio camino, antes de que la conclusión me trajese la paz del entendimiento.

2. En Baltimore hay más morenos que en Uagadugú.

Hablando de todo esto, la Ce me recuerda a Antolín Cabrales Pellejero, alias Poca Chicha, el personaje de ese relato de Mendoza, El Malentendido, que cuando entró a una prisión a los 21 años sabía leer y escribir pero ignoraba todo lo demás y, tras leerse la biblioteca de la cárcel, descubrió la estrategia con que se disponen los elementos de los relatos -la artimaña, la llamó-, la aplicó y se convirtió en campeón.

O sea que tal vez la falta de series me estaba privando de algo que ya descubriré.

W

Personajes de The Wire, según Andy Rash

13 mars 2014

Nelson en su barrica

Leo Los últimos días de los grandes hombres, subtítulo de un libro de crónicas de Patrick Pelloux, crónicas que publicó en su día Charlie Hebdo.

Uno sabe más o menos cómo vivió cierta gente, no necesariamente cómo palmó, salvo en casos señalados donde la circunstancia de la muerte es determinante, Cristo, Molière o Jean Moulin. Y algo se aprende leyendo. Cristo murió por asfixia, afirma el libro, que es como mueren los crucificados. Y Molière no murió sobre el escenario, como todo el mundo cree, sino sentado en un sillón de su casa.

Además de cronista, Pelloux es médico, así es que se ríe de sus antecesores con propiedad. En tiempos en que las epidemias mataban a media humanidad en cuatro días, los médicos se encargaban de acabar con los debilitados sobrevivientes a punta de lavativas y sangramientos. La medicina, antes del advenimiento de la socialdemocracia, se practicaba a domicilio y los hospitales eran albergues para miserables. Sólo los ricos podían ser tratados por un médico, los pobres al menos de eso se salvaban.

Así las cosas la gente moría joven. De todos los prohombres citados, el único que alcanzó edades propias de la modernidad fue Voltaire. Y si lo consiguió fue no sólo por su rechazo a la brujería en su dimensión religiosa, sino también médica. Nunca dejó que lo confesaran ni menos que lo sangrasen. Así, cuando, a los 83 años, sintió llegar su hora, hubiese querido morir en su casa de Fernet. Pero la familia —su hija adoptiva, su prima, su gobernanta— se empeñó en llevarlo hasta París. El viaje acabó con sus últimas fuerzas y, ya en la Ciudad luz, por entonces lúgubre y fétida, la familia intentó extremaungirlo y se dio al negocio afrentoso de vender entradas para que los curiosos presenciasen en vivo y en directo la muerte del maestro.

Lo reseñable en ciertos casos no es lo que ocurrió en las horas previas al último suspiro, sino en las posteriores. Horacio Nelson, sin ir más lejos, murió como era esperable, tratándose de un gran almirante de su majestad imperial, dando órdenes desde el puente de su navío, tocado por el plomo enemigo, francés en este caso (según Pelloux, no me acuerdo de cómo lo cuenta Galdós). Lo notable es lo que ocurrió luego, y es que, para poder prodigarle las merecidas exequias en tanto que señor de los mares, sus oficiales metieron su cadáver en una barrica de gin. Como su navío, el Victory, pasablemente abollado, tardó cinco semanas en ir de Trafalgar a Portsmouth, el almirante Nelson fue por fin enterrado completamente pickle.

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Horacio Nelson, óleo de John Francis Rigaud

29 août 2014

La lechuza

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Tres días recorriendo el bosque ardenés y uno puede autorizarse una que otra observación naturalista, a lo Goëthe. La naturaleza está muy bien, y mejora domesticada. Lo mejor del bosque es el castillo, y del castillo el show del cetrero, y de éste, la fuga de la lechuza Stella, que a la carne de pollo que le tiende el domesticador prefire los cielos cubiertos de la Lorena belga y se despide del público espectador moviendo el plumaje.

Otro artista muy aplaudido por niños y abueletes es un buitre africano. Darwin consideraba al buitre un pájaro asqueroso. Tal vez lo sea, pero es un excelente basurero que, de paso, ayuda a detectar la faena de los furtivos: el tiempo que les toma a estos quitar el marfil de un elefante o de un rinoceronte, y los buitres ya están girando en el cielo, alertando a las fuerzas de orden. Para quitarse los buitres de encima, los furtivos envenenan con pesticida la carcasa de las presas. 

Imagen desoladora la de una carcasa de paquidermo rodeada de una docena de buitres muertos. Al otro extremo de la estampa, otro domesticador que llama la atención es éste, que consigue injertar cuarenta variedades de frutales en un mismo pie. Tampoco se necesita que los fresnos y los abetos del bosque ardenés se conviertan de golpe en un mostrador de fruta; al contrario, la fruta se acumula en Europa a causa del oso ruso.

Llevaba unos libritos para leer en la Gauma y, como suele ser en estos casos, acabé leyendo los libritos que encontré allí donde iba. Un Simenon, de 1967, La Mudanza. Un buen Simenon es como una serie; buena o mala, siempre está cosida con hilo negro.

También me enteré de esta polémica: Antoine Compagnon afirma que un obrero trabaja mejor si lee a Proust. Julien Suaudeau le responde que los obreros están cansados al cabo de un día de dura la labor y sólo les apetece beber cerveza fría viendo la tele. En esas circunstancias, leer a Proust no es un consuelo razonable. Y si las élites arrogantes no se enteran, acabarán con la Le Pen en el Elíseo en 2017.

Bueno, bueno. A ver si la culpa va a ser de Proust, por levantarse temprano.

Para volver a la lechuza, el pàjaro presenta sìmbolos contrastados, de lector sabido, de mal agüero. Como el buitre africano ahora, es vìctima de la acumulaciòn de pesticidas en la cadena alimentaria, como explica la canciòn esa de la Fiera de l'est. En francés, chouette (lechuza) es sinònimo de simpàtico. En español, en cambio, un lechuzo es un mal bicho, uno «que anda en comisiones, y se envía a los lugares a ejecutar los despachos de apremios y otros semejantes».

1 novembre 2015

La mano muerta

Trasiego de niños disfrazados de inocentes monstruos. Recuerdan otros halloweenes, las jugarretas y ritos de iniciación macabros, esos sí, de los estudiantes de medicina. Rolando Toro —aprendiz de galeno en Concepción— se robaba un brazo del muerto en las autopsias, se lo ponía en la manga de la camisa y saludaba con esa mano muerta a quienes le presentaban.

Como en el juego de la mano muerta, en el que te arriesgabas que te dieran un cachuchazo.

Toro, a cuya escuela de biodanza concurría Lira mucho años después, era amigo del joven Jodorowsky, otro que bien bailaba. Subido al tejado de una casona de la calle Lira en Santiago de Chile, Jodo observaba a los locos de una casa de orates vecina vestido con una capa roja para impresionar a los orates tanto como estos impresionaban al titiritero, al psicomago en ciernes. En los conventillos de Matucana, allá por donde su padre tenía su negocio de calcetines, contaba Jodo, a las viejas taciturnas les salían escamas en los ojos de tanto sustraerlos a la luz. 

El joven Jodo se inventaba estas historias entre dos lecturas de sus escritores favoritos, Borges y Kafka, a quienes por entonces aún no leía casi nadie. De Borges decía Jodo que era un edipo aferrado a las faldas de su madre, un masturbador compulsivo.

Lo cuenta Jorge Edwards en sus memorias, Circulos morados. Edwards se piñerizó durante la campaña presidencial de 2010 y el electo Piñera lo recompensó con la embajada en París durante su ridículo mandato. Para quien se contente con el costumbrismo y el anecdotario, como mi tío, sus memorias son un festival.

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Jodorowsky

12 octobre 2020

Entre la guerra y la paz está la posguerra

¿Son peores las guerras que las posguerras? Me lo pregunto después de ver Alemania, año cero, de Rossellini.

Cuando los rusos abren las puertas de Auschwitz cualquiera cree que el calvario de Primo Levi termina allí. Y de eso nada. Porque «la paz no estalla» como sugiere el título de la novela de Gironella. Entre la guerra y la paz está la posguerra.

En el Berlín de la posguerra transcurre la vida del niño Edmund, el protagonista de Alemania, año cero. Rossellini filma con actores aficionados en escenarios naturales y luego a fuerza de montaje y de música enfática mete la historia en el formato del cine.

La historia del niño Edmund, qué miseria. 

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8 novembre 2015

Unas putas parisinas

Orsay tal vez sea la primera estación de trenes reconvertida en museo. Es un lugar magnífico y parece aun mejor cuando te enteras de que a punto estuvieron de echarlo abajo en los demoledores años del desarrollismo. Los trenes, además, continúan resonando allí dentro. Los de la línea Paris-Versailles, que siguen el borde derecho del río, rozan los muros exteriores del museo y su retumbancia hace las veces de mar de fondo dentro de esa concha urbana. 

Tras dar la vuelta ritual por entre los Carpeaux y los Courbet de la planta baja y beberme un té entre señoras japonesas con la cara cubierta de polvo de arroz, entré en la exposición sobre la prostitución durante el periodo que cubre el museo, la segunda mitad del XIX y los inicios del XX. 

La exhibición desconcertará a quien busque de entrada meretrices en posición favorable. Las primeras salas llevan por título «Ambigüedad» y, en efecto, las imágenes muestran señoras que no siempre tienen pinta de prostitutas y señores que no siempre parecen ser clientes. En Bruselas circulo a veces por la rue d'Aerschoot y me fijo en las caras de los transeúntes: algunos se comen a las eslavas con la mirada mientras que otros parecen ignorarlas. O tal vez practiquen el arte dragonesco del orgasmo para dentro. 

En Orsay la primera coyunda, una tinta china de Degas, Sur le lit, asoma casi a la mitad del recorrido. A partir de ese momento, no tarda en surgir materia para mironcillos bajo la forma de fotos de vulvas acogedoras y falos enhiestos en la intimidad de los burdeles, de las maisons closes, cerradas en principio a la mirada exterior.

De las varias centenas de imágenes, me sobraron algunos Toulouse-Lautrec pero me detuve largamente frente a cada Manet, La Prune, Irma Brunet... El mayor, en todos los terrenos, esta Olympia:

Source: Externe

Este cuadro, formidable por donde se mire, escandalera del Salón de 1865, es probablemente una reinterpretación prostibular de la Venus de Urbino de Tintoretto, de la Maja desnuda de Goya, de la Venus de Cabanel y quizá de cuáles más. A ese juego se sumó explícitamente Cezanne pintando, veinte años más tarde, su Olympia moderna:

Source: Externe

El pintor provenzal, como puede verse, cambia el ángulo de aproximación a la modelo, desnuda a la sirvienta, despliega el ramo en un florero, transmuta al gato atroz en un perrillo curioso, dispone un memento mori sobre la mesa y, sobre todo, mete al espectador —al propio pintor— dentro de la escena. Dónde mejor podría estar.

19 février 2011

El triángulo

En el periodo que cubren sus Diarios (1999-2003), por razones familiares Iñaki Uriarte viajaba a menudo entre Bilbao y Avilés. Esos Diarios están escritos en un perímetro formado por Bilbao, Benidorm y Avilés, sobre el que planea la sombra de un perímetro anterior, mayor, formado por Nueva York, San Sebastián y Barcelona.

En Avilés atracan barcos que se mueven entre Rotterdam y Agadir, según consigna el diario local. De regreso a Bilbao, por la carretera que atraviesa lo que los asturianos llaman el Oriente, Uriarte comenta que hace veinte mil años había allí bisontes, como puede verse en los muros pintados de Altamira. Muy cerca de Altamira está San Vicente de la Barquera, cuyo paisaje es 'espléndido, casi perfecto'. 'La entrada amplia y mansa de la ría, el puerto con sus pesqueros de colores vivos y los prados que se extienden por el valle hacia los picos del fondo, a menudo cubiertos de nieve'.

Más triángulos. Trazo en las páginas de Uriarte el mío: San Vicente de la Barquera, San Vicente de Tagua-Tagua, Nil Saint-Vincent, el ombligo geográfico de Bélgica. (Tagua-Tagua también es un ombligo, un lago que secó la agricultura). Bélgica sólo aparece en los Diarios de Uriarte (quitando las menciones a Brel) a través de una referencia a Simenon, a quien su padre vio cuando joven en un tren belga. Este es un país ferroviario, un trayecto entre dos estaciones. Sandor Marai atravesó Bélgica en tren, de Alemania a Francia, en los años veinte, y la describe en dos líneas, sin haber puesto un pie en su suelo. Bélgica es, para él, húngaro de origen alemán, la puerta de entrada a Occidente, un vértice en extensión del triángulo formado por su Kassa natal y Berlín, vértice que prolongaría hasta San Diego, California, donde fue a morir.

La aparición de Chile -tenía que haber una- es peregrina y novelesca. Uriarte teclea en Google el nombre de su abuelo, Moisés Cantolla, emigrante cántabro en Nueva York. Y lo que aparece es la descripción de un crimen entre chilenos viñamarinos (otro triángulo, tal vez) en una pensión neoyorkina administrada por su abuelo. Lo cuenta en una novela Alberto Ried, miembro de los Diez, un grupo de artistas santiaguinos. Por delante de cuya casa pasé yo a menudo en mi infancia. La novela de Ried se llama El Mar trajo mi sangre.

D

Pórtico de la casa de los Diez, en Santiago de Chile

31 août 2011

El síndrome de Stendhal

Concierto de guitarra. Los concertistas son dos hermanos. Tocan espléndidamente piezas italianas (Giuliani) y españolas (Granado, Ponce, Rodrigo). Todo muy bien. Pero lo que me conmueve son dos Estudios de Villa-Lobos.

Por alguna razón, el sincretismo de Villa-Lobos consigue emocionarme. Para explicar el placer estético, Uriarte echa mano a Stendhal (y a su famoso síndrome): el arte es una promesa de felicidad, y a Borges: la inminencia de una revelación que no se produce. 

También dependerá de cómo y de con quién. Según una galena que lo estudió clínicamente, el síndrome de Stendhal -el placer estético súbitamente transformado en taquicardia- alcanza principalmente a los europeos solitarios. Los nativos de los países culturalmente emergentes están más o menos inmunizados contra el mareo estético, a fortiori si van arropados por sus pares.

Viendo las imágenes de los muchachos frente al albo Benedicto en Madrid (somos / adictos / a Benedicto) o en la City parade de Bruselas (viseras de acrílico, pantalla colorida y música tecno), o a unos scouts cantando todos a una frente a la gran pantalla del karaoké, como si se tratase de un show de la tele, me digo que el placer estético comienza con la religión, despunta en el seno del rebaño, quiero decir.

Y acabará probablemente camino del cementerio o del centenario, que es adonde también vamos, cabeza gacha o frente altiva, las ovejas descaminadas.

M

Óleo de Édouard Manet

14 octobre 2011

Los primos

Otro 12 de octubre. En Bruselas se inaugura la Europalia, consagrada esta vez a Brasil. Clovis Rossi, que a su vez inaugura blog en EP (y en portugués), cuenta de la presión que ejercen los organizadores para que desde Brasil envíen indios. En estas materias, aparte del librito de Todorov, la mejor réplica es la del pintor Murúa: Indien toi-même.

Hablando de blogs, el Wall Street Journal despide al director su edición europea después de que The Guardian denunciara que el WSJ compra su propio tiraje para aumentar ventas. Tras pasar a manos de Murdoch, el WSJ se ha convertido así en el diario ideal. En un blog, o sea. Tú te lo guisas, tú te lo comes. Todo muy Murdoch, quien lee sus diarios con varias semanas de anticipación.

Por otra parte, resulta que Bojan y Messi son primos. El jardinero de unos conocidos de Uriarte en Neguri es primo de Evo Morales. Y mi vecino del tren es primo de la Mary Poppins. Todos somos primos, sostiene mi tío. Es la ley de hierro de la antropología. Todos somos primos, menos él y yo, que somos tío y sobrino.

Y hablando de la parentela, este diálogo entre los hijos de Ségolène Royal y François Hollande a la hora de ir a votar en las primarias del PS francés: ¿Tú por quién vas a votar, por el papá o por la mamá?

Ah, sí, y los sondeos, menudo tonteo. De éste no sorprende el resultado, sorprende el sondeo: Cerca de la mitad de los belgas no rechaza en bloque al nazismo.

C

Photo de Arthur Ikishima

4 mars 2012

Nadie quiere asaltar el Kremlin

No se me ha perdido nada en Moscú y desde que escuché cantar a Gilbert Becaud se me fueron las ganas de asaltar el Kremlin. Pero ahí está Putin y hoy toca que lo reelijan, y en su mano está aparentemente la suerte de los sirios. Decidí entonces ir el viernes a la Feria del libro de Bruselas a escuchar a Emmanuel Carrère. A ver qué decía sobre Rusia. Carrère es un rusista de toda la vida y su último libro, Limonov, trata también de eso.

William Burton, de Le Soir, lo entrevista. Bien. Carrère dice en síntesis esto: En Rusia ya hubo una revolución y nadie tiene ganas de recomenzar. La exigencia actual es el respeto de las formas. El juego de las sillas entre Putin y Medvedev (a quienes los rusos llaman Dolce & Gabbana) fue percibido incluso en la Rusia profunda como insultante. Las elecciones parlamentarias de 2011 fueron seguidas atentamente por la población y las pruebas gráficas de los fraudes evidentes circularon por la Red, de manera que las manifestaciones tomaron cuerpo. Antes del otoño 2011, en una manifestación en Moscú había más policías que manifestantes y éstos eran reprimidos a lo bestia sin mayores consecuencias. Ahora, en cambio, los manifestantes han pasado a ser muchísimo más numerosos que la policía y el poder ha decidido contener en parte la represión, al menos en esta víspera electoral.

Así es como manifestar se ha convertido en un deporte muy practicado en Moscú, pero a fines de año pasado llegaron las sagradas vacaciones y todo el mundo se fue a la playa. Porque nadie quiere asaltar el Kremlin. Salvo el camarada Limonov. Lo cierto es que tal como el famoso bloguero Navalny parece ser el Cohn-Bendit moscovita, las manifestaciones anti Putin tiene un aire de mayo del 68. Esta generación de rusos que tiene hoy menos de cuarenta años, estas clases medias emergentes que se manifiestan, van a tomar el control del país en las próximas décadas, tal como ocurrió después del mayo francés. 

P

Habla mucho y bien sobre Rusia Carrère. Sobre Francia, en cambio, no quiere casi hablar. Soy un periodista de reportajes, no un editorialista, se defiende. Y es verdad que la política francesa, la elección presidencial, particularmente, es el coto de caza del editorialismo. Se le siente escéptico, sin embargo, frente a Hollande, no ve por dónde pueda llegar a hacer lo que promete. A un tiempo quiere que ser elegido, dice, y debe de cundirle el pánico ante la idea de serlo. Expone, de paso, la idea de Emmanuel Todd sobre la posibilidad de hacer desaparecer de un plumazo la famosa deuda de los Estados europeos, como se hizo después de la Guerra, siendo que ahora el resultado es mucho menos calamitoso. Todo el mundo se equivocó y ya está. Borrón y cuenta nueva. Cuenta de su estadía en Davos durante este invierno. Mientras más desconectadas de la realidad, más optimistas son las élites: leur trip est très new age, concluye.

En la semana, Sarkozy había mencionado a Carrère en una entrevista radial. Para criticar la medida propuesta por Hollande de aumentar la imposición a los ricos, Sarkozy puso como ejemplo los casos de Carrère y de Jean Dujardin, el actor de The Artist, quienes, habiendo ganado más de un millón de euros, se sentirán tentados de exiliarse fiscalmente. Carrère replica que Sarkozy exagera sobre sus ingresos (con Limonov ganó en 2011 el premio Renaudot, lo que significa excelentes ventas), y que, en cualquier caso, le parece normal pagar más impuestos si se gana más dinero.

Más allá, en el stand de Gallimard se alinean sus libros. Antes de leer el Limonov me voy a leer Una novela rusa, que, por cierto, y ahí estará la gracia, no es una novela pero sí será rusa. Compro la edición de bolsillo, eso sí, no quiero ni por asomo aumentar abusivamente su carga impositiva bajo el próximo reino socialdemócrata.

__________

Sobre la Rusia eterna, me ca(b)e también una lágrima.

11 novembre 2012

Una historia personal del chorizo

R

Hoy es once de noviembre, San Martín. Hay quien por estas fechas se pone una amapola en la solapa y quien se pone a hablar de chorizos. Es lo que me propongo hacer aquí, sin ir más lejos, a cuento de esta frase de Mendoza que trajo Sámuel: El cosmopolitismo es proporcional a la lejanía del chorizo.

Yo nací en un pueblo en un valle central de Chile, con su plaza, su iglesia, el cine, un club social y la zapatería La Reina. Un pueblo donde los comerciantes eran todos asturianos. Bueno, todos no, también había un santanderino.

Aparte de la compra al por mayor y de la venta al detalle, la principal ocupación de esos trabajadores consistía en reproducir una Asturias en miniatura, con su bolera, su hórreo, su Santina, sus cantos de la Pastorina y de Juanín de Mieres, su sidra, su lagar y su gaita. Y su San Martín. San Martín es el nombre que se da en Asturias a los embutidos de cerdo, por mor de la fecha de la matanza, hacia el 11 de noviembre, a las puertas del invierno.

El ser humano engorda al cerdo cuando sobra la comida, en verano, y come de él durante el invierno. De manera que los astures de ese valle chileno cumplían con el ritual en condiciones locales y, en sus mesas, el puchero, la fabada y el pote llevaban San Martín casero. Mi padre se comía primero lo demás y dejaba el San Martín para el final. Yo no.

Pero si el chorizo chileno estaba bueno, no podía compararse ni material ni espiritualmente con el que llegaba de la lejana tierrina. En ese tiempo los viajes eran esporádicos y lentos, lo que disminuía el alcance material del chorizo y aumentaba su valor espiritual. El chorizo asturiano sabía a gloria. Sabía a manos de madre lejana.

A ese trasiego bendito se oponía un adversario de talla, que obedecía al mayúsculo nombre de SAG. Chile es una suerte de isla a gran escala, donde la cordillera de los Andes, el océano Pacífico, el desierto de Atacama y el Polo Sur oponen unas gigantescas barreras naturales y protegen de las variadas pestes que asuelan el ancho mundo, la mosca de la fruta, la mosca tse tse y la mosca cojonera. Y lo que el mar y la montaña dejan pasar lo atrapa el estricto Servicio Agrícola y Ganadero, ágil frente a toda clase de bacterias y bichos, incluido el chorizo. O sea que si llevas una amapola en la solapa o un chorizo en el neceser cuando bajas del avión, te los quitan. En rigor, sólo los retienen. Al revés, no hay problema. Puedes salir de Chile vestido a lo Arcimboldo, o a lo David Byrne, o tocado como una musa griega, y el SAG te azota con el látigo de la indiferencia.

Entre mis astures el deporte favorito, además de los bolos, consistía en desafiar al SAG. Cualquier estrategia era buena para pasar por la aduana chilena los chorizos que te daban en el pueblo a la hora de la despedida de Asturias. Los chorizos y el queso. El queso de los Beyos, pase. ¡Pero el Cabrales! ¡Lo que puede apestar el Cabrales tras una travesía transoceánica! Así es la distancia, sin embargo, como el viento que apaga el fuego pequeño y enciende el grande, como cantaba Modugno, que tenía el defecto de no ser asturiano.

Podría agregar un último pormenor a esta historia personal del chorizo y es que mis hermanas aseguran que, en la mesa familiar, cuando ar niño no le gustaba la cena la madre iba y le freía un chorizo. No sé yo si era para tanto. O será que las madres saben que los hijos nacen para alejarse un día del chorizo y los pertrechan para ese largo viaje.

Así fue como me alejé yo también un día. Sin acercarme, hélas, al cosmopolitismo.

28 février 2013

Antonio, Antonio, los adultos son imbéciles

Vila-Matas tiene recuerdos inventados. Como todos nosotros, tal vez, sólo que él los exhibe. El autor barcelonés leyó el año 83 un librito de Tabucchi. Como no le pareció suficiente saber que en el futuro conocería a su autor, quiso también conocerlo en el pasado, por lo que se inventó este recuerdo: es el año 53, Vila Matas tiene cinco años y pasa los veranos en la casa familiar de Cadaqués. A la casa del lado ha llegado una familia italiana, los Tabucchi, y, al caer las tardes, el niño Vila-Matas sale al patio, se sube a una silla junto a la tapia y en cuanto ve aparecer al niño italiano de la casa vecina, le dice: «Antonio, Antonio, los adultos son imbéciles».

Un complemento a esa escena lo pone un joven Rodrigo Lira, quien, en agosto del 67, tiene 17 años y estudia psicología en la Universidad Católica. Como es bien sabido, por esas fechas los estudiantes se toman la casa central de la Universidad. Lira forma parte del grupo que controla el acceso al edificio, precisamente por la calle Lira y, para filtrar las entradas, impone la siguiente contraseña: «¿Cómo son los niños?», preguntan desde el interior. «Perversos y polimorfos», responde el que golpea, y el sésamo se abre.

BRC

Óleo de Benito Rebolledo

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